Por Claudio Leveroni

La campaña electoral se filtró en medio del pico de la pandemia. El gobierno recibe fuego cruzado desde medios de comunicación y dirigentes opositores esforzados en trabajar la degradación de la imagen del presidente. Replican con insistencia poco sutil que Alberto Fernández ha perdido autoridad y se plantan con acciones que van en esa dirección.

Practican un juego de pinzas sincronizado. Los comunicadores se ufanan al desparramar versiones siempre ligadas a debilidades y contradicciones del primer mandatario. Los políticos de la opo se montan en ellas y las replican. Surfean una ola impulsada desde otros ámbitos. Multiplican historias y las mutan en temas varios, siempre arrimando comentarios de ridiculización presidencial.

Historia vieja y repetida en nuestro país, los radicales deberían hacer memoria para recordar lo sucedido con Arturo Illia y los motes que la prensa opositora le puso empujada por intereses petroleros y farmacéuticos de aquellos años. En la previa al golpe que lo derrocó los influyentes diarios y revistas se encargaron de atontar al medio pelo. Adormecieron la resistencia social bautizándola como la mayoría silenciosa. Armaron la bienvenida a un general, Onganía, que juró sobre su propia Constitución.

Una postal sesentista que no se volverá a repetir en nuestro tiempo. Ya no es necesario abordar el poder formal con fuerzas militares. El retroceso político cultural vivido durante el último medio siglo hizo virar la estrategia. Ahora, pueden llegar con votos. Para hacerlo es prioritario limar la imagen del actual mandatario a cualquier precio, inclusive con vidas. La pandemia es una oportunidad electoral que no van a desperdiciar. En el amanecer de un nuevo día uno de los comunicadores estrella de Radio Mitre propuso “formatear de manera autoritaria la democracia Argentina”. Un indisimulable brote de golpismo de profunda pobreza intelectual y enorme riqueza económica. Por la noche en un set de la tele abierta daban por cierto que el gobierno quería estatizar los sanatorios y clínicas privadas. No tienen límites, empoderaron la mentira.

Bajo este contexto Larreta siente que no tiene margen, dentro de la fuerza política a la que pertenece, para mostrarse como una derecha moderada. En esa dirección venía trabajando. Los extremos más violentos que imponen Macri y Bullrich terminaron demoliendo esa estrategia para lanzarlo a chapotear en el barro de una construcción política indignante. Judicializó una medida sanitaria para transformarla en un hecho político. Sostiene la negación a aceptar la suspensión de clases presenciales por dos semanas, como establece el DNU presidencial, pese a una resolución de la justicia federal que avala el decreto firmado por Alberto Fernández. Peor aún, insiste en esa actitud pese al crecimiento de contagios y fallecimientos en el personal docente y a la internación de 10 menores con Covid en el Hospital Gutiérrez, dos de ellos en terapia intensiva este miércoles. Al Jefe de gobierno ya le susurraron al oído el resultado de algunas encuestas. En una de ellas el 70% de sus votantes en la última elección, están a favor del cierre de escuelas.

El panorama se oscureció más para la estrategia de Larreta, se le hizo insostenible sostener cifras sospechadas de estar manipuladas. Hasta el viernes pasado aseguraba que tenía un 53% de ocupación de camas. El lunes su ministro, Fernán Quirós, no pudo mantener más semejante afirmación. Reconoció que hay hospitales públicos con el 95% de las camas UTI ocupadas, porcentaje que en el sector privado supera el 82%. ¿Cuánto más debe crecer este indicador para que Larreta acompañe medidas más estrictas que ayuden a disminuir la circulación de gente en las calles, bares, restaurantes e instituciones?