El 17 de noviembre de 1972 fue el día más esperado por millones de argentinos. Lo fue por 17 años. Tiempo que representó el largo paréntesis que separó al máximo líder político del siglo XX de su tierra y su pueblo. Ese día llegó al país Juan Domingo Perón después de sufrir 6268 jornadas de exilio.
Se animó a regresar mientras reinaba en Argentina la tercera parte de una larga dictadura que había comenzado en 1966 con Juan Carlos Onganía y concluiría, después de un paso fugaz de otro General de apellido Levingston, Alejandro Agustín Lanusse. Este último representante del oprobio había vaticinado erróneamente que a Perón no le daba el cuero para regresar. Los 77 años de vida no fueron obstáculo para detener a quien, diez meses más tarde y con el 62% de los votos, sería electo por tercera vez presidente de los argentinos.
La tarde plomiza y lluviosa recibió a Perón bajo la cobija de un paraguas sostenido por el titular de la CGT, José Ignacio Rucci. En el avión de Alitalia lo acompañaron en su travesía 153 personalidades de distintas áreas de la cultura nacional. Eran representantes de varias generaciones que, a fuerza de prohibiciones a nombrarlo, aprendieron a llamarlo de diversas formas. Ese hombre, que le entregó el apellido a un enorme movimiento nacional, fue referenciado por sus seguidores como, Pocho, el General, el viejo y hasta con “el que te jedi del balcón”.
El sábado de su llegada el aeropuerto de Ezeiza estuvo rodeado por fuerzas militares durante toda la jornada. La dictadura impidió que miles de peronistas pudieran acercarse a su líder. También obstaculizaron la salida de Perón a la ciudad. Recién a la mañana siguiente una caravana de autos lo acompañó rumbo al domicilio que tendría en su estadía en el país.
En la organización del operativo retorno el Partido Justicialista había adquirido, en junio de ese mismo año, una casa ubicada en la calle Gaspar Campos 1065, de Vicente López. Una residencia construida en 1936 por su dueño original, un doctor con apellido de origen holandés, Von der Becke, que más tarde vendió la propiedad a la familia Bauer Megelbeck.
Una casa sin lujos estridentes. Perón sintió que era lo suficientemente acogedora como para mantenerla como residencia. En su segundo y definitivo regreso, en junio de 1973, volvió a instalarse en ella. Lo hizo hasta el 12 de octubre, cuando asumió la tercera presidencia que lo trasladó a la Quinta de Olivos.
El audio que acompaña esta nota tiene valiosos testimonios de quienes organizaron el viaje, también de quienes viajaron relatando los momentos tensos que se vivieron. Corresponde al programa Causa Pendiente emitido en Radio del Plata y Radio Nacional, con relatos de Claudio Leveroni y Gustavo Campana.
0 comentarios