Cristina aceptó asumir la conducción del peronismo

Cristina Fernández hizo pública una carta abierta en la que realiza un repaso de las cuatro décadas últimas del país, tras los años de dictadura cívica-militar, y el protagonismo que tuvo el peronismo. Hizo un diagnóstico, agradeció a quienes la impulsan a un nuevo desafío como es asumir la conducción del Partido Justicialista. Lo hizo con la siguiente nota:

Carta abierta a los compañeros y compañeras peronistas, y a los argentinos que nunca lo fueron, también.

Desde muy joven milito en el peronismo; sin embargo nunca ví, en la Argentina contemporánea y democrática, que nuestro país en general y el peronismo en particular vivieran un momento como el actual.

Aquel Presidente que, en febrero de este año, definimos como un “showman economista en la Rosada” y que, aferrado a la teoría del ajuste permanente convocaba a las audiencias televisivas prometiendo la dolarización “porque el peso es un excremento” y repetía que el ajuste sólo lo iba a pagar “La Casta”; ha devenido en un espectáculo de mala calidad.

El actor principal no sólo vocifera e insulta desde el escenario en forma cada vez más agresiva, violenta y soez a todo aquel que exprese una opinión diferente a la suya, sino que, además, avanza a hachazos sobre jubilados, universidades y hasta hospitales de salud mental.

La figura del Presidente de la Nación gritando y agraviando a diestra y siniestra, ha comenzado a generar un clima de violencia generalizada que atraviesa todas las capas de la comunidad. Todo ello con un telón de fondo donde el feroz programa de ajuste desestabiliza a una sociedad que sigue siendo golpeada con tarifas impagables y salarios que no alcanzan; mientras el Presidente, desde un mundo paralelo que solo existe en su imaginación, afirma que los salarios y las jubilaciones le ganaron a la inflación y que las tarifas son baratas. Una suerte de extraño y peligroso “liderazgo” del caos y la destrucción del que nada bueno puede resultar para el conjunto de los argentinos.

Las preguntas que surgen son: ¿Cómo llegamos a este momento inédito? ¿Es solo por el fracaso de los dos últimos gobiernos democráticos? ¿O es que una parte de nuestra sociedad está dispuesta a soportar cualquier cosa antes de que gobierne un peronista? ¿Es una casualidad que los únicos dos presidentes con fuerte impronta anti peronista o anti kirchnerista -como más te guste-, sólo hayan podido llegar a la Casa Rosada a través del balotaje, como fueron los casos de Macri y Milei?

¿Es el ADN del enfrentamiento que anida en los argentinos, como afirmó un importante prelado de la iglesia en la procesión a Luján el pasado día sábado?

Breve cronología del desencuentro argentino: peronismo y anti-peronismo. Liderazgo político y social.

1983 – 1989: después de la noche.

Atravesamos la tragedia de la dictadura cívico-militar y su corolario de Malvinas, como el último episodio de los golpes militares que persiguieron, encarcelaron, torturaron y desaparecieron a los peronistas para, finalmente, arrasar con los derechos económicos y sociales de todos los argentinos cualquiera sea su pertenencia ideológica.

La apertura democrática alumbró con el triunfo arrollador de una fuerza política que, gracias a la contundencia del resultado electoral por haber obtenido más del 52% de los votos, fue proclamada al frente del Poder Ejecutivo sin que fuera necesario realizar la convocatoria del colegio electoral, en un tiempo en que el balotaje aún no existía en nuestra Constitución.

Esa fuerza interpretó el sentimiento de la sociedad en la post dictadura cívico-militar más sangrienta de la que se tenga memoria, con la frase “somos la vida, somos la paz”. Mientras tanto, en las paredes de Buenos Aires algunos compañeros pintaban “somos la rabia”, como respuesta a aquella consigna.

Las características del triunfo electoral de 1983 generaron un fuerte liderazgo político y social que daba cuenta de la intención de conformar una nueva fuerza de carácter transversal. Captando votos característicos del peronismo, propició su primera derrota electoral en democracia.

Tenemos que entender que, en esa oportunidad, el peronismo no fue derrotado por una fuerza anti peronista. El testimonio más claro de ello fue el intento de conformar el “tercer movimiento histórico”, al que eran convocados tanto peronistas como dirigentes de otras fuerzas políticas. Finalmente, ese gobierno fracasó en el marco de un proceso económico heredado de la dictadura cívico-militar que no pudo ser controlado y que terminó con la hiperinflación de 1989 y una desestabilización del ánimo social como nunca antes había sucedido.

1989 – 2001: la convertibilidad o la fantasía de que 1 dólar era igual a 1 peso.

Ese escenario de desesperación y desesperanza permitió el triunfo del peronismo en 1989, que llegaba bajo la consigna de la “revolución productiva” y el “salariazo”.

