Por Claudio Leveroni

La semana comenzó nutriéndose de movilizaciones que fueron uniéndose como eslabones a lo largo y ancho del país al compas de la indignación que generó en el peronismo las argumentaciones de dos fiscales en su pedido de condena a la vicepresidenta y máxima referente en la actualidad del movimiento creado por Perón.

No hubo provincia sin manifestaciones de apoyo a Cristina. Brotaron desde pueblos y ciudades con la efervescencia y el sello propio que hacen al ADN peronista. La bronca haciendo un cóctel con la festividad. Sin horcas, ni guillotinas, ni amenazas de muerte para los adversarios políticos y judiciales.

La geografía porteña no fue ajena a la autoconvocatoria. La Recoleta se transformó en la meca para pacíficas demostraciones de afecto. Una vigilia que solo interrumpió el paso de automovilistas durante el egreso y retorno de Cristina a su domicilio. En esos momentos, por la cantidad de militantes presentes, se interrumpió la circulación. Después, quedaba un pequeño grupo para disuadir cualquier intento de agresión a la Vicepresidenta, como los sufridos durante muchas jornadas anteriores, cuando quienes la odian la amenazaron con los peores deseos y epítetos. No solo lo hacían sin vallados, los videos viralizados de esos momentos mostraron la aceptación de agentes policiales de la Ciudad que gobierna Larreta intercambiar saludos amigables con los agresores.

Larreta vio este sábado una buena posibilidad para mejor posicionarse en su carrera electoral. La confrontación directa con Cristina lo colocó en un primer plano opositor. No importó lo grotesco de una maniobra que pudo haber tenido un resultado calamitoso. Puso un vallado para cortar la conexión de Cristina con su pueblo. Era lógico suponer que esa determinación no sería aceptada mansamente. No lo fue.

La irresponsable determinación del Jefe de Gobierno tuvo aristas canallescas. A pocos metros de Juncal y Uruguay la policía acompañó la colocación de dos contenedores repletos de piedras y cascotes (ver video). No se trata de una suposición de este escriba. Las imágenes, tomadas por inquietos celulares se viralizaron dando testimonio de una acción tan burda como temeraria. Una invitación a los violentos para que destrocen vidrieras y propiedades de un barrio que desborda de votos Pro.

La violencia, una vez más, la aportó la Policía de Larreta. Repartió bastonazos a diestra y siniestra, maltrataron a todos por igual. El camión hidrante no ahorró agua y los uniformados más exaltados se trenzaron a puro insulto hostigando a los referentes más reconocidos del Frente de Todos. Entre ellos Máximo Kirchner impidiendo el ingreso a la casa de su madre, mientras era insultado y golpeado (ver video).

Al caer la tarde, cuando la represión ya había dejado algunos detenidos y heridos, cuando desde los Handy policiales se ordenaba tratar al gobernador de Buenos Aires, presente en el lugar, como un ciudadano más, Larreta decidió hablar desde la sede de su gobierno en Parque Patricios. Estuvo rodeado de su gabinete y circulo político cercano. Aliados del Pro, como Patricia Bullrich, prefirieron rechazar la invitación. Tampoco estuvo Carrió ni se vio a referentes de la Coalición Cívica en un primer plano de la instantánea. Apenas la inefable diputada Mariana Zuvic, pero prefirió quedarse atrás.