La Argentina de 2003 tenía una escenografía desgarradora. Estaba sobreendeudada, en default, con un 25% de desocupación, el 54% de la población viviendo por debajo de la línea de pobreza y con más de 10 millones de personas en la indigencia. Ese fue el trazo grueso del panorama que recibió Néstor Kirchner cuando asumió la presidencia el 25 de mayo de ese año.

La estrepitosa caída del gobierno radical que encabezó hasta diciembre de 2001 Fernando De la Rúa dejó al país en una situación límite. Aquella fracasada alianza tuvo en su gabinete a buena parte de quienes hoy se instalan como la principal fuerza de oposición, nucleada en Juntos por el Cambio. Allí estuvieron Patricia Bullrich, Ricardo López Murphy y Horacio Rodríguez Larreta entre otros. Todos huyeron de la responsabilidad de aquel temible momento.

Además de los 39 muertos que dejaron las jornadas de represión que se vivieron en todo el país en diciembre de 2001, Argentina quedó marcada por una sucesión frenética de cinco jefes de Estado en 11 días.

Tras la salida en helicóptero de Fernando De la Rúa, ocurrida el 20 de diciembre de 2001, le sucedieron las del misionero Ramón Puerta, el sanluiseño Adolfo Rodríguez Saá, el bonaerense Eduardo Camaño, para finalmente recalar en el exgobernador bonaerense Eduardo Duhalde.

Duhalde asumió el 2 de enero de 2002 para gobernar un año y cinco meses. Lo hizo mientras se sucedían protestas permanentes en las calles. Cacerolazos, cortes de rutas, protestas en los bancos, asambleas populares y un rechazo generalizado hacia la dirigencia política, representada en un solo grito bajo la consigna “Que se vayan todos”.

Duhalde le puso fin a la ley de convertibilidad impuesta por Menem y Cavallo. Una determinación populista que equiparaba un peso con un dólar. Forzó una pesificación de los depósitos bancarios en moneda extranjera. Lo hizo prometiendo que quien depositó dólares recibiría dólares.

La debilidad de aquel gobierno provisorio se potenció tras la conmoción política que produjeron los asesinatos de los jóvenes manifestantes Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en Puente Pueyrredón. Las elecciones programadas en un principio para octubre de 2003 debieron adelantarse para el 27 de abril.

Carlos Menem creyó tener posibilidades de regresar a la presidencia. Se presentó y obtuvo en la primera vuelta el 24% de los votos. En segundo lugar quedó el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner, con el 22%. Ambos debían dilucidar en segunda vuelta quien sería el bendecido para conducir los destinos de la patria.

La lista de aspirantes presidenciales en aquella primera vuelta se completó con el 16% de votos para Ricardo López Murphy, el 14% de Adolfo Rodríguez Saá, y también un 14% para una Elisa Carrió que en esos años se mostraba a contramano de su discurso actual. Acaso, se pueda interpretar que la consigna “que se vayan todos”, vociferado por la multitud enardecida, fue una expresión de bronca que no tuvo correlato con la participación de los votantes en el comicio. En esas elecciones emitió su voto más del 78% del padrón.

La segunda vuelta fue una decepción democrática de proporciones que tuvo como principal responsable a Carlos Menem. Las encuestas daban una abrumadora mayoría inclinada hacia la elección de Kirchner. Con estos datos el riojano asumió la irresponsable determinación de bajarse de la contienda. Lo anunció el 14 de mayo, cuatro días antes de la elección. Kirchner fue declarado presidente electo. Menem lo dejó con la debilidad de asumir con el 22% de la representación del electorado nacional.

El 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner prestó juramento como Presidente ante el Congreso. No se conocía mucho sobre sus características y personalidad. No faltó demasiado tiempo para saberlo. El mismo día de la asunción se escapó de la custodia para arrojarse sobre la gente que lo estaba esperando. No eran muchos, pero los abrazó con ganas mostrando que no le temía al contacto con las personas.

En medio de ese alboroto varios trastabillaron y cayeron al suelo, un fotógrafo de Clarín golpeó con su cámara el rostro del flamante presidente. No hubo enojo. Siguió a los abrazos con quien se le ponía enfrente. Quería dar señales con esa actitud.

Aquella acción Kirchner la transformó en palabras en su primer discurso hablando de valores, convicción , militancia y política. “Pertenezco a una generación diezmada” resaltó asumiéndose como un sobreviviente de una generación de militantes que sufrió persecución y desapariciones.

En otra parte de su discurso prometió que Argentina no pagará su deuda “a costa del hambre ni la exclusión de los argentinos”.