Tras el breve ensayo de diseñar un Gobierno en el que la cartera de economía era confiada a un representante del principal grupo empresario del país, el ministerio de trabajo a un sindicalista y el de educación a un miembro de la academia nacional -en una suerte de remedo de la comunidad organizada-; la llegada de la segunda hiper sepultó los primeros intentos de estabilización. Fue así que comenzó una nueva etapa en la que el neoliberalismo, surgido globalmente después de la caída del muro de Berlín, se impuso bajo el liderazgo político y social del entonces Presidente, en una sociedad profundamente marcada por la hiperinflación y la amenaza permanente de levantamientos militares.

La nueva impronta neoliberal se impuso bajo el régimen de la convertibilidad, donde un peso tenía, por ley, el valor de un dólar. Raro para ser cierto y permanente, ¿no?. Este régimen se sostuvo con privatizaciones del patrimonio estatal, creciente endeudamiento y el surgimiento de una alta desocupación de carácter estructural -como variable de ajuste- producto del industricidio de esa época.

El peronismo sufrió un fuerte impacto por la aplicación de aquellas políticas. Las diferencias internas comenzaron a emerger y las discusiones se tradujeron en el desprendimiento y alejamiento de dirigentes que conformarían nuevas fuerzas políticas y disputarían poder en el campo electoral para llegar a la Casa Rosada.

En efecto, en 1999 se conformó la fuerza política conocida con el nombre de ALIANZA que, tras obtener más del 48% de los votos en las elecciones presidenciales de aquel año, intentó desarrollar la primera experiencia de gobierno de coalición en nuestro país.

Agrupaba numerosos dirigentes de origen peronista, llegando a ocupar uno de ellos el segundo lugar en el binomio presidencial. Aquel Gobierno había decidido sostener y continuar con la convertibilidad. Sin embargo, ese régimen terminó estallando en las manos de su propio creador; las del ex Ministro de Economía del menemismo que fue convocado para desempeñar ese mismo cargo al final del Gobierno de la ALIANZA. Pequeñas venganzas que se toma la historia.

2001 – 2015. El ciclo virtuoso: Desendeudamiento y movilidad social ascendente.

El estallido del 2001, con 39 muertos en la Plaza de Mayo y 5 presidentes en una semana, implosionó a la política en general y al peronismo en particular. En el año 2003 y en un marco de fragmentación política sin precedentes, concurren a las urnas 3 fórmulas peronistas. El Presidente neoliberal de los ‘90 alcanzó el primer lugar obteniendo sólo el 24% de los votos, pero renunció a presentarse en el balotaje ante la contundente evidencia de una derrota aplastante.

En esa situación, quien había resultado segundo en esas elecciones, con el 22% de los votos -un número muy similar al porcentaje de desocupados-, fue consagrado Presidente de la Nación. Es así como el peronismo llevaba a Néstor Kirchner a la presidencia e iniciaba, por primera y única vez desde la sanción de la Ley Sáenz Peña, un ciclo de tres presidencias consecutivas de una misma fuerza política. Las características de este período histórico las hemos analizado en los documentos publicados en los últimos años: desendeudamiento estructural, pago al Fondo Monetario Internacional, recuperación de la movilidad social ascendente, creación de universidades, desarrollo científico y tecnológico, recuperación de patrimonio nacional, desarrollo energético, aumento de presupuesto educativo, equipamiento de la fuerzas armadas, construcción de satélites y exportación de reactores nucleares, etc.

En este período de gobierno, también se desarrolló en nuestra fuerza política un fuerte trasvasamiento generacional que muchas veces fue mirado con recelo y críticas por las viejas guardias peronistas y, en la actualidad, con poca comprensión por alguno de sus propios protagonistas. Jóvenes que incorporamos en distintas áreas de la administración del Estado y en bancas legislativas; que hoy ya llegaron a ser gobernadores, intendentes e intendentas, ministros provinciales, senadores, diputados, etc.

2015 – 2023. El retroceso: endeudamiento, estigmatización, persecución y proscripción.

A este ciclo histórico le siguen los dos últimos gobiernos democráticos que tuvimos los argentinos. El primero de ellos, iniciado en 2015, llegó a la Casa Rosada gracias al sistema de balotaje, siendo el primer Presidente argentino elegido con este mecanismo. Fue un gobierno caracterizado por el ejercicio mafioso del poder con persecución judicial, estigmatización y proscripción al peronismo. Endeudó ferozmente al país al punto de traer nuevamente al FMI, que llegó con un préstamo de 57 mil millones de dólares, inédito en la historia de ese organismo. Este gobierno fracasó rotundamente, sin embargo obtuvo un 40% de los votos en la primera vuelta de las elecciones del 2019, que fueron ganadas nuevamente por el peronismo con más del 48% de los votos.

