Por Claudio Leveroni

Si hay algo que se pone en juego en las elecciones del próximo domingo 13 es el protagonismo del Estado en la vida nacional. Los extremos ideológicos, en este sentido, se exponen con brutal antagonismo.

El peronismo, abrazado al dogma de su creador, plantea un Estado protagonista en el desarrollo estratégico del país. La derecha sostiene todo lo contrario. La versión Milei, panfleteada como la más extrema, anuncia a grito pelado y sin sonrojarse que la educación y la salud debe quedar en manos privadas para quien las puedan pagar. Así de grosero es el mensaje. Lo anunció el propio candidato esta semana adelantando que de ser electo presidente eliminará 11 ministerios, entre ellos los de salud, educación y trabajo.

La versión de Juntos por el Cambio transita por un sendero similar. De hecho, es algo que ya concretó durante la maltrecha gestión de Macri en la presidencia eliminando, en 2018, varios ministerios como los de salud y trabajo. Un calco de lo dicho ahora por Milei, acaso sea la prueba más fiel que representan los mismos intereses.

El Estado ha sido en la historia argentina protagonista central en la evolución social, educativa y tecnológica. Lo fue, principalmente, a partir de las presidencias de Hipólito Yrigoyen y Juan Perón durante la primera mitad del siglo XX.

Yrigoyen creó YPF en junio de 1922. Lo hizo por decreto nacional dada la resistencia de los sectores conservadores que querían al negocio petrolero bajo la órbita de sus propios intereses. Perón, por su parte, impuso una impronta arrolladora con protagonismo multifacético del Estado. Una nueva ley de obra pública permitió, en octubre de 1947, anunciar el ambicioso Primer Plan Quinquenal argentino. Una planificación de obras para el desarrollo estratégico nacional que tuvo su primer período entre 1947 y 1951 teniendo al Estado como principal impulsor.

Bajo el marco del Plan Quinquenal se nacionalizaron los ferrocarriles, teléfonos y servicios públicos. Se crearon universidades en varias provincias y la actual Universidad Tecnológica Nacional. Se armó una flota Mercante de ultramar, se construyeron 350 mil viviendas en cinco años. Accedieron al agua potable 4 millones de personas y otras 2 millones al servicio de cloacas. También se construyeron 21 hospitales, centenares de escuelas y aeropuertos como el de Ezeiza, además de fundar la línea de bandera, Aerolíneas Argentinas, el 14 de mayo de 1950.

El plan quinquenal apuntó a la necesidad de unificar medidas y obras que mejoren y faciliten la producción nacional y la exportación. Entre esas determinaciones asumidas estuvo la Nacionalización del Banco Central, el mismo que Milei ahora quiere dinamitar. El control de la banca permitió poner en marcha el IAPI. El Instituto Argentino de Promoción del Intercambio fue un ente público argentino que tenía como finalidad centralizar el comercio exterior y transferir recursos entre los diferentes sectores de la economía.

Aquella Argentina más industrializada permitió agregarle valor a su materia prima. Para satisfacer la capacidad energética que requería el extraordinario desarrollo industrial se avanzó con obras de gran magnitud y la creación, en mayo de 1950, de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Cinco años más tarde surgió el Instituto de Física de Bariloche (hoy Instituto Balseiro) en el Centro Atómico de Bariloche.

La fortaleza con la que Perón instaló un Estado presente en el desarrollo estratégico nacional fue tan extraordinaria que sus enemigos no pudieron correrlo de ese protagonismo central. No lo lograron con los golpes de estado, proscripciones y persecuciones durante varios períodos de la segunda mitad del siglo XX.

El siglo XXI asoma reflotando el mismo desafío, lo potencia. Cierto resquebrajamiento cultural abraza a un sector numéricamente importante de la población que parece dispuesta a cederle derechos a un conglomerado de energúmenos con aspiraciones presidenciales. Un paneo al despliegue intelectual de los principales candidatos opositores desnuda con crudeza la brutalidad que bordea nuestro presente. El proceso electoral actual se instala como un desafío de época. Una vez más la inteligencia colectiva de nuestro pueblo se pone a prueba.