Ser presidente no es para cualquiera

Por Claudio Leveroni

La desconexión de la realidad ya es una peligrosa característica del gobierno cuyas consecuencias se profundizan aceleradamente con el correr de los días. Los largos cinco meses que lleva timoneando el destino del país parecen ser un engaño del calendario.

En los últimos días, y en más de una ocasión, el presidente Javier Milei planteó que los salarios le están ganando a la inflación. Una aseveración disparatada, difícil de aceptar, y no solo por el costo de los alimentos. Semejante afirmación fue dada en medio de aumentos desorbitantes que los argentinos estamos recibiendo en estos días a través de facturas de los distintos servicios públicos, en las prepagas, y en las tarifas del transporte.

En paralelo a esa afirmación Milei viajó, una vez más, a Estados Unidos. No fue para tener un encuentro con autoridades de ese país, tampoco con el FMI o el Banco Mundial. Lo hizo para participar de un foro internacional y darse el gusto de cruzarse con el mega millonario Elon Musk, a quien ya define como su amigo.

En días más Milei hará otro viaje personal. Degradando la jerarquía que representa el status presidencial que ostenta, irá a España para participar de un acto proselitista de Vox, la fuerza política de extrema derecha de ese país. Aquí tampoco hay agendada una visita oficial a las autoridades españolas. Por estas horas cancillería trabaja denodadamente para que lo reciba Felipe VI y así darle un contexto que justifique los gastos de semejante traslado.

Milei aún no ha realizado visitas a provincias, salvo aquella en diciembre por el temporal en Bahía Blanca y el forzado traslado a Tierra del Fuego acompañando a la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, la generala Laura Richardson. Sin embargo, se muestra bien predispuesto para encaminarse hacia el exterior. Hizo cuatro viajes a Estados Unidos, en ninguno logró ser recibido por el presidente Joe Biden. Inimaginable que eso mismo suceda en sentido contrario. Es decir, Biden viniendo a nuestro país sin ser atendido por nuestro presidente. La comparación parece ser un grotesco, pero sirve para registrar como Milei destrata la jerarquía que representa ser el presidente argentino.

Al primer mandatario le gusta mostrarse en el exterior casi en el convencimiento que se transformará en un referente internacional del ala más extrema de la derecha. En estos cinco meses también estuvo en Davos, en Israel y el Vaticano. En junio se subirá nuevamente al avión presidencial para trasladarse a Italia y participar del G7. Ese mes también visitará nuevamente España para recibir un galardón.

Mientras afirma, seguramente convencido, que los salarios le ganan a la inflación Milei despliega una agenda de viajes al exterior que tienen una indisimulable intención. Cubrir sus expectativas personales. No hay en ellos una agenda oficial que pueda ser entendida como representativa de interés para los argentinos. No hubo anuncios de inversiones, tampoco acuerdos internacionales de trascendencia para el país. Exponer la figura presidencial no encaja con semejante despliegue.

El estilo desenfrenado de Milei, sus afirmaciones de brutal incoherencia y viajes pocos justificados para el interés nacional, son parte de una escenografía cotidiana capaz de angustiar al ciudadano inquieto, el que desmenuza y razona los hechos del diario vivir. Una preocupación que nos deja el interrogante de saber hasta dónde es posible avanzar bajo este esquema de desconexión con la realidad.

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