Kirchner mantuvo al frente del Ministerio de Economía a Roberto Lavagna, quien había sorteado momentos difíciles de la crisis económica de 2002 y logró estabilizar las variables macroeconómicas. El presidente asumió un protagonismo central en la renegociación de la deuda tanto con bonistas como con el FMI. “Los muertos no pagan” solía repetir.

El 22 de septiembre de 2003, Néstor Kirchner lanzó una propuesta audaz. Planteó una quita promedio del 75 % del valor de la deuda en manos de los tenedores de bonos argentinos, que ascendía a 94.302 millones de dólares. La propuesta implicaría una disminución de 61.350 millones de dólares sobre el capital, que se reduciría así a 20.450. La propuesta fue aceptada meses más tarde por el 76 % de los bonistas

Cinco años después de este primer exitoso canje, ya durante la presidencia de Cristina Fernández, el país avanzó en una segunda etapa de la reestructuración de la deuda con bonistas privados, buscando incrementar el porcentaje de adhesión en 2005. Un 66% de los acreedores que no había ingresaron al canje anterior aceptaron hacerlo ahora. De esta forma, las dos propuestas de canje durante el kirchnerismo lograron reestructurar el 92,4% de la deuda que estaba en default.

Completando las políticas de desendeudamiento, el 3 de enero de 2006, Néstor Kirchner estableció que Argentina deje de tener deudas con el Fondo Monetario Internacional (FMI) concretando un pago anticipado de 9.530 millones de dólares. Fue el final para una tóxica relación con el organismo financiero que regentea los intereses de Estados Unidos.

Apenas asumió la presidencia Kirchner encaró de inmediato la resolución de conflictos que desbordaban al país por esos días. El 27 de mayo se puso a resolver uno de ellos. Viajó sorpresivamente a Entre Ríos para firmar un acuerdo con los gremios docentes que permitiera reanudar y normalizar las clases en todas las escuelas de la provincia. La mayoría no había comenzado el año lectivo.

Sin custodia, llegó a la provincia acompañado solo por el ministro del Interior, Aníbal Fernández, su vocero, Miguel Núñez, y su secretario privado, Daniel Muñoz. El ministro de Educación Daniel Filmus lo esperaba en Entre Ríos. Las clases se iniciaron de inmediato tras la promesa, finalmente cumplida, realizada por el presidente de atender los reclamos salariales.

No habían pasado 15 días de su asunción cuando, el 5 de junio, Kirchner anunció en cadena nacional que le pediría al Parlamento nacional inicie juicio político a los integrantes de la Corte Suprema que se habían mantenido entrelazados con Carlos Menem. Era tan grosera esa alianza que los supremos eran catalogados como “la corte adicta”

La reacción de varios integrantes del máximo tribunal fue inmediata. Julio Nazareno, Adolfo Vázquez y Guillermo López renunciaron. Eduardo Moliné O’Connor y Antonio Boggiano fueron destituidos. Más tarde asumirán Eugenio Raúl Zaffaroni, Elena Highton de Nolasco, Carmen María Argibay y Ricardo Lorenzetti. A través del Decreto 222 del 2003, el Poder Ejecutivo fijó autolimitaciones a sus atribuciones para la selección y designación de nuevos integrantes de la Corte Suprema de Justicia.

Buscando la equiparación de las remuneraciones de los trabajadores en relación de dependencia Kirchner se restituyó las paritarias. Derogó la llamada ley Banelco de flexibilización laboral. Estableció que los sueldos se incrementen de igual porcentaje o por encima de la inflación. Fue la puerta de ingreso para la recuperación del salario real y el poder de consumo de los sectores medios. Entre 2003 y 2007 (los años del período de Kirchner) el país vio crecer su PBI, en promedio del 8 por ciento en cada uno de esos años.

La crisis coyuntural del país no le impidió a Kirchner implementar políticas de mediano y largo plazo. Bajo ese marco aumentó el 709% el presupuesto del Conicet. Así comenzó el regreso de muchos científicos argentinos reconocidos en todo el mundo en distintas áreas. Años más tarde, en 2013, Cristina Fernández sería la encargada de recibir a la científica número 1.000.

Kirchner utilizó la fecha que recuerda el golpe del 76 para ejecutar un mensaje de fuertísimo contenido simbólico. En su primer 24 de marzo de 2004 fue hasta el Colegio Militar y le ordenó al jefe del del Ejército, Roberto Bendini que “proceda”, a bajar los cuadros de los genocidas Jorge Rafael Videla y Reinaldo Bignone.

