Evita 72 años después

El 26 de julio de 1952 el país escucha el comunicado oficial: “Cumple la Subsecretaría de Informaciones el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20:25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación.”

En sólo 33 años María Eva Duarte de Perón transformó la historia. Una joven nacida en Los Toldos que con sumo coraje decidió torcer el destino en cada etapa de su vida. De actriz a representante de los trabajadores; de compañera del Coronel Perón a ser la impulsora de la participación política femenina y la abanderada de los humildes; de Embajadora de la Paz a ser el puente entre el gobierno y el movimiento obrero organizado.

“Me encontré ante dos caminos: uno de asfalto, el de esposa del Presidente, y otro de selva, pero que tenía el encanto de ser el que me ponía en contacto con el corazón del pueblo argentino, que vale cualquier sacrificio y cualquier esfuerzo”, sintetizó alguna vez María Eva Duarte de Perón cuando eligió ser Evita.

Esa transformación identificatoria que Evita asumió tras conocer a Perón la llevó a hacer foco en dos temas centrales: la reivindicación de la amplia franja social más humilde de nuestra sociedad, y la incorporación de las mujeres a la vida política para que puedan votar y ser votadas. Lo hizo encabezando una institución innovadora en materia de ampliación de derechos como la Fundación Eva Perón.

Su enorme tarea social despertó amor entre la mayoritaria clase social más postergada que veía concreciones, a través de las políticas del innovador gobierno de Perón, y un compromiso inclaudicable de Evita con cada conquista social que mejoraba la calidad de vida de los argentinos. Evita también despertó el odio de los sectores económicamente más encumbrados del país. Un desprecio que llegó a quedar tatuado en una pared porteña con un “viva el cáncer”, escrito días después de su muerte.

Abelardo Ramos supo describir que el nacimiento del “gorilismo”, como expresión antiperonista, había nacido en las peluquerías de Barrio Norte cuando las señoras de sociedad que allí se hacían atender se encontraron con su personal de servicio requiriendo la misma atención que ellas. Una escenografía de igualdad que resultó insoportable para las castas acostumbradas a menospreciar a los sectores menos pudientes.

El 26 de julio de 1952, a los 33 años, Evita su vida se apagó. En ese mismo instante en Plaza Miserere, al pie de un gran retrato, se le rindió un homenaje apagándose las 5000 antorchas que allí se habían congregado orando por su vida.

Su cuerpo fue velado en la Secretaría de Trabajo y Previsión hasta el 9 de agosto que fue llevado al Congreso de la Nación para recibir honores oficiales, y luego a la CGT. La procesión fue seguida por más de dos millones de personas y su paso por las calles recibió una lluvia de claveles, orquídeas, crisantemos, alhelíes y rosas arrojados desde los balcones cercanos.

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