Por Felipe Efele

Desde su cuenta en la red Twitter Viviana Canosa anunció la determinación de concluir su programa en América 24 al sentirse afectada por la prohibición del canal en difundir un video. “Hemos tenido diferencias con el canal en cuanto a la noción de libertad de expresión. Creemos que defender la libertad es también defender una institución básica”, escribió la conductora.

Por encima de la valoración del programa, cuyo eje fue corriéndose con el correr del tiempo cada vez más hacia un contenido violento unido con más eslabones de adjetivos que elaboración de ideas, el hecho resulta ser un disparador que confronta derechos y responsabilidades desde un medio de difusión.

“Nadie le dijo a Viviana Canosa que se tenía que ir o que le levantaban el programa. La única decisión que tomé fue evitar que se difundieran escraches a políticos, funcionarios o dirigentes sociales. La esperamos el lunes”, respondió el empresario y principal accionista del grupo América, Daniel Vila.

De los conflictos se crece, estamos ante uno y es de los más discutidos. Bienvenido el debate. ¿Puede un medio decir o publicar cualquier tema sin importar las consecuencias que el mismo puede generar?  La realidad que sobrevuela en nuestro país da por afirmativa la respuesta a esta pregunta. Si de periodismo estamos hablando el buen manual establece que, cuando se trata de información, la misma debe ser chequeada por varias fuentes antes de ser difundida. En cambio, si se trata de una opinión no debe haber restricciones.

La libertad de expresión que rige en nuestro país no es la misma que está vigente en muchas sociedades de cultura occidental económicamente exitosas. Dos ejemplos podrían ser, la prohibición en Alemania para referirse al nazismo en términos positivos, y la misma valoración en Gran Bretaña sobre cuestionamientos al reinado. Ninguna Canosa de estos dos países instalados como emblemas de la libertad, se atrevería a reivindicar a Hitler o cuestionar el poder de la Corona desde un medio de difusión.

Argentina transita carriles distintos a los dos ejemplos dados. Los medios más masivos, en particular la TV (de aire y cable) tiene extremos de una brutal violencia verbal, distribución de falsedades como certezas y hasta reivindicación de dictaduras cuya difusión no está prohibida ni castigada en el terreno judicial. Hay conductores que se ufanan de su propia brutalidad e ignorancia. Suelen estar apoyados por empresarios de medios que transitan una sintonía similar.