La brutal frase que lanzó el titular de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Carlos Rosenkrantz en una charla académica en Chile, es un reflejo de época demostrativo del retroceso que plantea, en materia de derechos, el ala más conservadora del empoderado neoliberalismo de nuestro país. Es la contracara de una de las consignas más emblemáticas del peronismo en la voz de Evita cuando señaló que “detrás de una necesidad hay un derecho” .

No es una expresión lanzada al voleo por el supremo. Es el pensamiento íntimo de los sectores dominantes de nuestra sociedad que no toleran el avance de derechos que igualen a todas las personas que habitan nuestro país. Peor aún, lo plantea una persona que ocupa un sitio de absoluto privilegio, integra el máximo tribunal de la nación sin haber sido nunca juez, cobrando un sueldo que supera los $960.000 mensuales y sin pagar el correspondiente impuesto a las ganancias. Se podrá retirar del sitio que hoy ocupa cuando él quiera, y después seguirá cobrando una jubilación que supera 30 veces la mínima. Todo un emblema de la injusticia legalizada.