La humillación a la condición humana convive entre nosotros. Se la puede observar en situaciones que parecen fuera de época, bajo la creencia que en estos tiempos ya no existe cierta forma miserable de explotación de personas. Lamentablemente, no es así.
La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) informó esta semana que tras una serie de procedimientos en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Chaco, detectó 235 trabajadores en situación de explotación laboral que bien podría definirse como semi esclavitud. Personas que sufrían esta situación para 9 firmas distintas dedicadas a diferentes rubros como el cultivo de papa, producción de leche, cría de animales, desmonte y producción de carbón.
En Dolores trabajadores dedicados a la producción de papa vivían en trailers precarios sin sanitarios ni gas y tenían a su cargo tanto el costo de las garrafas como el hielo que debían utilizar para refrigerar alimentos. Los trabajadores desconocían hasta el momento de la cosecha el monto que cobrarían por su salario, sus jornadas laborales duraban 15 horas diarias y tenían impedido salir del campo. Además, los víveres debían adquirirlos a precios abusivos a un familiar del dueño.
En Bahía Blanca la AFIP constató que 10 trabajadores eran obligados a dormir hacinados en un micro escolar al que le habían retirado los asientos para poner en su lugar camas precarias. No tenían sanitarios ni ducha y debían higienizarse en una lona con un pallet ubicado en las inmediaciones del colectivo. Habían sido contratado junto a otros 16 trabajadores que también vivían en dos vehículos “acondicionados” para tal fin. Declararon cobrar entre $3.500 y $9.000 por día, pero al momento de la inspección, aún no habían percibido ninguna suma.
En Chaco la AFIP relevó un establecimiento en donde se producía carbón vegetal sin elementos de seguridad alguno. Los empleados trabajaban de lunes a sábados y durante ese lapso vivían en campamentos precarios sin electricidad ni mecanismos para aislar el calor o evitar el ingreso de insectos. Debían bañarse mediante baldes con agua y durante la noche debían prender fuego para poder iluminar el predio. Las jornadas laborales eran extensas y cobraban por ellas $40.000 por mes, podía ser menos ya que el dueño descontaba los días de lluvia y $10.000 en concepto de los víveres que les llevaban al campamento al momento de abonarles el sueldo.
En Santa Fe la AFIP denunció al dueño de un campo después de constatar que en una construcción precaria sin acceso a agua potable vivía una familia de tres personas que se encargaba de alimentar animales y cuidar el predio. Uno de los empleados de 16 años, declaró trabajar allí desde los 11 y cobrar $10.000 por mes, mientras que su padre percibe entre $30.000 y $40.000 y la madre directamente no percibe ninguna remuneración. No podían salir del predio sin autorización del patrón, que no siempre se las concedía.
Tras detectar estas irregularidades el organismo nacional presentó 3 denuncias penales en la justicia federal por niveles de explotación humana llevada a la servidumbre que están penadas por la ley.
Los hechos relatados en este brutal informe de la AFIP son parte de un presente que se recuesta sobre una maldita herencia relacionada con una cultura del poder discrecional que atravesó nuestro país. Los cimientos de ese empoderamiento se establecieron en tiempos donde se aceptó como lógico la explotación de quienes quedaban más débil en la escala social. Una cultura contra la dignidad del hombre fogoneada y protegida por gobiernos y dictaduras que representaron los intereses de una argentina colonial.
La historia de La Forestal acaso sea un verdadero emblema de ese manejo miserable del poder económico al servicio de la explotación del hombre. La Forestal fue una compañía inglesa instalada en el país a finales del siglo XlX. Su acción depredadora hizo raíces en el sur del Chaco, el norte de la provincia de Santa Fe y el noreste de Santiago del estero. Allí explotó los extensos bosques de quebracho blanco y colorado que había en estas provincias lo que le permitió ser la primera productora de tanino a nivel mundial.
LA Forestal llegó a fundar 40 pueblos, con puertos, 400 kilómetros de vías férreas propias y alrededor de 30 fábricas. Todo obtenido descargando una brutal explotación de sus trabajadores y depredando 2 millones de hectáreas que, una vez esquilmadas, quedaron como un desierto cuyas consecuencias negativas perduran y en muchos casos se consideran irrecuperables. Solo en la provincia de Santa Fe la Forestal provocó la pérdida del 86% de sus bosques.
La Forestal creció bajo la fachada de empresa benefactora que traía progreso al país creando pueblos y llevando servicios para los mismos Así se constituyó en un Estado dentro del Estado Nacional como lo bautizó el historiador Gastón Gori. Contaba con más de 20 mil empleados, ferrocarriles, puertos propios, que funcionaban bajo sus propias reglas, las mismas que aplicaba con sus miles de trabajadores a quienes les abonaba el sueldo con pagarés que debían canjear en los comercios que pertenecían a la misma empresa.
La Forestal instaló sus propios almacenes que aceptaban los famosos vales con mercadería a bajo precio, para evitar la presencia de otras eventuales industrias.
