Solo en 10 de los últimos 123 años hubo superávit fiscal y desendeudamiento. ¿Cuándo y quién?

Por Claudio Leveroni

Un reclamo permanente que encabeza los discursos de la derecha argentina es el ajuste, no tener déficit, el equilibrio fiscal. Es decir, un presupuesto nacional sin rojo, sin gastar más de lo que se recauda. Algo que nunca lo cumplieron estando al frente de la administración nacional. Sin embargo, colocan esa premisa como una verdad revelada que ya hizo huella y se instaló en el sentido común del ciudadano medio.

El modelo neoliberal que representa a la derecha de nuestro país nunca logró el objetivo que tanto reclama de tener superávit. No lo tuvo cuando gobernó 25 años en el siglo XX, con 6 dictaduras tampoco en democracias débiles durante ese período, y mucho menos en los 4 tortuosos años de Macri.

No lo lograron pese a ser los mayores endeudadores del país. Lo fueron cuando hicieron saltar la deuda externa de 6.500 millones de dólares a 45.000 millones de 1976 a 1983 bajo la última dictadura cívico militar. Repitieron la misma acción fulminante de volver a quedar atrapados en las redes del FMI bajo la gestión de Mauricio Macri, asumiendo un compromiso por 54.000 millones de los que finalmente llegaron 45.000. Los últimos 9.000 millones no los aceptó Alberto Fernández.

La desastrosa gestión histórica de la derecha argentina en el poder, usurpado o ejercido bajo mandato electoral, se completa con una combinación fatal para la economía de los argentinos. Pese a tener ingresos extraordinarios por esos brutales endeudamientos siguieron teniendo déficit fiscal.

Sin que esto se transforme en una clase de economía, porque en realidad estamos hablando de gestión política, tengamos en cuenta esta definición. Cuando hablamos de déficit primario nos referimos a un mayor gasto con relación a los ingresos de la recaudación; cuando hablamos de déficit fiscal hay que incluir también los gastos provenientes del pago a la deuda.

En 123 años, es decir desde 1900 a la fecha, Argentina tuvo solo 10 años con superávit fiscal. 6 de esos 10 años fueron en los últimos 40 desde la vuelta a la democracia. En 1993, producto de la recaudación del desguace del Estado a través las privatizaciones que encaró Carlos Menem, y durante cinco años donde gobernó el peronismo, primero con Néstor Kirchner (2003/2007) y en el 2008 con Cristina Fernández. Período en el que, además se logró pagar la totalidad de la deuda con el FMI y lograr refinanciamiento y quita del 66% con los bonistas privados y tener superávit primario que se colocó entre el 2% y 4%.

Vaya diferencia. La derecha neoliberal, nos endeudó brutalmente y, a pesar de esos ingresos extraordinarios vía endeudamiento, siguieron teniendo sus cuentas en rojo. En cambio, el peronismo hizo todo lo contrario. Desendeudó pagando los compromisos con el FMI y con bonistas privados, y además generó superávit. No es el resultado de una determinación solo económica, es toda una definición política.

Cuando la derecha reclama equilibrio fiscal lo hace pensando en un ajuste que apunte al recorte de los gastos destinados a la ayuda social. Para que ese discurso penetre en las capas medias apunta a adjetivar. Califica con desprecio de planeros a quienes reciben planes sociales, como si estos le resolvieran la vida a los más empobrecidos.

Quienes tienen menos adiestradas sus neuronas igualan con rapidez vagos con planeros. Desatan su odio clasista retroalimentado por una marcada ausencia de solidaridad. Podrían referirse a otros planeros de jerarquía social diferente. Por ejemplo, los subsidios que reciben infinidad de empresas bajo diferentes estándares. Los subsidios al campo por sequías o inundaciones, o los que se direccionan a las industrias para incentivarlas a tomar empleados. Acaso el ejemplo más brutal fue la ayuda a empresas durante la pandemia. En 2020 fue de 1,37 billones de pesos que representó el 4,8% del PBI de ese año.

Enfrentar con argumentos la hipocresía del discurso que riega el liberalismo es una tarea cotidiana para todo argentino que busque movilizar sus pensamientos en una dirección tan soberana como solidaria.

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