Neoliberalismo y golpes de estado una sociedad que comenzó hace 50 años

“La fuerza es el derecho de la bestias”, es el título del primer libro escrito por Perón en el exilio tras ser derrocado en 1955. En sus páginas describe la brutalidad de las minorías empoderadas para imponer modelos económicos que respondan a sus intereses. Ese es el camino que recorrió el neoliberalismo durante los inicios de los años 70 para incursionar en América Latina. Lo hizo irrumpiendo en sus naciones a través de golpes de estado. El de Chile, en 1973 derrocando a Salvador Allende, si bien no fue el primero de la región, fue el más emblemático.

Medio siglo atrás, impulsado por intereses geopolíticos de Estados Unidos, las Fuerzas Armadas chilenas, encabezadas por Augusto Pinochet, se levantaron en armas contra la constitución y el pueblo. Lo hicieron para instalar una dictadura que torturó, desapareció y ejecutó a miles de personas. El objetivo central fue instalar un modelo económico determinado.

Pinochet instauró en Chile un gobierno que sirvió de experimento para aplicar el neoliberalismo económico en América Latina. El dictador estuvo influenciado por las teorías de los Chicago boys, un grupo de economistas chilenos que había cumplido parte de su formación en la Universidad de Chicago y se había nutrido de las ideas de economistas estadounidenses como Arnold Haeberger.

El 11 de marzo de 1990, Pinochet entregó el poder tras perder un referendo, pero permaneció otros ocho años al frente del Ejército. Fue senador “vitalicio” hasta 2002, cuando renunció. Murió a los 91 años estaba bajo arresto domiciliario por tres casos de violaciones de derechos humanos y uno por malversación de fondos públicos.

“Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba“, expresó en plena campaña electoral para llegar a la presidencia en 2021 Gabriel Boric. El actual primer mandatario, con 37 años, representó en esa elección a la fuerza política de Salvador Allende. Boric enfrentó y venció, en el balotaje de dos años atrás, a José Antonio Kast reconocido por sus ideas ultraconservadoras haciendo campaña defendiendo el legado del dictador Pinochet.

El modelo neoliberal que acompañó las dictaduras de los 70 y 80 en América Latina sostiene como idea central que la mayor parte de los bienes y factores de producción deben ser de propiedad privada, relegando al Estado a un protagonismo no estratégico en el desarrollo de las naciones.

El neoliberalismo es una corriente de pensamiento impulsada desde 1938 por un economista alemán, Alexander Rüstow. En su evolución se fortaleció desde el concepto que solo el mercado puede revelar cuanto puede valer algo y a cuánto puede pagarse por ese algo. Oferta y demanda. Bajo este principio fue construyendo también una escala de valores culturales exaltando el individualismo y concibiendo un sentido de libertad bajo parámetros fijados por el mercado.

Para el neoliberalismo el mercado es el único mecanismo capaz de procesar la información de una manera clara y justa. El bienestar de las personas y de la sociedad solo se alcanzan cuando participan del mercado. Cada persona tiene libertad para comprar o vender lo que le plazca inclusive sus propios órganos, como lo expresó recientemente Javier Milei.

El neoliberalismo se plantea como verdad absoluta con un sentido de superioridad técnica, moral y lógica sobre lo que debe ser público o no. Coloca al Estado con la función de ser el principal guardián del mercado. Este concepto es el que comenzó a regarse con mayor intensidad sobre Latinoamérica tras el golpe de estado en Chile de 1973.

Con anterioridad al golpe en Chile hubo dos países del cono sur, Bolivia y Uruguay, que sufrieron escoriaciones en sus democracia. El 18 de agosto de 1971, el coronel Hugo Banzer estuvo al frente de un golpe de Estado que derrocó al presidente de Bolivia Juan José Torres, un general que propiciaba políticas con fuerte impronta de justicia social y mejor distribución de riqueza.

Desde Bolivia, y a partir de esta incursión militar, se puso en marcha el proyecto represivo regional conocido como Plan Cóndor, por el que se asesinó y provocó la desaparición de miles de militantes populares y políticos de varios países del cono sur.

El 27 de junio de 1973 el presidente uruguayo Juan María Bordaberry, que había asumido un año antes, con la complicidad de las fuerzas armadas disolvió las cámaras legislativas. En su traspaso de demócrata a dictador Bordaberry señaló como argumento para semejante medida “el rechazo a toda ideología de origen marxista que intente aprovechar de la generosidad de nuestra democracia. La dictadura en Uruguay se mantuvo por 12 años, hasta el 1 de marzo de 1985, día en que asumió por voluntad de las urnas Julio María Sanguinetti.

Latinoamérica arrastró en los setenta varias dictaduras que llevaban años. En Paraguay Alfredo Stroessner comandaba la suya desde 1954 cuando, con apenas 41 años y siendo comandante en jefe de las fuerzas armadas, dio un golpe de Estado derrocando al presidente electo, Federico Chaves.

