Lejos de asumir un compromiso de convivencia democrática en la diversidad hay sectores opositores al gobierno nacional que no logran reflejar ninguna empatía con la Vicepresidenta ante el atentado terrorista que sufrió y pudo costarle la vida. Hecho que de concretarse habría provocado un clima de caos interno con graves consecuencias en el país. En lugar de ponerse codo a codo, imitando la postura opositora encabezada por Antonio Cafiero en aquella semana santa trágica que sufrió la presidencia de Raúl Alfonsín ante una rebelión militar que hizo trastabillar la democracia, prefieren minimizar los sucedido en la Recoleta que es de igual o mayor gravedad aún.

A la no solidaridad manifiesta por la titular del Pro, Patricia Bullrich, que ni siquiera escribió un mensaje formal de repudio al intento de asesinato de Cristina Fernández, le siguieron comentarios mezquinos como los del ex senador y candidato a vice de Macri, Miguel Ángel Pichetto, quien se preguntó suspicazmente ¿a quién le convenía el asesinato de Cristina?, asegurando que a la oposición no.

El titular de la bancada radical en la cámara baja, Mario Negri, si bien reconoció como de extrema gravedad el atentado, se despachó con críticas al Presidente por decretar feriado el viernes siguiente al intento de magnicidio. “Demostró que hace mucho perdió la figura presidencial”, arremetió cuando habían pasado pocas horas del disparo fallido sobre el rostro de Cristina Fernández

En tanto, Graciela Camaño insinuó que la culpa por el atentado es de Cristina al preguntarse “qué hizo ella” para que quieran matarla. Un planteo tan desafortunado que hace recordar a Mirtha Legrand cuando le preguntó durante la emisión de su programa “¿Qué hacías para que tu pareja te pegara?” a la conductora Laura Miller cuando relataba la violencia de género que había recibió.

Las pobres reflexiones tanto de Pichetto, Negri y Camaño, ciertamente más sutiles en comparación con los exabruptos de la legisladora santafecina Amalia Granata, se suman al desaire que la oposición mostró al no participar del oficio religioso en Luján, al que tildó insólitamente de “acto partidario”.