En una entrevista televisiva realizada en 2018 una conductora de la cadena Fox de Estados Unidos, le preguntó al ex director de la CIA, James Woolsey, ¿alguna vez tratamos de interferir en las elecciones de otros países?

El ex titular de la central de inteligencia del país del norte respondió:Probablemente, fue por el bien del sistema y evitar que el comunismo tomara el poder…por ejemplo en Europa en los años 1947, 48, 49 en Grecia e Italia, allí intervino la CIA”.

Inquieta por semejante respuesta la conductora volvió a preguntar: ¿Ahora no lo hacemos, no?…no nos metemos en las elecciones de otra gente…

La respuesta de Woosley fue: “Bueno, solo lo hacemos por una buena razón y el bien de la democracia. Creyó encontrar una respuesta elegante que sea capaz de borrar de la memoria histórica el accionar de la central de inteligencia que regó con muerte y dolor durante décadas toda Latinoamérica”

Estados Unidos cuenta con 16 centrales de inteligencia que emplean a más de 107 mil personas con un presupuesto anual de 52.000 millones de dólares, según publicó ‘The Washington Post’ en 2013.  Los recursos para las centrales de inteligencia fueron creciendo año tras año. En 2020 los presupuestos para tareas de espionaje recibieron 86 000 millones de dólares, representando un aumento del 6 % respecto al año anterior.

La CIA es una de esas 16 centrales de inteligencia que funcionan en Estados Unidos. Cuenta con 17 mil empleados, fue creada inmediatamente después de finalizada la segunda guerra mundial. Su misión original consistió, sobre todo, en mantener al presidente de Estados Unidos informado sobre cualquier posible ataque sorpresa del exterior y así evitar un segundo Pearl Harbor.

Durante los años de la Guerra Fría la Central de Inteligencia se dedicó al espionaje robando secretos soviéticos y reclutando espías. Instalado en la primera fila de la guerra contra el comunismo, la CIA fue utilizada por el gobierno de Richard Nixon para acciones intervencionistas en países de América del Sur. En 1970 Salvador Allende, después de cuatro intentos anteriores, logró ganar las elecciones presidenciales en Chile. Obtuvo el 36% de los votos. Por primera vez una alianza socialista-comunista asumía las riendas del poder en el país trasandino.

El General Rene Schneider era el comandante en Jefe del Ejército chileno cuando Allende gana las elecciones. De acuerdo a información recogida de documentos desclasificados que pertenecían a la central de inteligencia norteamericana, el presidente Richard Nixon le ordenó a Kissinger y al director de la CIA de ese entonces Richard Helms, impedir la asunción de Allende.

Para lograr ese cometido la CIA intentó convencer al General René Schneider que desarrolle una acción que impida que Salvador Allende llegue a la casa de la Moneda. Schneider se opuso en forma terminante. Su firmeza en la respuesta le costó muy caro. Semanas más tarde, el 22 de octubre de 1970, fue asesinado.

Por aquellos días, aunque la Casa Blanca lo negaba, el rumor de la intervención de EEUU para derrocar al gobierno chileno corrió rápidamente. El propio presidente Salvador Allende salió al cruce advirtiéndole a Nixon sobre sus acciones. El asesinato del General Rene Schneider marco el inicio de las acciones que las CIA encaró contra el gobierno de Allende, hasta que finalmente logró su derrocamiento instalando a Pinochet en el poder.

En el 2003, el programa 60 minutos, que se emitía por la cadena CBS de televisión estadounidense, abrió una de sus ediciones recordando imágenes del golpe militar que derrocó a Salvador Allende en Chile. En el estudio de televisión un grupo de invitados esperaban su turno para hablar. Entre ellos estaba el hijo del asesinado General René Schneider, quien no dudó en denunciar que había pruebas suficientes para demostrar que el asesinato de su padre había sido ejecutado por agentes de la CIA con orden directa del por entonces secretario de estado de Estados Unidos, Henry Kissinger.

Schneider no fue el único militar leal a la democracia chilena asesinado en aquellos años. Otro General, Carlos Prast, que estaba al frente del Ejército chileno durante la presidencia de Allende, fue asesinado junto a su esposa el 30 de septiembre de 1974, en Buenos Aires donde se había exiliado tras el golpe que instaló a Pinochet en la Moneda.

Tras una investigación de aquel atentado la Corte Suprema Argentina confirmó la condena a reclusión perpetua contra el ex agente de inteligencia de la Policía Secreta de Chile (DINA), Enrique Arancibia Clavel. El asesino, que colocó una bomba bajo el auto de Prats, habría recibido apoyo logístico de la CIA.

