Sadio Mané es un jugador del seleccionado de Senegal que está entre los mejor cotizados del fútbol europeo. Juega en el Liverpool con un salario anual bordea los 15 millones de euros. Sin embargo, su principal característica, la que lo hace sobresalir por encima de sus iguales, es su extraordinaria filosofía filantrópica. No tienme aviones privados, ni coches de alta gama, ni relojes de lujo, prefiere ayudar a su gente. Así lo dejó claro en una conversación con el programa “Talents d’Afrique” del canal senegalés TeleDakar.

“Para qué querría diez Ferraris, 20 relojes de diamantes o dos aviones? ¿Qué harán esas cosas por mí y por el mundo? No necesito autos de lujo, casas de lujo, viajes ni mucho menos aviones. Prefiero que los míos reciban un poco de lo que la vida me ha dado”, dijo el atacante que cada vez va más lejos en su generosidad. Entregó 300.000 euros para levantar una escuela, planea la construcción de un hospital y entrega mensualmente 70 euros a cada una de las familias de su barrio para “ayudar a la economía familiar”.

Tampoco le gusta jugar PlayStation, una afición habitual entre los futbolistas. Dice que le parece una pérdida de tiempo y no lo ayuda a ser un mejor profesional. No asiste a fiestas. “Yo pasé hambre, trabajé en el campo, jugué descalzo y no fui al colegio. Hoy puedo ayudar a la gente. Prefiero construir escuelas y dar comida o ropa a la gente pobre”, explicó el futbolista, que regala camisetas del Liverpool a niños de su pueblo, reparte ropa, zapatos y comida para los más necesitados.