Por Héctor Gómez
Nació de repente. Apurado por hacerse notar, no quedó más remedio que arrastrar a la madre al sanatorio. El padre tuvo que admitirlo sin reclamo. Ya de bebé gritaba como chancho a punto de ser bondiola. Le apagaban la luz, pero igual sus gritos sacudían las cortinas como si soplara viento.
Más tarde los retorcijones y cachetazos del padre no impedían su intento de correr rompiendo lo que alcanzara su mano. La madre lo castigaba para no ser cómplice por omisión. Hacerse notar era su principal objetivo. Para eso no se privaba de nada. Pretendía destacarse aún gordito y adolescente confuso. Tuvo intentos fracasados para poder ser el preferido. Consiguió dinero para guantes y con ello presumía de arquero. Ese puesto del futbol barrial que todos eluden, a él le sirvió para estar en las fotos. Con su sonrisa esquiva y sus rulos no dejaba de figurar en ninguna de ellas.
Descubrió ahí que diciendo cosas sorpresivas y de dudosa originalidad llamaba la atención. Una mirada esquiva, una sonrisa forzada y otra gente sirvieron para tapar el desprecio de su padre. Supo que la amistad con el que tiene guita, garpa más que hacerse amigo del juez. Solía decirse que nunca falta palenque ande rascarse.
Los pasillos de la Universidad le sirvieron para protegerse del sol y surtirse de palabras complejas. También ese contagio ayuda a elegir vestimenta y un look informal que seguro impacta a tanta niña que se sueña ser actriz o cantante. Observó los límites del espacio universitario donde solo se reconocen entre ellos. Deslumbrado ante las pantallas cada vez más grandes y coloridas sintió que ese era su mundo. Ávido de cualquier cosa que pueda servir para consumir minutos le permitieron, con su desparpajo, cubrir indeseados baches. Entrevió el poder que brindaba ese mensaje descarado, casi inconsciente, que se podía transmitir a través de una onda espacial.
Volvió al fútbol y desde ahí se propuso; no como arquero, sino como presidente del club, para no correr el riesgo de tener que ir a buscar la pelota al fondo. Quienes comenzaron a escucharlo encontraron en su discurso la reivindicación de tantos goles errados. Ya fascinado en la calle por tanto alboroto salió a recorrerlas reboleando lo que podía agarrar.
Finalmente, logró la presidencia y por supuesto lo primero que hizo fue buscar un arquero. Encontró uno que venía de haber perdido con otro club pero que no tenía miedo ni vergüenza. La prima del puesto era lo suficiente buena como para que aceptara aún a riesgo de algún pelotazo destructivo. Con el guardameta contratado el resto del equipo lo formo así: adelante audaces sin experiencia, y atrás defensores duros y experimentados.
Tranquilo y sin preocupaciones les encargó defender el campeonato, mientras él, recorre el mundo buscando un paraíso donde refugiarse si por acaso se van al descenso.
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