En Chile, la causa judicial para encontrar más responsables del asesinato de Prats y su esposa demoró 28 años. Recién fue abierta en el año 2002 después que la jueza argentina Servini de Cubria pidiera interrogar a Pinochet. La Corte de apelaciones chilena negó esa posibilidad y ordenó se abriera un proceso judicial. Ya por entonces había pruebas concretas que vinculaban a Pinochet no solo con el asesinato de Prats, sino con una organización regional mucho más amplia reconocida como el Plan Condor, que unió a las fuerzas represivas de las dictaduras de la región junto a la CIA, para el secuestro, desaparición y asesinatos de personas.

Ha mediado de los años setenta Pinochet se puso al frente del Plan Cóndor. Contaba con el apoyo de la CIA y de funcionarios de alta jerarquía del gobierno de Estados Unidos. Uno de los más interesados en que prosperen las acciones represivas fue Henry Kissinger.

Se suele afirmar con cierta dosis de certeza, que Kissinger personalmente monitoreaba la relación del país del norte con las dictaduras y sus acciones represivas. En una de sus giras por el cono sur, en 1978, llegó a la argentina rodeado de cuidadosos elogios de la prensa que tenía la dictadura

El plan Cóndor nació en Chile. El 29 de octubre de 1975 Pinochet convocó a la primera reunión de trabajo de inteligencia nacional. Se trató de una serie de reuniones que se realizó en Santiago desde el 25 de noviembre hasta el 1 de diciembre, bajo la supervisión del Servicio de Inteligencia de Chile, la temible DINA.

En la primera reunión, a la que asistieron representantes de las distintas dictaduras del sur de América, se emitió un documento definiendo que “para enfrentar esta guerra psicopolítica que plantea la subversión, debemos contar con una coordinación eficaz que permita un intercambio oportuno de informaciones y experiencias, además del conocimiento personal entre los jefes responsables por la seguridad”

A aquel encuentro que Pïnochet convocó en Chile para coordinar la represión en el cono sur le siguieron otros. Del 3 al 7 de mayo de 1976 los ejércitos de Brasil y Paraguay realizaron una conferencia bilateral de Inteligencia. Uno de los items fue tratar las “actividades subversivas internas y sus conexiones con el exterior desde noviembre de 1974 hasta la fecha”.

Reuniones similares se multiplicaron con el apoyo de Estados Unidos para perfeccionar las estrategias de la guerra sucia para el cono sur. Un documento desclasificado en el 2002 de los archivos de Estados Unidos, reveló que las dictaduras sudamericanas utilizaban para intercambiar información de inteligencia, una base estadounidense en el Canal de Panama, establecida desde 1946: la Escuela de las Américas que opera exclusivamente entrenando oficiales militares latinoamericanos.

En esa base estadounidense del Canal de Panamá se coordinaron acciones represivas, monitoreando la muerte y desaparición de adversarios políticos, de las dictaduras sudamericanas, entre quienes se encontraban, dirigentes juveniles, de partidos políticos, de derechos humanos y sindicalistas. Estados Unidos, lejos de desconocer la acción represiva de las dictaduras, las alentó, financió y coordinó. La CIA fue determinante para la conexión de acciones.

La revelación documentada de las acciones del Plan Condor se obtuvo en 1992 en Paraguay. El 22 de diciembre de ese año, en una dependencia policial de ese país se hallaron 5 toneladas de archivos, en los que constan las actividades terroristas de las dictaduras del sur de América. Los llamados documentos del terror fueron encontrados por un abogado y educador paraguayo llamado Martín Almada.

Los hallazgos de estos documentos marcarían macabramente a Martín Almada. Su esposa, Celestina Pérez, fue asesinada en 1974. En los tribunales paraguayos una causa judicial responsabiliza de aquel hecho al general paraguayo Alfredo Stroesnner quien se mantuvo durante 35 años al frente del gobierno de Paraguay, hasta 1989, cuando fue derrocado. Strossner falleció el 16 de agosto de 2006 sin haber enfrentado nunca un tribunal de justicia.

Los archivos del terror, descubiertos gracias a la persistencia de Martín Almada se transformaron en una revelación que dieron una real dimensión del nivel de cooperación que sostuvieron las dictaduras en los setentas, para reprimir brotes de oposición a sus gobiernos. La Unesco lo declaró patrimonio de la humanidad.

