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Extranjerización de la tierra, quienes, cómo y cuando

Disfrazados de gauchos empleados de Joe Lewis arremetieron días atrás contra más de un centenar de personas que intentaban llegar a Lago Escondido para reivindicar la soberanía nacional en esta región del sur argentino tomada por la prepotencia del poder económico de este británico asociado a personajes locales dispuestos a responder a intereses foráneos.

A rebencazos, pero también con una versión más moderna de represión como el gas pimienta, los ocupantes ilegales hicieron entender sus razones para seguir usurpando un camino que la justicia ya determino debe ser liberado para tener acceso público al enorme y bellísimo espejo de agua.

La costumbre de pasar por encima de normas constitucionales en temas de alta sensibilidad política, económica y social, fue ratificada el último día de junio de 2016. Bajo el Decreto 820 firmado por el entonces presidente Mauricio Macri, y amparado en la excusa de la “búsqueda de inversiones”, el primer mandatario modificó la Ley de Tierras Rurales 26.737, que regía desde 2011, ampliando los límites para la compra de campos y favoreciendo la apropiación de espejos de agua y otros recursos, por parte de ciudadanos extranjeros.

Según el Registro Nacional de Tierras Rurales aproximadamente 62 millones de hectáreas de la República Argentina, que representan el 35% del territorio Nacional, figuran como propiedad de 1.250 terratenientes que son el 0,1% de los propietarios privados de todo el país. Esta proporción aumenta cuando nos referimos específicamente a la Patagonia Argentina.

Macri tuvo aliados extra partidarios para aquella trapisonda que lo llevó a modificar la ley de Tierras Rurales por un DNU. El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, se adelantó algunos días a la firma de aquel Decreto infame para elogiarlo. Lo hizo en el Pre Coloquio IDEA 2016. En ese foro del capital, el funcionario instó “a terminar con la ley kirchnerista que limita la venta de tierras a capitales extranjeros”.

De acuerdo a los datos proporcionados por el Censo Nacional Agropecuario de 2008, en las provincias patagónicas hay 501 establecimientos agropecuarios de más de 20.000 hectáreas definidos como latifundios. Se distribuyen de la siguiente manera: Neuquén 29, Río Negro 74, Chubut 181, Santa Cruz 200 y Tierra del Fuego 17.

El porcentaje de tierras en manos de extranjeros en la Patagonia, Según el Registro Nacional de Tierras Rurales, es del 6,2%. Grupo Benetton de Italia tiene 900.000 hectáreas; el Grupo británico Walbrook posee 600.000 hectáreas y una corporación China Grupo cuenta con 330.000 hectáreas. Son las tres corporaciones con más tierras totalizando 1.830.000 hectáreas.

La norma que instaló el peronismo en 2011 bajo la Presidencia de Cristina Fernández, ordenaba que el 15% del total de tierras rurales del país, podía ser extranjerizada. Porcentaje que no afectaba a las propiedades adquiridas con anterioridad a la ley. Una vez asumido el gobierno de Cambiemos se eliminó por completo los controles que estaban a cargo de la Unidad de Información Financiera y la AFIP, sobre el capital que aterriza en la Argentina para comprar parte de su superficie e invitó a convertir el país en un gran negocio inmobiliario.

Para poner en contexto esta resolución, busquemos en el archivo presidencial tres historias del pasado reciente, que están en sintonía con la extranjerización del suelo argentino.

El primero de estos tres capítulos se inicia el 21 de diciembre de 2015. Ese día Macri recibió en su despacho a Kris, la viuda de Douglas Tompkins, el multimillonario estadounidense fallecido a principios de ese mes en un accidente de kayak en Chile. La mujer llegó a la Rosada para donar 150 mil hectáreas al Estado, con la intención de crear un Parque Nacional en el litoral.

El millonario había comprado 205 mil hectáreas en Corrientes: 105 mil de campos y lagunales en la zona de Perugorría; 60 mil en los Esteros del Iberá (una de las mayores reservas de agua dulce del planeta) y 40 mil que estaban en manos del Grupo Blaquier.

Después de adquirir 300 mil hectáreas en Chile, comenzó a quedarse con una porción de la Patagonia. El principal emprendimiento en el sur, fue Monte León (62.750 hectáreas en la costa de Santa Cruz) y luego se hizo de las estancias El Rincón y Dor-Aike.

Cuando al año 2015 le quedaban 11 días, la esposa del magnate se llevó como regalo, una promesa del recién asumido presidente Macri: congelar las dos represas planificadas en acuerdo con China (Kirchner y Cepernic). Un dato que más tarde, el gobierno nacional tuvo que dejar inalterable cuando el gigante asiático exigió explicaciones por la amenaza de incumplir el acuerdo.

El segundo de los tres capítulos refiere a Semana Santa de 2016, cuando el primer mandatario descansó en las tierras del magnate inglés, Joseph Lewis, un súbdito de la reina que controla Edenor y que posee una fastuosa estancia en Río Negro, a 45 kilómetros del Bolsón. Se trata del apropiador ilegal de Lago Escondido, por el cual está en juicio con el Estado nacional.

El presidente Macri llegó a la estancia del británico con su familia a bordo del helicóptero privado de Lewis, lo hizo horas antes de dirigirse al Hotel Llao Llao para despedir a Barack y Michele Obama, que por entonces se encontraban en la Argentina. El hecho generó la denuncia ante la Oficina Anticorrupción, del diputado nacional del Frente para la Victoria-Río Negro, Martín Doñate, quien le pidió a ese organismo investigue si el presidente incurrió en el delito de dádivas.

