Si hay un país que atrasa en la incorporación de derechos que evolucionan en dirección de aceptar una mayor igualdad entre las personas es Estados Unidos. Posiblemente solo sea necesario recordar un ejemplo para exponer esta consideración. Repasando su historia se puede encontrar la dificultad que tuvo el presidente Abraham Lincoln para conseguir que el Congreso aprobara la decimotercera enmienda que ordenaba la liberación de los esclavos y, con ello, el fin de la esclavitud. Finalmente, fue aprobada en 1865 (52 años más tarde que en Argentina). Antes el país tuvo que pasar por una sangrienta guerra civil reconocida como la guerra de Secesión. El precio que pagó Lincoln fue con su propia vida. Tras la aprobación de la enmienda fue asesinado ese año por un fanático de la causa del sur que negaba el reconocimiento de los negros.

A esta enmienda fueron adhiriendo con el correr del tiempo los 50 Estados que componen la nación del norte de nuestro continente. Uno de ellos demoró 130 años en aceptarla. Recién el 16 de marzo de 1995 Misisipi, el único Estado del país más poderoso del mundo que no había abolido la esclavitud, ratificó la Enmienda número trece, ley que da libertad a todas las personas en territorio estadounidense.