Finlandia no detiene su camino innovador ubicándose, a nivel mundial, como modelo exitoso en educación. Está entre los países que más invierten en esta área. Según datos del Banco Mundial es el 6,9% de su Producto Interior Bruto (PIB). El sistema educativo de este país está considerado como uno de los mejores del mundo, especialmente por sus buenos resultados en los Informes PISA (Programme for International Student Assessment) que mide el conocimiento en Matemáticas, Lectura y Ciencias de los adolescentes de 15 años. Una evaluación que realiza la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) cada tres años.

Finlandia se diferencia de otras naciones como Singapur, Japón y Taipei, que también presentan buenos resultados en esa evaluación, por tener un sistema diametralmente opuesto a estos países, que va desde menos horas de clase hasta la libertad de los niños de elegir que quieren estudiar en el colegio. Esto último es lo más reciente en el sistema educativo finlandés que cada 10 años aprueba un nuevo currículum de primaria (de 7 a 16 años) que desde 2015 es obligatorio con un año de preescolar. Ahora, son los niños los que deciden qué quieren aprender en los proyectos. El primer año trabajan en el tema que más les apasione acordando entre ellos cual será.

Las autoridades educativas señalan que los niños prestan más atención cuando quien les cuenta algo es un compañero. Para potenciar esta idea se arman grupos, se fijan objetivos y tiempos para su realización. En una de las escuelas públicas y gratuitas de Helsinki (el 95% lo son) un grupo de alumnos de 10 años consensuó experimentar vivir sin electricidad. Se han dividido en equipos. Unos construyen una pirámide de leña, otros hacen astillas con un cuchillo enorme, mientras al fondo ponen setas (hongos) a secar en el techo, al tiempo que la maestra enseña a hacer mermeladas y encurtidos para pasar el invierno. Tienen seis semanas para experimentar lo que han consensuado en la clase de manualidades. Los alumnos ingresan a clase a las 10:00 y se retiran a las 13:00. Almuerzan gratis en el colegio al que llegan en transporte público que no abonan. No se llevan deberes a sus casas, su tiempo libre es para seguir aprendiendo jugando con los placeres de la vida a esa edad.

Helsinki tiene el 20% de los alumnos que vienen de otros países. “Una de las cosas que más nos enorgullecen es que las diferencias sociales se igualan. Y eso es posible con una discriminación positiva, invirtiendo más dinero en los centros desaventajados”, le comenta Liisa Pohjolainen, directora ejecutiva de Educación en Helsinki, al periodista del diario El País de España que fue invitado a la semana de la educación en esta ciudad capital de la nación nórdica.  El reportero toma nota de otro concepto de la docente: “Priorizamos que, frente a los contenidos tradicionales, adquieran habilidades: aprender a comunicarse, pensamiento crítico, trabajar en equipo o resolver problemas”. Ser docente en Finlandia es sumamente prestigioso por las pruebas que hay que pasar antes de ser aceptado como tal. Los profesores reciben mucha formación, en todos los centros hay varios tutores tecnológicos y el respaldo de la universidad, que evalúa todo el proceso. Para completar este cóctel de definiciones tan innovadoras como exitosas, Helsinki tiene un consejo consultivo que también lo integran los jóvenes, los menores de 12 años pueden votar adónde va parte del presupuesto consignado a ellos.