El tercer capítulo de esta saga refiere al empresario Eduardo Elsztain cuando se lo mencionó en algunos medios, en marzo de 2017, que tenía intención de comprar gran parte de Malvinas. Se trata de un típico empresario que opera en todo el planeta, y se lo liga como uno de los financistas más cercanos al poder de Estados Unidos e Israel. Es el mascarón de proa de la nueva oligarquía terrateniente argentina. Amasó su fortuna trabajando con George Soros en los años ’90. Preside el Grupo IRSA (inversiones inmobiliarias y agropecuarias) y es titular de Cresud S.A (negocios agropecuarios). La empresa tiene como representante a Augusto Rodríguez Larreta, el hermano de Horacio.

Cuando hablamos de Eduardo Elsztain nos estamos refiriendo al mayor terrateniente del país. Tiene un millón de hectáreas, la mayoría de los shopping le pertenecen (Abasto Shopping, Alto Avellaneda, Alto Palermo, Alto Rosario, Rosario; Buenos Aires Design, Córdoba Shopping, DOT Baires Shopping, Mendoza Plaza, Paseo Alcorta, Patio Bullrich, etc.) Según el diario británico “Evening Standard”, Elsztain quiere comprar la Falkland Islands Holding Group, la firma más importante de Malvinas y la principal propietaria de tierras en Puerto Argentino.

El presente siempre está ligado con nuestro pasado y las pujas entre posiciones antagónicas de quienes fueron moldeando Argentina con ideas e intereses bien diferentes. Hay una consigna a tener en cuenta ya viene a cuenta de este informe: Cuando no hay billetes, se paga con tierra.

En 1877 Argentina nuestro país apilaba más de medio siglo de incómoda convivencia, con el empréstito de la Baring Brothers. Aquella deuda externa impagable que instaló el primer presidente y endeudador de Argentina, Bernardino Rivadavia, había crecido muchísimo con los costos de la Guerra de la Triple Alianza.

Aquella guerra infame que enfrentó a Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay, entre 1865 y 1870, respondió a los intereses británicos que buscaban acabar con un modelo autónomo de desarrollo como el del Paraguay gobernado por Solano López. Los ingleses sabían que ese modelo podía devenir en un «mal ejemplo» para el resto de América latina, que a los objetivos de unificación nacional y defensa del territorio proclamados por sus promotores.

En esos años Argentina protagonizó dos historias aberrantes a pedido de Inglaterra: servirles en bandeja un negocio financiero brillante como fue el empréstito con la Baring Brothers y terminar con el desarrollo de la industria nacional del Paraguay de Solano López.

Acaso un fuerte inspirador en aquel entonces de ese modelo de país fue Juan Bautista Alberdi quien realizó su diagnosticó recomendando lo siguiente: “Una de las causas de crisis en Sud América, ha venido a ser el afán ignorante y ciego de crear una industria fabril sudamericana, rival de la industria europea, por medio de una legislación protectora. La tentativa es del mismo linaje de locura, que la batalla de Don Quijote con los molinos de vientos”.

Para salir de la crisis, el padre de la Constitución Nacional escribió el tratamiento más adecuado. Primero, la “supresión casi total del gasto en instrucción pública. Los discípulos deben pagar los sueldos de sus maestros. Las ciencias son un saber de mero lujo”. Segundo, “aplazamiento de las obras públicas, menos indispensables”. Tercero, “privatización de los bancos oficiales”. Y por último, un dato singular: “La venta de las tierras desiertas de la Patagonia, Chaco y Misiones, a los acreedores extranjeros”.

La última dictadura cívico militar que gobernó Argentina se le ocurrió algo parecido, pero a través de una cara mucho más contemporánea del coloniaje. En 1979 se les ocurrió convertir a Gastre (Chubut), en un basurero nuclear al servicio del mundo desarrollado. Se hablaba de esas concesiones con olor a muerte, a cambio de condonar deuda externa y las negociaciones con Suiza. Avanzaron rápidamente en la concreción del proyecto. El freno lo pusieron los europeos, después hablar con Carter: “No pongan residuos de alta actividad como plutonio, en manos de genocidas, porque los pueden convertir en bomba atómica”.

El proyecto fue reflotado por la versión neoliberal del menemismo, hasta que en 1996 el pueblo patagónico se puso de pie y dijo NO. Las negociaciones las habían iniciado, técnicos del Banco Mundial a nombre de los interesados: Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Suecia, Suiza, Francia, Bélgica y Canadá.

El mal de lo propio en manos extranjeros no solo afecta a nuestro país. Recae en los más débiles después de forzarlos a un proceso de endeudamiento. A principios de 2016 Grecia vendió Pireo, el puerto comercial más importante, uno de los más antiguos del Mediterráneo. Cinco siglos antes del nacimiento de Cristo, Pireo fue considerado el centro comercial más importante del mundo.

El grupo chino COSCO, salió de compras y encontró en oferta, por poco más de 280 millones de dólares, el 51% de las acciones. Dentro de cinco años, pagarán otros 350 millones con la ganancia que les deje esa porción de “ex territorio” griego, para quedarse con el 67% del puerto. Grecia no recibirá un mango. Todo se utilizará para el pago de la deuda externa. Alberdi tenía razón, algunos cuando no hay billetes se paga con tierra.

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