En Haití el dictador François Duvalier gobernaba desde 1957. Ese año modificó la Constitución y se proclamó presidente vitalicio. Fueron asesinadas 60 mil personas bajo su régimen. Murió en 1971 a los 64 años de edad por hipoglucemia. Su hijo Jean-Claude Duvalier –apodado como Baby Doc– heredó la presidencia, siendo también vitalicio.

Nicaragua tiene el triste récord de sufrir el periodo de dictadura más extenso en la región. Se inició en 1936 y se extendió hasta 1979. Comenzó con Anastasio Somoza García y continuo con sus dos hijos. El último de ellos, apodado “Tachito”, fue derrocado cuando la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) lo obligó a exiliarse en Guatemala primero y posteriormente en Paraguay donde fue asesinado en 1980.

Brasil tuvo un período democrático, llamado la cuarta república, iniciado en 1946. Ese año Brasil sancionó una nueva Constitución restaurando derechos individuales, también se trasladó la capital de Río de Janeiro a Brasilia y se instalaron reformas sociales y políticas de desarrollo industrial y conciencia nacional.

Las oligarquías tradicionales brasileñas con el apoyo de la CIA maniobraron en conjunto para instalar una dictadura en 1964 que se mantuvo hasta 1985. Ese año las urnas decretaron la victoria electoral del Movimiento Democrático Brasileño, asumiendo José Sarney la primera magistratura

En todos estos golpes de estado perpetrados para instalar un modelo económico neoliberal, la Central de Inteligencia Americana (CIA) ha sido una gran articuladora. La CIA no es la única central de inteligencia que tiene Estados Unidos.

La potencia del norte de América cuenta con 16 centrales de inteligencia que emplean a más de 107 mil personas con un presupuesto anual de 52.000 millones de dólares, según publicó ‘The Washington Post’ en 2013.  Los recursos para las centrales de inteligencia fueron creciendo año tras año. En 2020 los presupuestos para tareas de espionaje recibieron 86.000 millones de dólares, representando un aumento del 6 % respecto al año anterior.

La CIA solo es una de esas 16 centrales de inteligencia que funcionan en Estados Unidos. Cuenta con 17 mil empleados, fue creada inmediatamente después de finalizada la segunda guerra mundial. Su misión original consistió, sobre todo, en mantener al presidente de Estados Unidos informado sobre cualquier posible ataque sorpresa del exterior y así evitar un segundo Pearl Harbor.

De acuerdo con información recogida de documentos desclasificados el presidente Richard Nixon le ordenó a Kissinger y al director de la CIA de ese entonces Richard Helms, impedir la asunción de Allende tras ganar las elecciones presidenciales en Chile en 1970. Para lograr ese cometido la CIA intentó convencer al General chileno René Schneider que desarrolle una acción que impida la llegada de Salvador Allende a la Moneda. Schneider se opuso en forma terminante. Su firmeza en la respuesta le costó muy caro. Semanas más tarde, el 22 de octubre de 1970, fue asesinado.

Por aquellos días, aunque la Casa Blanca lo negaba, el rumor de la intervención de EEUU para derrocar al gobierno chileno corrió rápidamente. El propio presidente Salvador Allende salió al cruce advirtiéndole a Nixon sobre sus acciones.

Schneider no fue el único militar leal a la democracia chilena asesinado en aquellos años. Otro General, Carlos Prast, que estaba al frente del Ejército chileno durante la presidencia de Allende, fue asesinado junto a su esposa el 30 de septiembre de 1974, en Buenos Aires donde se había exiliado tras el golpe que instaló a Pinochet en la Moneda.

Una investigación judicial de aquel atentado determinó la condena a reclusión perpetua contra el ex agente de inteligencia de la Policía Secreta de Chile (DINA), Enrique Arancibia Clavel. Fue quien colocó la bomba bajo el auto de Prats. También se supo que recibió apoyo logístico de la CIA.

A mediado de los años setenta Pinochet se puso al frente del Plan Cóndor. Contaba con el apoyo de la CIA y de funcionarios de alta jerarquía del gobierno de Estados Unidos. Uno de los más interesados en que prosperen las acciones represivas fue Henry Kissinger.

Se suele afirmar con cierta dosis de certeza, que Kissinger personalmente monitoreaba la relación del país del norte con las dictaduras y sus acciones represivas. En una de sus giras por el cono sur, en 1978, llegó a la argentina rodeado de cuidadosos elogios de la prensa que tenía la dictadura cívico- militar de nuestro país.

El plan Cóndor nació en Chile. El 29 de octubre de 1975 Pinochet convocó a la primera reunión de trabajo de inteligencia nacional. Se trató de una serie de reuniones que se realizó en Santiago desde el 25 de noviembre hasta el 1 de diciembre, bajo la supervisión del Servicio de Inteligencia de Chile, la temible DINA.

