Por Claudio Leveroni
La convocatoria electoral de este año no será solo para elegir postulantes en el llamado bianual que establece la reglamentación vigente para un recambio parlamentario. En este caso, la cita con las urnas se vislumbra como una compulsa de valores que direccionará una tendencia social para los próximos años. El peso cultural de esta contienda sobrepasa, inclusive, el marco estrictamente ideológico.
Los argentinos estaremos expresándonos en octubre por algo mucho más valioso que estar más o menos cerca de una fuerza de extrema derecha, como representa en la actualidad el partido gobernante. La Libertad Avanza es una fuerza política que creció y gobierna rompiendo códigos de convivencia a partir de su particular violencia, expresada a boca de jarro por el propio presidente Milei.
Es posible que para una franja juvenil ese perfil resulte atractivo al ser interpretado como una transgresión cultural a lo conocido en el andar de la política y las instituciones. No lo es.
El desparpajo cotidiano en las expresiones del primer mandatario refleja una escala de valores que lo aleja no solo de ser un presidente conciliador, lo expone como un baluarte de la insolidaridad con tendencia hacia la eliminación del otro. Una posición que ni siquiera puede abandonar en situaciones límites que podría evitar.
En octubre pasado, al día siguiente de la muerte del ex ministro de salud Ginés González García, en un acto público y pudiendo obviar su mención, Milei aseguró que se murió «un hijo de remilputas y será recordado como un hijo de puta». Por encima de las diferencias ideológicas con el político fallecido, que en esos momentos estaba siendo velado, lo que sobresale en este disparatado insulto es la caracterización de un liderazgo político dispuesto a mostrar una escala de valores sin límites en la confrontación.
Se podrían buscar muchos más ejemplos de este calibre que entrega Milei casi a diario entremezclando en esas situaciones a personajes locales e internacionales. Declaraciones extremas tanto desde lo cultural como desde lo político, atendiendo la responsabilidad que tiene al hacerlas como presidente.
Esa escala de valores alejada de la solidaridad y de extrema confrontación es la que estará buscando aprobación en las elecciones de octubre. Una convocatoria con un peso cultural altamente significativo. Un triunfo del oficialismo potenciará mucho más una tendencia violenta cuyos límites extremos son difíciles de predecir.
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