Se cumplen 55 años del Nobel a Federico Leloir

Hace 55 años, el 27 de octubre de 1970, Luis Federico Leloir recibía en Suecia el Premio Nobel de Química por el descubrimiento de procesos bioquímicos básicos para la vida que fueron de gran importancia para el campo de la medicina y la química biológica. En esa fecha la ciencia argentina fue noticia a nivel mundial.

Leloir obtuvo el máximo galardón de la ciencia por describir por primera vez los nucleótidos azúcares y su papel en la formación de hidratos de carbono (azúcares). Los hallazgos de Leloir sirvieron para entender en profundidad la galactosemia, una enfermedad hereditaria que provoca que quienes la padecen estén impedidos de asimilar el azúcar de la leche y que de no ser tratada produce lesiones en el hígado, riñones y en el sistema nervioso central.

Leloir fue el segundo y último Nobel de ciencias recibido por un argentino por investigaciones realizadas en el país. Más adelante sería distinguido el argentino César Milstein, ganador en 1984, pero haría casi toda su carrera en el Reino Unido.

“Sus trabajos no solo permitieron describir cómo se almacenan los azúcares en animales y plantas bajo la forma de glucógeno y almidón respectivamente, sino también el modo en que se utilizan como fuente de energía”, explica Armando Parodi, investigador del CONICET y de la Fundación Instituto Leloir (FIL), quien realizó su tesis doctoral bajo la dirección de Leloir.

En su discurso del 10 de diciembre de 1970, en Estocolmo, Leloir afirmó: “El honor que he recibido excede -de lejos- mi expectativa más optimista. El prestigio del Premio Nobel es tal que uno de repente es promovido a un nuevo estatus. En este nuevo estatus me siento incómodo al considerar que mi nombre se unirá a la lista de gigantes de la química como van Hoff, Fischer, Arrhenius, Ramsay y von Baeyer, por nombrar solo algunos. También me siento incómodo cuando pienso en químicos contemporáneos que han hecho grandes contribuciones y también cuando pienso en mis colaboradores que llevaron a cabo una gran parte del trabajo”.

Leloir había nació en septiembre de 1906, en París, desde los 2 años vivió en la Argentina. Con 26 años se recibió de médico en la UBA. Trabajó en el Hospital de Clínicas durante dos años. “Nunca estuve satisfecho con lo que hacía por los pacientes”, explicaba Leloir en su breve autobiografía publicada en 1982. Y agregaba: “Cuando practicaba la medicina, podíamos hacer muy poco por nuestros pacientes, a excepción de la cirugía, digitalina y otros pocos remedios activos”.

“Los antibióticos, drogas psicoactivas y todos los agentes terapéuticos nuevos eran desconocidos. No era por lo tanto extraño que, en 1932, un joven médico como yo, tratara de unir esfuerzos con aquellos que querían adelantar el conocimiento médico”, justificaba Leloir su decisión de volcarse a la ciencia básica y realizar su tesis de doctorado con quien sería en 1947 el primer Nobel de ciencia argentino, Bernardo Houssay.

Ese mismo año, Houssay proponía a Leloir como director del Instituto de Investigaciones Bioquímicas-Fundación Campomar (en la actualidad, Fundación Instituto Leloir), creado el 7 de noviembre 1947 en una vieja casona en la calle Julián Álvarez 1917, en el barrio porteño de Palermo. Ahí, Leloir y sus colaboradores comenzaban a realizar los primeros hallazgos que permitían aclarar el mecanismo de la biosíntesis de polisacáridos (unión de azúcares), especialmente del glucógeno y del almidón.

Dentro de sus principales descubrimientos figura el llamado “camino de Leloir”: esa ruta bioquímica a través de la cual el organismo aprovecha la energía de los azúcares para poder vivir. En términos técnicos, describe los tres cambios sucesivos que experimenta la galactosa (un azúcar presente en la leche materna y en lácteos en general) para convertirse en glucosa, y que en esa transformación participa como intermediario una molécula llamada UDP-glucosa, el primer nucleótido azúcar que se descubrió. Hoy se conocen más de cien.

“Los descubrimientos de Leloir y colaboradores sobre la vía de metabolismo de la glucosa (la vía glicolítica) fueron fundamentales, y hoy despiertan enorme interés dado que se encontró que muchas células cancerosas utilizan esa vía para su multiplicación”, afirma por su parte el médico José Mordoh, investigador superior del CONICET que integró el laboratorio de Leloir entre 1964 y 1969.

Leloir definía a la investigación como una “aventura atractiva”. “Algunos de los períodos más placenteros de mi carrera fueron aquellos en los cuales trabajé con personas inteligentes y entusiastas, con buen sentido del humor. La discusión de los problemas de investigación con ellas fue siempre una experiencia muy estimulante”, escribía en su autobiografía. Y aseguraba: “La parte menos agradable de la investigación, el trabajo de rutina que acompaña a la mayoría de los experimentos, está compensada por los aspectos interesantes, que incluyen conocer y a veces ganar la amistad de personas intelectualmente superiores, provenientes de diferentes partes del mundo. El balance es claramente positivo”.

El 2 de diciembre de 1987, el talentoso médico falleció a los 81 años en la Ciudad de Buenos Aires.

12 de noviembre de 2025

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