Cuatro décadas atrás, los argentinos comenzábamos a transitar una vez más en nuestra historia, el sendero democrático. La primera parada en ese recorrido, fue dejar atrás el horror del autoritarismo de una dictadura militar que estuvo acompañada por un alto nivel de complicidad de un sector civil empoderado. La segunda, expresarnos en las urnas bajo una multiplicidad de ofertas políticas que reflejan ideas para el desarrollo y evolución de nuestro país.
Pasaron cuarenta años de aquel momento y los argentinos por estos días nos encontramos frente a un desafío particular. Confrontan en las urnas, dos modelos que se contraponen, con la curiosa particularidad que uno de de ellos representa los mismos intereses de aquella dictadura.
La guerra por Malvinas fue pensada por la Junta Militar de 1982, para prolongar su terrorífica estadía. Paradójicamente terminó siendo la estocada final para aquella larga y trágica noche, que envolvió a los argentinos durante más de siete años. Una dictadura que desparramó muerte, terror y un brutal proceso de endeudamiento y desindustrialización nacional.
El General Reynaldo Bignone, fue el último usurpador de la Casa Rosada. El encargado de intentar blanquear la ola de terror de sus antecesores, con un decreto de Autoamnistía, que firmó el 23 de marzo de 1983. Los militares declararon «extinguidas» las acciones penales emergentes de actos «terroristas o subversivos», que alcanzaba «a los autores, partícipes, instigadores, cómplices o encubridores y comprende a los delitos comunes y a los delitos militares conexos».
En medio de las prohibiciones que regían en 1981, cinco partidos políticos, el Justicialismo, la UCR, el Intransigente, la Democracia Cristiana y el MID, formaron la Multipartidaria con el objetivo de presionar para una pronta salida democrática.
Como resultado de la derrota en Malvinas, la actividad de los partidos comenzó a restablecerse y el reclamo de la Multipartidaria terminó siendo una salida ante la decadencia de la dictadura. El 12 de julio de 1983, Bignone y su ministro del Interior Llamil Reston, promulgaron el decreto que convocaba a elecciones presidenciales, legislativas y provinciales para el domingo 30 de octubre de 1983.
La debilidad post Malvinas, comenzó a observarse inmediatamente después de la derrota militar en el sur argentino. Se profundizó con el correr de los meses mostrando en 1983 algunos síntomas de relajación en la censura. Después de estar prohibido durante siete años, Joan Manuel Serrat llegó al país para realizar, el 14 de junio, un recital con entradas agotadas en el Luna Park. Un mes después del recital de Serrat, la censura seguía resquebrajándose ante la presión popular. El uruguayo Alfredo Zitarrosa pudo cantar tras una década de prohibiciones tanto en Argentina como en Uruguay. Lo hizo en el estadio Obras. El listado de censurados bajo la dictadura cívico-militar fue muy extenso. Incluyó artistas, políticos y escritores argentinos.
Once fórmulas presidenciales se presentaron a las elecciones de 1983. Los dos partidos mayoritarios concentraron el 92% de los votos. La UCR de Raúl Alfonsín-Víctor Martínez fue la ganadora con casi el 52%, dejando al Partido Justicialista en segundo lugar con el 42%, representado en la fórmula Italo Luder-Deolindo Felipe Bittel
El proceso pre electoral de Alfonsín instaló por primera vez en la argentina el márquetin político. La dirección de su campaña estuvo a cargo de David Ratto, un publicista de fuertes raíces radicales. Su abuelo había trabajado para Hipólito Yrigoyen y su padre para Arturo Illia. Ratto sería, durante el gobierno de Alfonsín, el responsable de la campaña del Beagle y también del lanzamiento del Plan Austral.
La simbología del Alfonsín producto se basó en relacionar el RA de la República Argentina con las siglas de Raúl Alfonsín. Se utilizó mucho el celeste y blanco desplazando los colores característicos de la UCR. Se utilizó la consigna “somos la vida”, instalado por la Juventud radical, para simbolizar que la opción de la hora, era “democracia o muerte”. El publicista David Ratto instaló también el “Ahora Alfonsín”, una frase creada por Carlos Gorostiza quien más tarde sería el primer secretario de Cultura del presidente electo.
La imagen que caracterizaba la figura de Alfonsín en los spot televisivos, en la publicidad gráfica y en los afiches callejeros, era la de sus manos unidas sobre su hombro izquierdo. David Ratto, que en el futbol tenía su simpatía volcada para el club Almagro, contaría más tarde que esa era la forma que él saludaba desde la platea a los hinchas visitantes que estaban en la popular. Alfonsín le daría su propia explicación al tan particular saludo del ’83.
David Ratto fue quien le sugirió a Alfonsin que diera su primer discurso desde el Cabildo. Una forma de no confrontar con la histórica imagen del peronismo y el balcón de la Casa Rosada. Esa confrontación con el Justicialismo, Alfonsín la trabajó en la campaña electoral difundiendo una noticia falsa relacionada con un supuesto pacto sindical-militar. La versión le redituó mucho crédito electoral, pero con un alto costo político que lo sufriría durante su gobierno. Aquella falsa denuncia terminaría derivando en lo que se conoció como la Ley Mucci, en referencia al primer ministro de trabajo de Alfonsín. La intención del presidente en aquella confrontación con la CGT en general y las 62 organizaciones peronistas que conducía Lorenzo Miguel en particular, fue desarticular a la columna vertebral del peronismo.