La Forestal fue una verdadera maquinaria de dilapidar la dignidad de sus trabajadores, los recursos naturales de tres provincias y depredar las arcas del Estado Nacional. Una demostración de esto último se pudo constatar en balances de la empresa. En 1916 abonó 300 mil pesos en concepto de impuestos locales, mientras que ese mismo año giró al Imperio Británico 9.000 millones de pesos, es decir treinta veces más.
En junio de 1919 en el local de la Federación Ferroviaria de Vera en Santa Fe, se constituyó el Sindicato de Obreros en Tanino y Anexos de La Forestal. Su Secretario General, Teófilo Lafuente junto a una comitiva de obreros comenzaron a visitar los 40 pueblos creados por la empresa. En cada uno de ellos hubo asambleas realizadas en las plazas con presencia masiva de obreros.
Una vez concluida estas giras el sindicato decidió elaborar un pliego de 35 demandas a la empresa. En ellas los trabajadores reclamaron poner al sistema opresivo pidiendo condiciones que resultan básicas para la dignidad humana como libertad de reunión y comercio, servicio sanitario y colocación de canillas de agua en cada cuadra. También reclamaron la reincorporación de trabajadores expulsados, condiciones laborales y mejores salarios. El punto 35 de aquel pedido estuvo reservado para solicitarle a los gerentes y altos empleados que observen más respeto hacia los trabajadores.
No hubo respuesta patronal al petitorio. La empresa inglesa lo ignoró por completo. Seis meses más tarde el 14 de diciembre de 1919, el sindicato declaró la huelga en el territorio de La Forestal. Los 40 pueblos fueron, tomados por los obreros después de paralizar completamente el funcionamiento de la empresa.
Los diarios de la época aportaron lo suyo. Inclinados a defender los intereses de la empresa inglesa mentían informando sobre patrullas armadas de trabajadores huelguistas que recorrían las calles de los pueblos de La Forestal amedrentando a la gente y tenían secuestrados en sus casas a gerentes y altos empleados.
La huelga finalizó con un relativo triunfo para los trabajadores, ya que la empresa si bien aceptó atender los reclamos del petitorio nunca lo cumplió. Peor aún, decidió poner proa hacia el fortalecimiento de su control de poder interno. Así creó una fuerza policial propia conocida como “los cardenales” que se encargó de hacer cumplir la normativa interna, aunque la misma entrara en conflicto con la propia Constitución Argentina.
En 1919 la presidencia del país estaba en manos de Hipólito Yrigoyen que encabeza un gobierno que, en estos primeros años de gestión, veía con buenos ojos la constitución de sindicatos que defiendan los intereses de los trabajadores. El conflicto en La Forestal estalló bajo su gestión y fue creciendo hasta transformarse en una verdadera masacre de obreros de la empresa inglesa.
En mayo de 1920 asumió como gobernador de Santa Fe, Enrique Mosca, por el Partido Radical “Antipersonalista”. El opositor del Presidente Yrigoyen creó por decreto la Gendarmería Volante, financiada íntegramente por La Forestal. La violencia desatada por estos gendarmes fue acompañada por el cierre de fábricas que dejaban sin trabajo a cientos de familias.
En enero de 1921 el panorama para los trabajadores era alarmante, habían pasado de una victoria sindical importante en marzo de 1920, a una desoladora situación cargada de violencia desplegada por las fuerzas policiales que respondían a La Forestal. Ni el gobierno nacional ni el provincial podían impedir los abusos de la empresa ni el cierre de sus fábricas.
En aquellos años la oligarquía terrateniente, preocupada por las protestas de los trabajadores del campo, había conformado la Liga Patriótica Argentina, una asociación civil que operó activamente como grupo parapolicial de extrema derecha, impulsado por una ideología nacionalista, antiizquierdista, antisemita, racista y antisindical. Este grupo de choque tuvo protagonismo central tanto en la represión a los trabajadores de La Forestal en el norte del país como en las acciones contra los peones patagónicos en el sur.
El conflicto obrero en La Forestal tuvo su jornada negra el 29 de enero de 1921 cuando grupos trabajadores intentaron tomar los pueblos Villa Ana y Villa Guillermina. Se tirotearon con los cardenales, la policía propia de la Forestal dejando como resultado varios muertos en ambos sectores.
Cuando más obreros se sumaron a la toma de los pueblos las fuerzas policiales se reforzaron con los gendarmes provinciales que financiaba la empresa inglesa. Fue una jornada brutal y sangrienta seguida por días de igual calibre. Muchos obreros, superados en número y armamento por las fuerzas policiales, fueron perseguidos hasta los montes donde buscaron refugio. Nunca se conoció un parte oficial señalando la cantidad de muertos, se estima que fueron más de 600.
La Forestal se fue de Argentina en 1964 después de cerrar pueblos que había fundado, luego de haber talado casi el 90% de los bosques y haber causado un proceso de desertificación y un daño ecológico calculado en 3.000 millones de dólares según constató un informe de la Secretaría de Ambiente y el INTA.
Tras el cierre de la última fábrica La Forestal trasladó su producción a Sudáfrica, donde el Apartheid exigía menos controles en la década del sesenta y prometía mano de obra más barata. Allí también el conglomerado inglés dejó un tendal de pueblos abandonados y obrajeros de a pie.
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