Sin sonrojarse Caputo explicó que hacen más de lo que pide el FMI

La honestidad brutal es una señal política de época. Sirve para leer, sin interpretaciones erróneas o difusas, las intenciones del gobierno nacional. La impuso Javier Milei incluyendo exabruptos verbales que resultan ser pinceladas desencajadas en el cuadro de situación que pinta para los argentinos.

Gestos y declaraciones van de la mano en esta forma de comunicar tan primaria como inconfundible para expresar los objetivos que trasmite el gobierno. Bajo esta realidad, hablar de espaldas al Congreso puede hasta resultar una sutileza. Por si alguien no interpretó lo que quiso expresar el presidente lo dejó más en claro con la reciente declaración en la que señaló que el Congreso “es un nido de ratas”.

La chatura intelectual en la comunicación que emana de la Rosada se va expandiendo como un ADN propio de la actual gestión. La canciller Mondino quiso estar a la altura de esas circunstancias y respondió con una ironía poco feliz la llegada de Cameron a nuestras Islas Malvinas. Quiso corregir la infeliz ocurrencia durante el G20 en Brasil. Demasiado tarde.

El ministro Caputo no quiso quedar afuera. Su estilo más sofisticado no pudo disimular las declaraciones que realizó tras la reunión que mantuvo con una funcionaria del FMI que llegó al país para revisar los niveles de obediencia del gobierno al acuerdo del mes pasado con el organismo financiero internacional. “Lo que estamos haciendo es más de lo que ellos hubieran pedido y está pasando. Los resultados le están llamando la atención fuertemente”, planteó Caputo sin disimular en lo más mínimo el grado de sumisión que existe con el FMI y el costo de lo que esto representa, a partir de un enorme ajuste, para la población.

No se requiere demasiada plasticidad neuronal para concluir que quienes direccionan las políticas en Argentina están fuera del país. La obediencia a esos comandos es tal que hasta recibieron sugerencias de no exagerar en el ajuste. Una observación del FMI atenta a la defensa de los intereses propios más que al padecimiento del grueso de los argentinos. El estallido social no es desborde saludable para las políticas que representa el organismo.

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