Un mensaje que abre proyecciones sobre el futuro de Cristina

Por Claudio Leveroni.

El peronismo necesitaba volver a escucharla. Ejercer los liderazgos, esos que no se heredan ni tampoco se transfieren y son capaces de marcar generaciones, es un ordenador interno en los espacios de pensamiento y competencia política. Lo son, en especial cuando el país transita momentos críticos que parecen estar diseñados para abrirle la puerta a una nueva época. En Quilmes, Cristina estuvo a la altura de esas exigencias.

Además de hacer un análisis de la realidad socio económica nacional, volviendo a utilizar gráficos detallando como se mueven los intereses económicos que giran en derredor del país, les pidió a los propios que no utilicen la posibilidad de estar en los medios de comunicación para discutir “pelotudeces”. Resaltó que a la gente no le importa “¿qué corno pensás de Juan, Pedro o José?”

La frase puede ser interpretada con destino general dentro del peronismo. Parece apuntar a confrontaciones cercanas a sus propios afectos. Estaban ahí, presentes en las primeras filas del inaugurado micro estadio de Quilmes. Axel Kiciloff y Máximo Kirchner estuvieron muy atentos a cada palabra de la ex presidenta. El lente de la transmisión los enfocó en varias oportunidades, inclusive haciendo comentarios risueños entre ellos.

Por momentos, y en más de una ocasión, la multitud coreó “Cristina presidenta” buscando su complicidad desde el estrado principal. No la hubo, lo que no descarta un futuro hacia esa dirección. El regreso de Lula en Brasil es un estimulante.

Cristina muestra vocación en mantener protagonismo central. Lo tiene por historia y por mantener encendida la llama de un pensamiento político permanentemente actualizado que acompaña su naturaleza para la conducción. Si está iniciando un nuevo camino que la posicione como aspirante al poder constitucional, acaso ni ella lo pueda determinar hoy. Las circunstancias que atraviese el país en los próximos meses abrirán o clausurarán esa posibilidad.

Las mediciones que realizan encuestadoras, siempre interesadas en agrandar o disminuir la figura pública de determinados personajes, instalaron la modalidad de imagen positiva o negativa para medir candidatos. Ninguna da cuenta de la pasión, es decir el fervor que transmiten los dirigentes relevados en esas encuestas. Difícilmente lo hagan. Cristina se llevaría, con holgado margen, el primer puesto. No es una cuestión de medir el poder de llanto que generan, sino el compromiso que esa pasión representa por las ideas que transmite.

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