La ausencia de Diego y su argentinidad al palo

Por Claudio Leveroni

El 25 de noviembre de 2020, hace exactamente 3 años, moría el más bello artista que el futbol tuvo en su historia mundial. Fue un transgresor permanente de lo que se impone como la lógica de este deporte, lo fue también en la vida misma.

Me unía a él otro sentimiento, su profunda argentinidad, su manera de sentir al país. El orgullo de tener raíces en esta geografía del planeta. La celeste y blanca le quedaba como a nadie, ese pecho inflado, aquel coraje que brotaba siempre que la vestía como en el mundial de 1990 cuando sin taparse la boca desparramó puteadas contra los italianos que silbaron nuestro himno.

Su solo nombre impone una selección fotográfica en nuestra memoria. Entre ellas, aparece de inmediato la estampa genial del salto enorme que nos dio la alegría con la mano de Dios. Fue un acto de justicia ante los piratas que se niegan a devolver lo que nos robaron.

Su recuerdo nos envuelve en estos días con la particularidad de saber que el país ingresa a una época muy especial. Una abrumadora mayoría de nativos de esta región manifestó su voluntad de ser conducidos por una estructura política que menciona Argentina con cierto sentimiento de culpa, con desprecio de lo propio, como si fueran extranjeros en su propia tierra. Optaron por quienes conciben al país como una empresa que debe tener rentabilidad económica a cualquier costo, sin importar cómo se distribuyen los dividendos ni la gente que queda a un lado del camino.

Ese pensamiento, que siempre estuvo presente en la historia de nuestro país, se reforzó en las últimas décadas. Fue, en gran parte, producto de un predicamento mediático fogoneado desde esa maldita idea que los argentinos no tenemos remedio, somos los peores del enorme barrio planetario, que vivimos en el peor de los mundos robados por una casta de pillos. Ladrones que nunca son financistas, empresarios o banqueros, siempre son políticos y preferentemente los que tienen conciencia nacional.

Por goteo y diariamente golpean la conciencia de los argentinos. Lo hacen desde esas usinas comunicadoras que operan al compás del interés de su grupo mandante, y lo hacen como si el interés de ese grupo fuera el interés del país. Nada más alejado de eso.

Diego ya no se encuentra entre nosotros, su argentinidad sí lo está, aunque por estos días es una Causa Pendiente.

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