El resultado de aquel cruce fue un estado de movilización de las organizaciones sindicales y la unificación de las dos centrales sindicales, la CGT Brasil y la Azopardo, para reestablecer la CGT unificada. Fue la primera derrota de Alfonsín en el gobierno.
La campaña electoral de Alfonsín estuvo a la altura de la época, desde lo estético y hasta en el contenido. Colocó a la vanguardia en sus discursos, los valores de la democracia abrazándose a que con “ella se educa, se come y se cura” y cerraba cada discurso con el preámbulo de la Constitución nacional.
El estreno de una película fue parte de la campaña electoral de Alfonsín. La “República perdida”, un film que apunta a ser un documental de Argentina dirigida por Miguel Pérez sobre el guion de Luis Gregorich, según la idea del histórico dirigente de la UCR, Enrique Vanoli, se estrenó el 31 de abril de 1983. El film ofrecía una mirada sobre 50 años del país, de 1930 a 1983. Enaltecía las figuras de Yrigoyen e Illia, demonizaba la de Arturo Frondizi y agigantaba a Evita por encima de Perón. La escena comenzaba con el golpe del ‘76 y el discurso de Balbín llamando a la unidad en las horas previas al golpe.
Por encima del trabajo de laboratorio que sostenía su candidatura, Alfonsín logró motivar y sacar a la calle a miles de argentinos. Dos actos multitudinarios fueron determinantes en el cierre de campaña. El primero el 30 de septiembre de 1983 en Ferro. El segundo acto de aquella recta final de Alfonsín fue el miércoles 26 de octubre en la 9 de julio.
Luder-Bittel la fórmula del justicialismo, se había concebido bajo la influencia del líder de las 62 organizaciones, Lorenzo Miguel. El histórico dirigente metalúrgico, que no ocupó ningún cargo en las listas de candidatos, fue quien inclinó la balanza para que se constituyera este binomio, dejando en el camino las intenciones del otro aspirante a encabezar la fórmula, Antonio Cafiero.
Luder había sido electo senador nacional en 1973, pesaba sobre él uno de los argumentos que esgrimían los responsables de la dictadura para justificar el golpe del ’76: la firma de un decreto para aniquilar la subversión. La campaña electoral del justicialismo fue el reflejo de su desorganización interna, no respondía a una imagen símbolo, eran acciones descoordinadas y carecía de comprensión, sobre la necesidad de esos tiempos.
Detrás de las dos principales fuerzas políticas, quedó instalado, tras el recuento de votos, el Partido Intransigente conducido por el ex gobernador bonaerense 1958-1962, Oscar Alende. De origen radical este médico de Banfield ya se había presentado como candidato presidencial en las elecciones de 1973 por la Alianza Popular Revolucionaria, logrando el 7,4% de los votos.
Otro candidato que también había probado suerte en el ‘73 y lo intentaba nuevamente diez años después, fue un ex oficial de la marina, Francisco Manrique. Su historia personal registraba activa participación en el golpe militar de 1955 y su rol como Ministro de Bienestar Social durante la dictadura de Lanusse, desde donde se hizo conocer como padre del PAMI y el Prode. En 1973 lideró a la tercera fuerza electoral, pero en 1983 cayó hasta el noveno lugar sin lograr introducir a ningún representante en el parlamento nacional.
24 horas antes de las elecciones, la dictadura levantó el Estado de sitio. El 86% de los empadronados fueron a votar. El radicalismo obtuvo 7.724.559 lo que representó el 52% de la voluntad del electorado. El Justicialismo llegó a los 5.995.402, representando al 42%. El peronismo ganó 12 gobernaciones, el radicalismo 7. Fuerzas locales de tres provincias, lograron imponerse en su propio territorio: el bloquismo en San Juan; el Movimiento Popular Neuquino, en Neuquén y el Pacto Autonomista Liberal en Corrientes. Por primera vez el justicialismo perdía una elección sin proscripciones.
Argentina comenzó en 1983 una nueva etapa en su vida institucional democrática. Los años transcurridos dan cuenta que encontrar la armonía social a partir de una justa distribución de la riqueza no resulta una tarea sencilla, lleva tiempo. En aquellas elecciones de 4 décadas atrás el 94% de los argentinos se inclinaron por fuerzas políticas que, con matices distintos, desplegaban un fuerte mensaje de conciencia nacional. La antítesis de nuestro presente.
Hay un poder real que se mantiene en el tiempo, que no resigna fácilmente su condición privilegiada. Cautiva incautos empobrecidos e insatisfechos y seducen a individualistas. A ese poder, que como dijera Eduardo Galeano jamás confiesa que está en guerra contra los pobres que genera, solo se lo derrotará con la inteligencia colectiva unida y puesta al servicio de una causa nacional.
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