Una marcha destinada a ser un antes y un después

Hace años que no se veía una movilización tan masiva que, sin contar con una estructura de traslados organizados, reúna a casi un millón de personas. Trenes, subtes y colectivos circularon abarrotados, desbordados de un gentío mayormente juvenil decidido a gritar su bronca contra el desfinanciamiento de la educación pública en general y las universidades en particular.

Fue una demostración enorme, inesperada en esa magnitud desde el gobierno nacional. Sus voceros salieron a minimizar las consecuencias que puede generar una marcha que está llamada a ser un mojón de época. Será un antes y después, dejando el interrogante que sus aristas negativas para la casta gobernante puede agravarse mucho más si el gobierno no recoge el guante y ofrece ciertas respuestas que alivien el presente del sector que este martes lanzó un grito de guerra.

La creatividad popular dejó un sello distintivo en esta marcha muchísimas personas, mayormente estudiantes, a la vieja usanza pintaron cartones o cartulinas rudimentarias con leyendas de pensamiento propio. “La educación es un derecho, no es un producto”, leyó el cronista de CP mientras se entremezclaba en la multitud. Hubo también humor cargado de ingenio, como el de un manifestante sosteniendo una cinta que finalizaba en un collar que tenía un cartel con el nombre Conan. Simulaba pasear a un perro que no existe, a propósito de los 4 o 5 caninos que dice tener Milei en Olivos.

En casa Rosada no se quedó ningún funcionario de alta jerarquía. El presidente se marchó a Olivos después de las 13:00. Desde allí, ya entrada la noche, lanzó una violenta reflexión en redes sociales con la imagen de un león tomando una infusión en una taza con la inscripción “lágrimas de zurdo”. Deplorable, por violento pero también por la pobreza de la lectura que hace del acto.

Los opositores amigos del gobierno que quisieron subirse al tren de la marcha no la pasaron bien. El diputado radical cordobés Rodrigo De Loredo se puso adelante de una columna que llevaba la bandera de la Juventud radical. Fue abucheado e insultado por el grueso de los asistentes que lo identificaron. Por su lado Sergio Massa puso también el cuerpo, sin sufrir los sofocones de De Loredo. Lo acompañaron su mujer, Malena Galmarini, y sus hijos.

La sobredimensionada presencia de personal de seguridad, que incluyó Gendarmería, Prefectura, Policía Federal y de la Ciudad de Buenos Aires, se mantuvo siempre por detrás de la pirámide dividiendo la Plaza de Mayo en clara postura de defensa de la Casa de Gobierno. Bullrich bajó sus decibeles y decidió no movilizarlos de ahí y no intervenir exigiendo la libre circulación de autos. Una determinación acertada, fue tanta gente que cualquier acción hubiese terminado muy mal.

 

 

 

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