Por Felipe Efele

Los movimientos de última hora que se sucedieron al cierre de fórmulas presidenciales desconcertaron al grueso de los seguidores de Cristina Fernández. La mayoría de ellos ya estaban pergeñando estrategias propias para enamorar al resto con la figura de Wado de Pedro. Enterados de la novedad, invadió la decepción.

La vicepresidenta quedó en el centro de las miradas. De no ser por su enorme bagaje de consecuente lealtad a políticas de bienestar popular, los cuestionamientos hubiesen tenido un tono más elevado. Fueron tenues, buscando argumentos que le den peso a la decisión. Con el correr de las horas las interpretaciones se fueron acomodando. Se detectó una estrategia planteada por quien está conduciendo un movimiento popular sin necesidad de ejercer la presidencia.

Se puede observar con claridad, a partir del armado de las listas de diputados y senadores, que el objetivo de Cristina Fernández es fortalecer un bloque propio de legisladores nacionales. Una pormenorizada lectura de las figuras que ahí quedaron no deja dudas. Referentes de La Cámpora y de organizaciones muy cercanas al kirchnerismo ocupan los casilleros más destacados. Un ejemplo es la lista a diputados nacionales que acompaña la reelección de Kicillof. Once de los quince primeros lugares se encuadran en estas agrupaciones. Lo mismo sucede con los cuatro primeros lugares en la tira que propone a Leandro Santoro en CABA. Una escenografía similar tiene como correlato las listas de senadores nacionales porteña y bonaerense.

El parlamento presente, y también el que surja más allá de quien sea el ganador de las presidenciales, tiene una escenario multicolor. Obliga a constantes negociaciones. Un bloque unido con volumen propio con lealtad a sus principios fundacionales puede poner límites a propuestas futuras que se desvíen del interés nacional y popular. El freno a esas iniciativas funcionará siendo este bloque oficialista u oposición.