Más tarde desde el centro clandestino de detención de la Escuela de Mecánica de la Armada Kirchner realizó otro gesto de enorme valor: “Como Presidente de la Nación Argentina vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades. Hablemos claro: no es rencor ni odio lo que nos guía y me guía, es justicia y lucha contra la impunidad”.

Kirchner impulsó la creación del Espacio para la Memoria y la Promoción de los DDHH, emplazado en el edificio de la ex ESMA. Un mandato a no olvidar lo sucedido en los años oscuros donde reinó el terror y la anulación los derechos y la justicia en nuestro país.

Sobre el final del 2003 Kirchner comenzó a desplegar políticas destinadas a la recuperación de empresas que habían sido privatizadas durante la gestión neoliberal que encabezó Menem en la década del ’90.

El Correo Argentino fue el primer caso de esa lista. En noviembre de 2003, Néstor Kirchner dispuso la rescisión del contrato con la empresa SOCMA de la familia Macri. Luego de estar cuatro años al frente y con una deuda de 300 millones de dólares la compañía entró en concurso de acreedores hasta la intervención estatal.

Al Correo Argentino le siguió la recuperación de la ex Obras Sanitarias, después que el Estado finalizará la concesión del grupo francés Suez por incumplimiento en inversiones de infraestructura en Capital Federal y Gran Buenos Aires.

En julio de 2004 Néstor Kirchner y su par de Venezuela, Hugo Chávez firmaron un acta compromiso para reflotar el astillero Río Santiago. Meses más tarde, en 2005, se estableció la construcción de dos buques de 47 mil toneladas cada uno por un monto de 112 millones de dólares. Gracias a estos contratos el astillero pudo ser reactivado, lo que implicó la incorporación inmediata de 250 nuevos operarios (entre soldadores y caldereros).

Néstor Kirchner fue uno de los impulsores de la nacionalización de Aerolíneas Argentinas y Austral que, finalmente, se lograría en 2009, bajo la presidencia de Cristina Fernández, y tras la aprobación del parlamento nacional que aprobó el proyecto de declarar de utilidad pública a amabas empresas.

En 2004, con YPF en manos de Repsol, Kirchner impulsó la creación de Energía Argentina Sociedad Anónima (Enarsa). Una determinación asumida para sentar al país en la mesa de los productores de energía. Así comenzaría el camino hacia la expropiación del 51% que establecería el regreso de la petrolera a los intereses nacionales en 2012.

En 2005, los presidentes de América desembarcaron Mar del Plata bajo el marco de la Cumbre continental. George Bush, llegó con la determinación de poner en marcha el ALCA, un acuerdo para el Área de Libre Comercio de las Américas, con beneficios notorios para el poderoso del Norte en desmedro de Latinoamérica.

Aquel plenario de naciones terminó fortaleciendo políticas propias a los intereses de nuestra región. “Hemos venido con una pala, porque en Mar del Plata está la tumba del ALCA”, sentenció Hugo Chávez en el acto central de la contracumbre que se desarrolló también en Mar del Plata. Por primera vez la Cumbre terminaba sin acuerdo final, con dos documentos que manifestaban intereses contrapuestos. El Mercosur salió fortalecido.

Las políticas inclusivas fueron centrales durante la gestión de Nestor Kirchner. En 2003 la cantidad de personas que recibían Jubilación o Pensión era de 3 millones y medio. La cifra creció un 130% a lo largo de los 12 años que abarcaron los gobiernos de Néstor y Cristina. En 2015 había 8 millones de personas incluidas. Se sumaron 3.200.000 nuevos Jubilados y 1.300.00 de nuevos pensionados. Argentina tenía en 2015 cobertura previsional para el 97% de los mayores con edad jubilatoria, era el país de América Latina con mayor cobertura y jubilación mínima.

En lo económico el período de 2003 a 2007 el país registró un crecimiento económico con tasas que oscilaron en torno al 9% anual. Las reservas internacionales pasaron de U$S 14.000 millones en el 2003 a más de U$S 47.000 millones en el 2007.  El poder de consumo creció al compás del salario. En los cuatro años de Néstor Kirchner la industria argentina creció a un promedio anual del 10,3%.​ Los bancos volvieron a ganar depósitos: pasaron de 114.462 millones de dólares en diciembre de 2004 a 169.729 millones en diciembre de 2006, lo que implica un crecimiento de más del 48%.​

En lo político, en aquellos 4 años, 6 meses, y 13 días que gobernó Néstor Kirchner se recuperaron derechos perdidos, se reivindicó el compromiso de quienes lucharon contra la dictadura, y se abrieron caminos para nuevas conquistas sociales que saldrán a la luz durante el mandato de Cristina Fernández.