Una semana a todo o nada para el gobierno

Por Claudio Leveroni

Ingresamos a una semana determinante para el gobierno. Debate final en las comisiones para la mega ley de superpoderes al presidente, con posterior sesión extraordinaria (posiblemente el jueves), más paro general el miércoles cuya escenografía prevé una movilización gigantesca al decir de los propios organizadores.

Milei se quedó el viernes en Olivos. Estuvo atento a las negociaciones de sus funcionarios con bloques amigables de la cámara baja que piden ver la letra del proyecto con las correcciones acordadas. El por ahora influyente Santiago Caputo es el responsable de ir y venir con las novedades. Nada está cerrado aún.

Ya no quedan dudas que las negociaciones dejarán heridos en casi todos los sectores que están sentados en la mesa del acuerdo. El bloque de Pichetto es el más complicado puertas adentro. El rionegrino camina la concordancia con el gobierno, no todos en su espacio están dispuestos a aceptarla. Algunos integrantes advierten que, por más correcciones que se realicen al proyecto original de la ley ómnibus, lo único que quedará a la vista es una sociedad sellada con Milei con nulo rédito político.

Margarita Stolbizer hizo público su rechazo. Lo planteó en muy duros términos personales contra el presidente a través de redes sociales. No es la única que piensa así de los 23 integrantes del cuarto bloque en importancia numérica en diputados. Los “lilitos”, que también lo integran, no están lejos de pensar así aunque esperan ver escritas las reformas de lo acordado. Intuyen que no será tal como se aceptó de palabra.

Estando en Suiza Milei desplegó movidas parlamentarias propias. Intentó buscar voluntades hasta dentro del bloque de Unión por la Patria. A mitad de semana Daniel Scioli estuvo en la Rosada. Lo recibió Guillermo Francos, quien tenía un mandato puntual del presidente. Expresó la posibilidad de ponerlo al frente de un área específica como el Turismo, el ofrecimiento fue acompañado de la promesa que se ampliaría su actual estructura. El embajador en Brasil escuchó la oferta de buena gana. Lo que no esperaba era una concesión que tenía como contrapartida. Debía sumar voluntades legislativas que acompañen el proyecto de ley. Se retiró refunfuñando con la promesa de dar una respuesta.

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