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El rugby fue la pasión deportiva del Che

Por Felipe Efele

Ernesto Guevara Lynch lo retrató como un fanático del rugby asegurando que “era su deporte favorito”. Así lo describió en el libro “Mi hijo EL Che” editado en 1988 en La Habana.

La relación del Che Guevara con el rugby comenzó en Córdoba cuando junto a su hermano Roberto y su amigo Alberto Granado comenzaron a practicarlo en el club Estudiantes. De regreso a Buenos Aires el grupo, y en especial Ernesto, ya había soldado una muy fuerte relación con la ovalada.

En 1947, buscando nuevo destino, recalaron en el San Isidro Club creado en 1935 por un grupo de jugadores y socios que se habían apartado del CASI. En el lote de fundadores estuvieron familiares del Che y hasta su propio padre. Los ataques de asma no quebraron el ánimo de Ernesto para seguir jugando. Sin embargo, su padre creyó ver en el rugby un riesgo para su salud por lo que intercedió ante los entrenadores para que no lo dejen continuar.

Guevara Lynch reconoció que su hijo le advirtió que seguiría jugando porque era su pasión. Así lo hizo. En 1948 estuvo en el Yporá Rugby Club y un año más tarde siempre con su amigo Granado, recalaron en Atalaya, ubicado a pocas cuadras del SIC, a donde llegaba a entrenar dos veces por semana en una moto que le había comprado a un compañero del equipo.

El Che jugó en varios puestos en todos estos años. En su último tramo lo hizo a veces de medio scrum y otras de centro. Sus virtudes en el juego recaían en la inteligencia de lectura que tenía y sus aguerridos tackles. Era el único tres cuartos que usaba orejeras (no era frecuente en esos años) tal como se puede apreciar en la foto que acompaña esta nota donde se lo ve en cuclillas con la pelota en sus manos.

Su pasión por el rugby lo llevó a crear, en 1951, la revista Tackle. La tercera publicación que tuvo este deporte en la historia argentina. Firmó artículos bajo el seudónimo Chang Cho. En varios mostró su entusiasmo por el rugby de Francia, acaso fascinado por la Gira de este seleccionado en 1949, que fue la primera visita de jerarquía internacional a nuestro país. El Che, ya estudiante de medicina, asistió a ver estos partidos junto a su padre, el hermano y el inseparable Granado, quien reconocería más tarde en un reportaje en 1987: “Fue debido a nuestra amistad del rugby, a esa fraternidad de armas por lo que Ernesto y yo nos embarcamos juntos en una expedición hasta Venezuela”.

El viernes 4 de enero de 1952, con 23 años, Ernesto Guevara de la Serna junto a su amigo Alberto Granado iniciaron un viaje a través de cinco países (Argentina, Chile, Perú, Colombia y Venezuela) que cambió la vida del Che. Ambos conocieron de cerca el rostro de la extrema pobreza, de la miseria y marginalidad que tuvo un punto cúlmine en el leprosario de San Pablo de Loreto, en la selva amazónica.

Ernesto, ya transformado en el Che, regresaría al país el 18 de agosto de 1961 en el máximo secreto. Había sido invitado para una charla con el presidente Arturo Frondizi en la Quinta de Olivos. Un avión lo dejó en el aeropuerto de Don Torcuato. Durante el recorrido en auto desde ahí hasta Olivos por la Panamericana pudo observar las instalaciones del SIC. El chofer que lo trasladaba recordó ver en el rostro del Che una enorme sonrisa en esa parte del trayecto. “¿Como anda mi club?”, le preguntó.

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