“Este gobierno no resolvió los problemas fundamentales de la Argentina, y se ha transformado en una trituradora de ilusiones. Tengo una rara mezcla de bronca, furia y dolor”. Fue esta la frase lapidaria que dio Carlos Chacho Álvarez, horas antes de presentar su renuncia a la vicepresidencia, y después de haber estado apenas 10 meses compartiendo el gobierno con Fernando De la Rúa.

Una frase dicha por el hombre que en pocos años construyó un polo de poder político a través de su figura, con un partido que nació y creció desde los medios de comunicación. Alvarez supo aprovechar, quizás como ningún otro dirigente contemporáneo de la argentina, los espacios que lograba en la prensa para instalarse como una alternativa de poder. Sin embargo, una vez ubicado en la casa Rosada comprendió lo que muchos le habían anticipado, y terminó reconociendo en su libro “sin excusas “: Su socio en la alianza electoral recorría las antípodas de su pensamiento político

Hijo de un obrero gráfico español, Carlos Álvarez nació en el barrio porteño de Balvanera el 26 de diciembre de 1948. Su infancia tuvo como escenario la geografía que rodeaba el viejo mercado Spinetto. En una escuela de ese barrio curso la primaria. Fue cadete de farmacia a los 12 años y vendedor de la librería Santa Fe durante casi toda su adolescencia. La secundaria la completó en el Mariano Acosta y después estudió licenciatura en historia en la Universidad de Buenos Aires.Fue visitador médico y dueño de un pequeño comercio, que durante los años de la última dictadura militar le sirvió para ganarse la vida junto a un grupo de amigos.

Se arrimó a la militancia política a fines de los años 60, participando en grupos vinculados a la llamada C.G.T. de los Argentinos. En la década siguiente fundó la agrupación Forpe. Más tarde se identificó con el llamado peronismo revolucionario, aunque tomó distancia de los sectores más radicalizados que sostenían la lucha armada.

Durante los años de la dictadura militar refugió su actividad política en aquella librería de Palermo y en la clandestinidad formó parte del grupo Víspera. Fue uno de los redactores del documento que denunció las violaciones de los derechos humanos en la Argentina, que Deolindo Felipe Bittel presentó ante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979. En 1984 redactó el documento fundacional de la corriente renovadora del peronismo que encabezó Antonio Cafiero, enfrentando a la ortodoxia que representó por aquellos años Herminio Iglesias. Su distrito siempre fue la Capital Federal, y para diferenciarse de la conducción del también renovador Carlos Grosso, fundó junto a Germán Abdala la agrupación 30 de marzo. En 1985 creó y dirigió la revista Unidos, en la que hasta 1989 trabajaron, entre otros, Oscar Landi, Mario Wainfeld, Alvaro Avós, Artemio López, Daniel García Delgado y Abel Posada.

En las elecciones de 1989, mientras Carlos Menem lograba el voto popular para acceder a la presidencia de la nación, él alcanzó una banca de diputado nacional por el justicialismo porteño. Un año después dejó el PJ para formar el Grupo de los 8, junto a German Abdala, el  forjista Darío Alessandro, Juan Pablo Cafiero, Luis Brunatti, Franco Caviglia, José Ramos  y Moises Fontela.

Fue un grupo crítico de los indultos a los militares, de la alianza del menemismo con los Alsogaray, de la apertura indiscriminada de la economía, de la forma en que se encararon las privatizaciones, de la insensibilidad social del gobierno y, fundamentalmente, se identificó con las denuncias de los escándalos por corrupción que apuntaban a altos funcionarios del gobierno de Carlos Menem.

Chacho Álvarez mostró novedosos perfiles intransigentes que le permitieron ir ganando adeptos en determinados sectores de la población. Por ejemplo, rechazó de plano asistir al programa Tiempo Nuevo, ni aceptar reportajes de Bernardo Neustadt. “Se puede ser político sin tener que pasar por ese programa “, afirmó en momentos en que Tiempo Nuevo era una pasarela obligada para quien quería trascender en la política. Fue un anti Menem de la primera hora, y no tardó en tildarlo de traidor.

En mayo de 1993 se conformó el Frente Grande con diversas agrupaciones políticas que se desprendían del Partido Justicialista. Allí se alió con Pino Solanas y Mary Sánchez, entre otros. En 1994 ganó las elecciones para la conformación de la Asamblea General Constituyente, en Capital Federal encabezando la lista del Frente. La elección fue tan buena que se planteó el desafío de darle proyección y crecimiento, a la nueva agrupación. Una estructura partidaria capaz de abrazar, con la misma intensidad, todo el país. Pensó en más figuras del llamado campo progresista. Así nació el encuentro bautizado del Molino, realizado en agosto de 1994 en la confitería ubicada en la esquina del Congreso Nacional. Allí, Álvarez se reunió con un radical, Federico Storani y un peronista, por aquel entonces díscolo de la estructura partidaria dominada por el menemismo, José Octavio Bordón. Sentaron las bases de un acuerdo programático con intenciones de formar una alianza con miras a las elecciones de 1995.

