Por Claudio Leveroni
El siglo XXI ya consumió un cuarto de su existencia, un período que se encuentra marcado por la particular incursión de nuevas características que impone la tecnología en la vida del hombre. Acaso, sea éste el mayor distintivo innovador que presenta este primer tramo de siglo. Una característica que direcciona la evolución humana marcando una cultura de época, cuya valoración solo es posible determinarla cuando se la compara con tiempos pasados.
Si bien es cierto que la primera mitad del siglo pasado estuvo signada por dos brutales guerras mundiales, que incluyó el mayor crimen de lesa humanidad con dos bombas atómicas arrojadas sobre población civil, no menos cierto es que su segunda parte estuvo impregnada por una enorme ola cultural pacifista con fuerte contenido crítico de la belicosidad precedente.
En medio de esta puja de poder internacional las diferentes décadas del siglo XX mantuvieron como correlato la incursión de hechos culturalmente muy valiosos. Corrientes de pensamiento y acción que abarcaron diversas áreas de expresión del arte, la política y también la ciencia. Surgieron fuertes cuestionamientos a las ataduras culturales, sostenidas como tradición, que impedían nuevas expresiones y formas de vida más armónicas.
Los hippies, por ejemplo, constituyeron un movimiento contracultural pacifista que nació en los años 60 planteando fuertes cuestionamientos a las guerras. Instalaron como su rótulo más saliente el amor libre. Un desafío que cruzó fronteras políticas, sociales y religiosas, desplegándose mundialmente a una velocidad asombrosa. Representó la necesidad en las nuevas generaciones de transitar un recorrido con valores antagónicos a los de sus padres y abuelos.
Aquel movimiento, que tuvo una marcada vigencia de dos décadas (60 y 70), venía gestándose desde décadas anteriores. Si bien nació como respuesta a la brutalidad de las guerras mundiales y a un tercer conflicto armado iniciado en 1954 en Vietnam (se extendió hasta 1975), hubo pensadores que aportaron enriquecedores ingredientes para que finalmente fluyeran corrientes contestatarias al orden político y cultural establecido.
En 1942 el francés Albert Camus publicó El Extranjero. Un libro que puso en tela de juicio valores y creencias que la sociedad occidental había adoptado como dogmas. Antes que él ya había dado señales de similar valor el checo Fran Kafka destacando, en libros y cuentos, las incongruencias de la burocracia y los miedos más profundos del ser humano.
A la altura de aquella incipiente cultura revolucionaria que plantearon Camus y Kafka, hubo una extensa lista de escritores y artistas de diversas áreas que estimularon la evolución del pensamiento creativo y rebelde en las generaciones del siglo XX. Lo hicieron desde un amplio abanico ideológico. Cuestionaron la aceptación impávida de un poder de turno estructurado para defender sus intereses a cualquier costo.
Ese listado reúne, por ejemplo, a escritores notables como García Márquez, George Orwell, Jorge Luis Borges, Alexandr Solzhenitsyn, Simone de Beauvoir, Ernest Hemingway o Julio Cortazar por nombrar a algunos pocos.
Los escritores no fueron los únicos pensadores que moldearon aquellas generaciones del siglo XX. Hubo destacados transgresores culturales en infinidad de áreas. Lo fueron Salvador Dalí, Pablo Picasso o Frida Kahlo en la pintura y artes plásticas. Los hubo en el cine con películas que marcaron registros inolvidables para los espectadores. Tal es el caso de Doctor Zhivago (1965), de David Lean; o Luces de la ciudad (1931), del genial Charles Chaplin; o la extraordinaria zaga El Padrino (1972), dirigida por Francis Ford Coppola.
La batería de nombres y obras que estimularon el pensamiento desde distintas áreas culturales durante el siglo pasado ha sido inmensa. Parece no repetible, al menos en este mucho más mezquino siglo XXI donde la chatura intelectual se ha instalado como un sello de época. Eso es lo que entrega este primer cuarto de su centuria.
¿Cuál es la película del siglo XXI que se pueda equiparar a alguna de las tres nombradas líneas arriba? Lo mismo podemos preguntarnos para escritores, pintores, escultores o grupos musicales influyentes, como han sido los Beatles, Rolling Stone o Queen, por nombrar apenas tres de los más destacados. No asoma nada parecido en este primer cuarto del siglo XXI carente de rebeldía cultural.
Una comparación que sostiene el mismo resultado cuando la aplicamos a quienes despliegan liderazgos políticos. Por encima de la valoración ideológica, vale preguntarse si la estatura intelectual de los referentes mundiales de este siglo se encuentra a la altura de lo que representaron figuras de la talla como Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela, Juan Perón, Charles De Gaulle, Golda Meir, Fidel Castro o Mao Zedong.
El paneo de oferta que presenta la actualidad, que incluye a Trump, Bolsonaro, Maduro y Milei, da por tierra cualquier posibilidad que exista alguna equivalencia. Por el contrario, la involución parece habernos ganado.
En 1934 Enrique Santos Discépolo compuso Cambalache. Tango prohibido en tiempos donde Argentina vivía lo que se bautizó como la década infame. Su letra, un extraordinario poema contracultural de época, plantea un siglo XX problemático y febril. Definición que está lejos de vislumbrase para un siglo XXI rasurado de ideas y alineado para mantener el decadente orden de lo establecido.
Muy cuenta de nuestra realidad
Gran búsqueda para explicar esta actualidad tan pobre y triste
Excelente nota muy valiosa y significativa ! Tan fuerte al darnos cuenta lo mal que vive esta sociedad con carencia de valores humanos !