En este último gobierno, tal cual lo señalamos en el documento que publicamos el último 6 de septiembre bajo el título “Es la economía bimonetaria, estúpido. Aportes para un debate argentino.”; el peronismo se torció y se desordenó. El final es el conocido por todos: el tercio “post pandemia” de Milei más el tercio disminuido del anti peronismo inclinaron la balanza del balotaje en contra de nuestra fuerza política, incluso a costa de elegir a un presidente como el que tenemos.

Enderezar y ordenar.

Así las cosas, hoy el peronismo sólo gobierna 5 de las 23 provincias argentinas y perdió la mayoría en la Cámara de Senadores; siendo esta una situación de pérdida de representación institucional inédita en el período democrático. Más allá de eso, el peronismo sigue siendo la fuerza con mayor cantidad de diputados y senadores nacionales y ello exige, por comprensión histórica y responsabilidad política, su propia reconstrucción abordando todos y cada una de las nuevas demandas sociales.

Está claro que hay que enderezar lo que se torció y ordenar lo que se desordenó. Esto plantea la necesidad de crear un ámbito de discusión y participación que hoy no existe y que su ausencia sólo genera confusión y vacío. No tengo dudas que, en esta etapa, el partido es el lugar más apropiado para desarrollar el continente que genere el contenido y que este, además, tenga dirección y objetivos.

Debemos aceptar que nada está grabado en piedra y que todo debe ser repensado y discutido. En el documento del 6 de septiembre señalamos algunas cuestiones: modificación de las relaciones laborales y su impacto, nueva estatalidad para un nuevo Estado, reversión del déficit fiscal y cómo hacerlo, revisión y reforma de la educación pública, seguridad, modificaciones en la comunicación social, etc.

No solamente eso. Además, vamos a tener que abordar lo que señalamos en el primer documento publicado este año bajo el título “Argentina en su tercera crisis de deuda -cuadro de situación- como el principal problema del país en el marco de una economía bimonetaria: su alto nivel de endeudamiento en moneda extranjera. Al respecto, una breve digresión: debo confesar que me sorprendí gratamente cuando el 28 de septiembre leí, en un reportaje publicado en el diario Clarín, las declaraciones del ex titular del BCRA y ex ministro de economía del gobierno de Menem, Roque Fernández, afirmando que el principal problema de la economía argentina es la deuda.

Admito que el desafío es grande y que no basta con los cuadros partidarios; pero también tengo grandes esperanzas: el mes pasado el peronismo ganó los centros de estudiantes en cuatro facultades de la UBA conquistando, por primera vez desde 1973, la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), que es la segunda más grande de dicha casa de estudios. Debemos poner en marcha el segundo trasvasamiento, incorporando las nuevas generaciones en los secundarios, universidades, sindicatos, movimientos sociales y, desde ahí, recomponer la presencia en las barriadas populares junto a las iglesias, las sociedades de fomento, los clubes de barrio y todas aquellas instituciones organizadas desde la comunidad.

Quiero agradecer a todos los compañeros y compañeras las muestras de cariño y los mensajes de apoyo para ser la Presidenta de nuestro partido. Nunca he ocupado un lugar sin tener la certeza de estar capacitada para la tarea encomendada; sin miedo ni presiones.

Quiero decirles que estoy dispuesta, una vez más, a aceptar el desafío de debatir en unidad porque si algo tengo claro también, es que acá no sobra nadie. Sin embargo, la unidad necesita dirección y proyecto para construir el mejor peronismo posible en una Argentina que se ha vuelto imposible para la mayoría de sus habitantes.

Lograr ello no es un objetivo en sí mismo, sino concebir a nuestro partido como el instrumento que debe dar el primer paso para reagrupar a todas las fuerzas políticas y sociales detrás de un programa de gobierno que devuelva a esta Argentina sumida en la crueldad y el odio de los necios, la esperanza y el orgullo de ser argentinos.

Los abrazo con el afecto y el cariño de siempre.

7 de Octubre del 2024.

Cristina Fernández de Kirchner.

P/D: hace mucho tiempo que vengo pensando en esta cuestión de peronismo – anti peronismo. Lo cierto es que desde hace 200 años las divisiones han sido fuertes y profundas -unitarios y federales, conservadores y radicales…-, a punto tal que muchas de ellas ocurrieron en un marco de sangre y fuego. Creo que, más allá del folclore de las formas argentas, en realidad nunca pudimos ponernos de acuerdo sobre cuál debe ser el modelo de acumulación económica; como sí lo hicieron los fundadores en EEUU -hace casi 250 años- o China -hace tan sólo 75 años- que, sin disparar un solo tiro, hoy ocupa el segundo lugar como economía global, disputando el primero justamente con EEUU. Miren si no es importante para una Nación definir como se acumula económicamente. Parece mentira, pero “campo o industria” todavía sigue siendo un tema, en una etapa civilizatoria donde la innovación tecnológica marca la diferencia.

Aspiro a poder abordar esa discusión también, para que el péndulo sólo vuelva a ser el mecanismo de un reloj.

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