La palabra populismo fue transformada por la derecha vernácula en una expresión despectiva, utilizada para definir una forma de gobernar en la que se sostienen medidas de apoyo económico direccionada a la franja social más desprotegida del pueblo. Lejos de parecer esto como una virtud, los medios y referentes más destacados de la centro derecha argentina asumen este abanico protector como un despilfarro de recursos.
No se utiliza la misma calificación ni intencionalidad cuando los recursos del Estado van a cubrir subsidios a sectores con mejor sostén económico. Nunca se aplica populismo cuando, por ejemplo, se ayudó a más de 30 mil empresas para que puedan pagar sueldos a través del Programa de Recuperación y Sostenimiento Productivo (REPRO), o cuando se socorre a productores cuyos campos se inundaron; o cuando se financia el gasoil para que puedan movilizar sus tractores y camiones.
Bajo este criterio Mauricio Macri definió el último viernes de populista a una línea histórica de nuestro país en la que incluyó a Hipólito Yrigoyen. En el marco de sus notables limitaciones intelectuales el ex presidente definió al líder radical como uno de los impulsores del populismo en el mundo, junto a Perón y Evita.
Furioso por semejante definición los herederos de la vieja Línea Nacional, la corriente más conservadora de la UCR, salieron al cruce de la calificación a la administración del “peludo”, tal como apodaban a Yrigoyen. “Denigrar la figura histórica de una persona que entregó su vida a la obra de una mejor Argentina es además hacerle daño a nuestra propia historia de país”, respondió el gobernador de Jujuy y titular de la UCR Gerardo Morales a las reflexiones de Macri.
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