Un mes después de aquel encuentro Álvarez, junto a Bordón y los partidos Unidad Socialista y Democracia Cristiana, formó el Frepaso. Federico Storani, que lideraba una corriente interna del radicalismo, no pudo romper con su partido y desistió del convite. Chacho Álvarez era sinónimo de denuncias e investigaciones parlamentarias. Viajó a Italia para hablar con un juez de ese país que investigaba coimas en el gobierno italiano. Quería apuntalar pruebas que unían los casos de la llamada tangente, con funcionarios y empresarios ligados al menemismo

El partido político de Chacho Álvarez aportó novedades metodologías para las estructuras partidarias de nuestro país. Novedades que hacían parecer al Frepaso como algo que puertas adentro no era tanto, un partido abierto y democrático. En febrero de 1995 el Frepaso realizó las primeras elecciones internas totalmente abiertas a cualquier ciudadano, para definir quien encabezaba la fórmula presidencial de la agrupación. Fue la primera vez que nuestro país vivió una experiencia similar. 500 mil personas votaron para que la fórmula fuera Bordón-Álvarez.

El 14 de mayo de 1995, con más de 5 millones de votos, el Frepaso obtuvo el segundo lugar en las elecciones nacionales que reeligieron a Carlos Menem para un segundo mandato. Fue una gran elección para un partido político nuevo. El Frepaso desplazó a un lejano y tercer lugar al radicalismo. Un mes después de las elecciones nacionales el Frepaso ganó la intendencia de Rosario. El electorado estaba expresando su aceptación a nuevas formaciones políticas, rompiendo el bipartidismo reinante en las últimas décadas.

Pero, aquella cataratas de votos lejos de unir dividió a los dirigentes del Frepaso. En febrero de 1996 Octavio Bordón inesperadamente se fue de la agrupación, y tiempo después renunciaría a su banca en el senado nacional. Una reacción que no pareció tener un sentido político claro. Tanto fue así que los legisladores del partido País, que había fundado Bordón, se integraron al Frepaso. La renuncia de Bordón no pareció afectar el crecimiento del Frepaso que en mayo de 1996 triunfó, con Graciela Fernández Meijide al frente, en las elecciones constituyentes de la ciudad de Buenos Aires. Chacho Álvarez también planteó nuevas metodologías de protestas. El 12 de septiembre de 1996, junto a Rodolfo Terragneo, encabezó un acto en el barrio de Boedo que tuvo como novedad un apagón voluntario de luz, como una queja contra la insensibilidad del gobierno nacional. Aquella acción, que fue muy exitosa, comenzó a sellar un acuerdo con la UCR. Álvarez ya tenía en mente la conformación de una alianza electoral, como única forma de derrotar al menemismo en el 99.

En agosto de 1997, Chacho Álvarez le tendió un puente al radicalismo, sacándolo del ostracismo. Junto a Fernando de la Rua, Raúl Alfonsin, Graciela Fernandez Meijide y Rodolfo Terragneo, decidieron conformar la Alianza por el trabajo, la justicia y la educación marcando el puntapié inicial de un acuerdo programático entre el Frepaso y la Unión Cívica Radical. Fue el paso que antecedió al acuerdo, entre ambas fuerzas políticas, con miras a las elecciones de 1999. Ambas fuerzas políticas presentaron, en julio de 1998, la carta de los argentinos con las bases de sustentación del futuro gobierno de la Alianza. Pero, ¿Quién sería el candidato presidencial de esa Alianza?. Carlos Chacho Álvarez intentó convencer a varios de sus compañeros de ruta, de la necesidad de acompañar a De la Rua. Entendía que era un candidato con consenso. La decisión tuvo mucha resistencia. Graciela Fernández Meijide creyó tener posibilidades en ganar la pulseada en una interna abierta. Ella y su grupo más íntimo sostenía, no sin lógica, que la UCR había quedado tercera, detrás del Frepaso, en las últimas elecciones y no parecía lógico entregar la cabeza de la fórmula sin pelearla. Pero, las internas, por más abiertas que sean, no dejan de ser el resultado de un esfuerzo de movilización y organización militante. El 23 de noviembre de ese año se realizaron las internas abiertas. La poderosa estructura del centenario partido de Alem e Yrigoyen trituró al Frepaso y a su candidata presidencial. Dos millones y medio de personas participaron en aquellas internas. Pocos días después quedó conformada la fórmula De la Rua-Carlos Álvarez. El 24 de octubre de 1999 la Alianza ganó las elecciones nacionales, que colocarían a Carlos Chacho Álvarez como nuevo vicepresidente de la nación.