En la primera reunión, a la que asistieron representantes de las distintas dictaduras del sur de América, se emitió un documento conviniendo la necesidad de coordinar la represión en el cono sur. Del 3 al 7 de mayo de 1976 los ejércitos de Brasil y Paraguay realizaron una conferencia bilateral de Inteligencia. Uno de los items fue tratar las “actividades subversivas internas y sus conexiones con el exterior desde noviembre de 1974 hasta la fecha”.

Reuniones similares se multiplicaron con el apoyo de Estados Unidos para perfeccionar las estrategias de la guerra sucia para el cono sur. Un documento desclasificado en el 2002 de los archivos de Estados Unidos, reveló que las dictaduras sudamericanas utilizaban para intercambiar información de inteligencia, una base estadounidense en el Canal de Panama, establecida desde 1946: la Escuela de las Américas que opera exclusivamente entrenando oficiales militares latinoamericanos.

En esa base estadounidense del Canal de Panamá se coordinaron acciones represivas, monitoreando la muerte y desaparición de adversarios políticos, de las dictaduras sudamericanas, entre quienes se encontraban, dirigentes juveniles, de partidos políticos, de derechos humanos y sindicalistas. Estados Unidos, lejos de desconocer la acción represiva de las dictaduras, las alentó, financió y coordinó. La CIA fue determinante para la conexión de acciones.

La revelación documentada de las acciones del Plan Condor se obtuvo en 1992 en Paraguay. El 22 de diciembre de ese año, en una dependencia policial de ese país se hallaron 5 toneladas de archivos, en los que constan las actividades terroristas de las dictaduras del sur de América. Los llamados documentos del terror fueron encontrados por un abogado y educador paraguayo llamado Martín Almada. La Unesco lo declaró patrimonio de la humanidad.

Entre los documentos encontrados había publicaciones enviadas como instrucciones por la CIA y el FBI a las fuerzas de seguridad de nuestra región. Una de ellas, desarrolla bajo el título “Como mantener vivos a los torturados“, técnicas de sometimiento físico que permiten llegar al límite el sufrimiento de los detenidos sin hacerlos morir.

La dictadura argentina participó activamente en el Plan Cóndor. El Ejército envió cuadros militares a Panamá para que sean instruidos de los mecanismos represivos y de inteligencia. Fueron los mismos militares que aparecen denunciados de instruir a grupos de tareas que desarrollaron tareas de represión ilegal en países centroamericanos.

Estos hechos salieron a la luz cuando, en 1993, el Comisionado Gubernamental de Derechos Humanos en Honduras, Leo Valladares, denunció la participación de oficiales argentinos en la represión de ese país. Valladares afirmó, en un informe presentado ante el parlamento hondureño, que los presidentes Reagan, y Galtieri, habían conformado una extraña sociedad secreta para llevar adelante esta intromisión en el país centroamericano. Una sociedad donde EEUU ponía el dinero y las tareas de inteligencia a través de la CIA, y Argentina la mano de obra.

Esta sociedad que denuncia Valladares, fue el principal argumento que Galtieri esgrimió a sus generales cuando decidió avanzar militarmente sobre Malvinas. Creyó que los norteamericanos responderían solidariamente a esa acción, teniendo en cuenta la secreta acción conjunta que libraban en Centroamérica.

Como parte del protocolo establecido bajo el paraguas del Plan Condor, estaba aceptar interrogatorios de prisioneros propios por agentes extranjeros. El 6 de noviembre de 1978 el Ejército Argentino invitó a dos reconocidos torturadores paraguayos. Camilo Morel y Lucio Benitez, para que vengan a interrogar a detenidos paraguayos en cárceles clandestinas argentinas.

La cantidad de víctimas del plan cóndor no se puede precisar, aunque si queda en claro la constitución de una asociación ilícita que coordinaba la desaparición sistemática de personas. Entre ellos, algunas figuras de alto perfil público como el general Juan José Torres ex presidente de Bolivia, el dirigente uruguayo Zelmar Michellini y Héctor Gutiérrez Ruiz ex presidente de la Cámara de Diputados de Uruguay.

El modelo neoliberal mantiene su custodia represiva, pero su estrategia en el siglo XXI ha cambiado. Logró penetrar culturalmente en las capas sociales medias de la región. Lo hizo exacerbando el individualismo como valor central, justifica la represión para contrarrestar los altos índices de inseguridad y exalta la caridad como herramienta de compensación frente a la desigualdad económica. Es erróneo creer que el neoliberalismo quiere aniquilar al Estado, por el contrario, lo necesita fuerte y operando siempre en una sola dirección, la de ser guardián de los intereses de los grupos económicos mandantes en cada país.

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