Por Claudio Leveroni

Al filo del límite que establece la normativa vigente para realizar anuncios o inauguraciones de obras previo a una elección, el gobierno nacional se apresta a mostrar parte de un resumen de 19 meses de gestión. Lo hará este martes Alberto Fernández en Quilmes, desde donde repasará 100 obras que están en marcha en todo el país con una inversión total de 22.008 millones de pesos.

El presidente se extenderá una vez más explicando las virtudes keynesianas de una obra pública capaz de movilizar la rueda de la economía productiva. Lo hará señalando que se hizo bajo el yugo que impuso la pandemia. Su gestión tiene un primer examen electoral en un mes y, si bien la comunicación no es el fuerte del gobierno, hay mucho para mostrar y como no puede ser de otra manera también hay déficit que se hacen notar. El principal, sin duda, la inflación.

Es cierto que en los primeros 12 meses, con pandemia de por medio más 8 movilizaciones opositoras que entremezclaron desde la quema de barbijos hasta denuncias llevadas a la justicia por Elisa Carrió acusando al presidente por envenenamiento en la aplicación de la vacuna Sputnik, se logró bajar la inflación 18 puntos. Del 53,8% que dejó Macri en 2019 al 36,1% del primer año de Alberto Fernández. Los últimos 7 meses están dejando una proyección mayor para el 2021, posiblemente cerca del 40%.

Guzmán muestra indicadores que auguran mejoras para los meses próximos. El FMI le dio la razón aumentando en un punto y medio la proyección del crecimiento argentino para el 2022. Las reservas del BCRA están firmes y suena creíble cuando Mercedes Marcó del Pont augura que son suficientes para controlar cualquier corrida cambiaria. La peste que distribuye malhumor general está fuera de la city, hay que encontrarla en los supermercados.

Los productores de alimentos están descontrolados. Crecen las exportaciones al compás de los precios internacionales, pretenden que también sean pagados por los argentinos. Se sabe, el capital no tiene bandera. Pueden emocionarse cantando el himno, pero a la hora de acumular riquezas, importa un bledo la nacionalidad. Este escriba recuerda los goles de Batistuta en infinidad de batallas deportivas ganadas con la celeste y blanca. Su grito desembozado mostrando los colores como piel propia piel tras cada conquista. Una camiseta cien veces besada por quien hoy tiene tantas tierras propias como la superficie de la ciudad de Buenos Aires multiplicada por seis. Sin reproche por la acumulación, acaso sorprendido por haber judicializado el aporte solidario hecho ley en pandemia. Por suerte fue de los menos. Casi 11 mil cumplieron, quizás sean el lado positivo para contradecir lo antedicho. En esos casos, el capital tuvo bandera.

Después de mostrar las 100 obras en ejecución, desde el distrito de Mayra Mendoza, el presidente Fernández llegará a la Rosada para poner en orden el gabinete. Le tomará juramento a Jorge Taiana como nuevo ministro de Defensa, y a Juan Zabaleta, en Desarrollo Social. El reemplazante de Agustín Rossi trae pergaminos suficientes para no recibir cuestionamientos. Su nominación se consolidó a última hora de la tarde del domingo. El presidente lo llamó para ofrecerle el cargo después de haber pulseado durante varias jornadas distintas opciones. Desde Sabina Frederic hasta Aníbal Fernández. Cristina Fernández acompañó la decisión, acaso pensando también que una preferida suya vuelve al ruedo legislativo. Juliana Di Tulio será la nueva incorporación para ocupar la banca que deja Taiana en la cámara alta.

La oposición por derecha está desconcertada. No hace pie en discursos que muestren contenido. Apuestan a la adjetivación permanente y concebir a Cristina como el mal encarnado en ella. Sus cuatro años de desastrosa gestión no les permite demasiado despliegue. Fogonear el odio sigue siendo un recurso para contener el anti a cualquier precio. Se muestran sin conducción que mande a corregir horrores. Nadie fue capaz de imponer abiertamente a la dupla Fernando Iglesias – Waldo Wolff para que pidan disculpas de sus comentarios horrorosamente misóginos. Por el contrario, el candidato que acompaña a Vidal negó cualquier disculpa.

Vidal sale a caminar las calles de una ciudad que le queda más cómoda que la provincia. Se siente orgullosamente porteña de regresar al barrio donde comenzará a vivir. No florecen flores siempre en su andar. Las redes distribuyen imágenes de gente que se cruza en su camino no para darle la bienvenida. Gajes del oficio. De todas formas, la Capital Federal es un territorio electoralmente seguro para la derecha vernácula. La ex gobernadora lo sabe, por eso se muda al nuevo departamento que adquirió en Puerto Madero. La oposición porteña ya hecho el ojo a esa movida y prepara acciones. “Vidal debe explicar con que fondos compró semejante departamento”, resumió un legislador porteño consultado por este cronista.