Cuando asumió la Vicepresidencia estaba casado, en segundas nupcias, con Liliana Chernavovsky, y en su última declaración jurada de bienes reportó tener 80.934 pesos más un departamento de tres ambientes en el barrio de Palermo, y un auto modelo 92, que su última esposa aportó a la sociedad conyugal.

El tiempo fue marcando lo que era visible desde mucho antes de la conformación formal de la Alianza. Las diferencias entre el Frepaso y la UCR no eran solo una cuestión de matices. Álvarez perdió poder de decisión. La brecha entre unos y otros se amplió cada vez más, aunque ambos se encargaron de minimizarlas. El principio del final de la Alianza comenzó a configurarse con un escándalo de proporciones desatado en la Cámara Alta, que presidía, justamente, Álvarez. Una nota del periodista Joaquín Morales Sola publicada en el diario La Nación en junio de 2000, denunciaba coimas en el senado. El artículo revelaba que en abril se habrían sobornado a senadores para aprobar la reforma laboral, un proyecto de ley que generó rechazos desde los sectores gremiales.

Pocos días después en una sesión ordinaria de la Cámara, Antonio Cafiero planteó una cuestión de privilegio para hacerse eco del artículo periodístico de Morales Sola. Un anónimo transitó por los pasillos del senado contaba, con lujo de detalles, la trama secreta del supuesto pago de coimas a senadores. El escándalo no dejó lugar para distraídos. El vicepresidente Carlos Álvarez pidió las renuncias de quienes estaban sospechados. No fue acompañado por De la Rúa. El presidente prefirió minimizar las denuncias recurriendo a aquello de la justicia debe fallar. En la Rosada, allegados al ex presidente alentaban la confrontación con el líder del Frepaso, mientras que los senadores más comprometidos lograban la cobertura política necesaria para resistir las investigaciones. De la Rúa decidió meter mano en su gabinete para atemperar la ola de críticas. Los cambios mostraron que su determinación era confrontar con su compañero de fórmula. Colocó a una figura altamente irritante para Álvarez, como Alberto Flamarique, a cargo de la jefatura de gabinete. Fue la gota que rebalsó el vaso. El vicepresidente sintió que no hubo margen para nada más. El 6 de octubre de 2000 presentó su renuncia indeclinable.

A aquella decisión le siguieron otras que no dejaron muy en claro si la dimisión era parte de una estrategia política para reposicionarse, o si en verdad quería desarmar la estructura partidaria que había construido para comenzar de cero nuevamente. Formó un grupo de trabajo integrado por jóvenes ajenos a la militancia política, que no llegó a constituirse y ya había pasado a la historia. Más tarde intentó retornar al gobierno.  La ex Ministro de Desarrollo Social, Graciela Fernández Meijide, sirvió de puente para las negociaciones con De la Rúa. Se barajó la posibilidad que asuma la jefatura de gabinete, pero De la Rúa ofreció dos Ministerios, y el acuerdo naufragó.

Tiempo después Álvarez reapareció para presentar su libro “sin excusas“. Una visión autocrítica, no solo de su gestión, sino de las decisiones políticas más trascendentes que tomó antes de llegar a la vicepresidencia. De estas páginas que describen el recorrido de su fracaso, los argentinos podemos rescatar, además de la saludable actitud autocrítica y de responsabilidad sobre los hechos sucedidos, una descarnada visión de cómo se construye el poder político y lo efímero que puede ser.

Desde su salida de la vicepresidencia Álvarez entró en un ostracismo voluntario. Hizo un paréntesis en 2005, cuando por gestión del entonces presidente Néstor Kirchner asumió como presidente de la Comisión de Representantes del Mercosur. Estuvo allí, viviendo en Montevideo, hasta fines de 2009. En 2011 asumió como representante argentino en ALADI, la Asociación Latinoamericana de Integración que con sede en Montevideo conforman 13 naciones, donde permaneció hasta septiembre del año pasado. Por estos días, con 69 años, Álvarez sigue cultivando el perfil bajo, sus amistades aseguran que no volverá nunca más a ocupar cargos, pese a haber sido tentado por más de una fuerza política.

Compacto del programa Causa Pendiente emitido en 2004