Entre los documentos encontrados había publicaciones enviadas como instrucciones por la CIA y el FBI a las fuerzas de seguridad de nuestra región. Una de ellas, desarrolla bajo el título “Como mantener vivos a los torturados “, técnicas de sometimiento físico que permiten llegar al límite el sufrimiento de los detenidos sin hacerlos morir.

En septiembre de 1999 un grupo de abogados presentó en la justicia argentina la denuncia en representación de cinco familiares de víctimas desaparecidas bajo el ala del Plan Cóndor. Una de las querellantes es la maestra uruguaya Sara Méndez, que estuvo secuestrada en el centro Automotores Orletti. Había sido torturada con capuchas de nylon y cadenas en presencia de su bebé Simón. Fue separada de su hijo y nunca más lo pudo localizar.

A mediados de julio del 2004 el juez Federal Jorge Urso ordenó la detención de 32 ex militares acusados de haber participado en el plan Cóndor. Entre los detenidos figuró el ex Ministro del Interior de Videla, Albano Harguindeguy. A pesar del alto cargo que ocupaba, y las muchas causas que se abrieron enderredor de aquellos años negros de la historia de nuestro país, nunca había sido detenido.

El último capítulo judicial en nuestro país sucedió en septiembre de 2018 cuando la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal dejó firmes las condenas que había impuesto en 2016 del Tribunal Oral Federal N°1 contra 15 acusados entre ellos el último dictador Reynaldo Benito Bignone.

La dictadura argentina participó activamente en el Plan Cóndor. El Ejército envió cuadros militares a Panamá para que sean instruidos de los mecanismos represivos y de inteligencia. Fueron los mismos militares que aparecen denunciados de instruir a grupos de tareas que desarrollaron tareas de represión ilegal en países centroamericanos.

Estos hechos salieron a la luz cuando, en 1993, el Comisionado Gubernamental de Derechos Humanos en Honduras, Leo Valladares, denunció la participación de oficiales argentinos en la represión de ese país. Valladares afirmó, en un informe presentado ante el parlamento hondureño, que los presidentes Reagan, y Galtieri, habían conformado una extraña sociedad secreta para llevar adelante esta intromisión en el país centroamericano. Una sociedad donde EEUU ponía el dinero y las tareas de inteligencia a través de la CIA, y Argentina la mano de obra.

Esta sociedad que denuncia Valladares, fue el principal argumento que Galtieri esgrimió a sus generales cuando decidió avanzar militarmente sobre Malvinas. Creyó que los norteamericanos responderían solidariamente a esa acción, teniendo en cuenta la secreta acción conjunta que libraban en Centroamérica.

No es un secreto, nuestro país aportó armas y altos oficiales especializados en el tratamiento de prisioneros en campos de concentración en Centroamérica. En 1982, cuando el Canciller de Galtieri, Nicanor Costa Méndez, salió a buscar apoyo para la causa Malvinas por el mundo, en Centroamérica justificaba así la ayuda militar a El Salvador

En el marco del Plan Condor existen denuncias de, al menos, 9 ciudadanos brasileros que fueron secuestrados en nuestro país. El 15 de abril de 1976 fue secuestrado en un hotel de Buenos Aires el campesino brasilero Jorge Alberto Basso, de 25 años. Basso había huido de Brasil en 1971, se exilió en Chile, y cuando cayó Allende, en 1973, llegó a la Argentina. Otros ciudadanos brasileños que desaparecieron en nuestro país fueron, María Regina Marcondes Pinto, Luis Renato do Lagos Farias, Francisco Tenorio Cerqueira Junior, Marques Dos Santos, Sergio Fernando Tula.

Como parte del protocolo establecido bajo el paraguas del Plan Condor, estaba aceptar interrogatorios de prisioneros propios por agentes extranjeros. El 6 de noviembre de 1978 el Ejército Argentino invitó a dos reconocidos torturadores paraguayos. Camilo Morel y Lucio Benítez, para que vengan a interrogar a detenidos paraguayos en cárceles clandestinas argentinas.

La cantidad de víctimas del plan cóndor no se puede precisar, aunque si queda en claro la constitución de una asociación ilícita que coordinaba la desaparición sistemática de personas. Entre ellos, algunas figuras de alto perfil público como el general Juan José Torres ex presidente de Bolivia, el dirigente uruguayo Zelmar Michellini y Héctor Gutiérrez Ruiz ex presidente de la Cámara de Diputados de Uruguay.

Bajo la presidencia de Obama comenzaron a desclasificarse documentación secreta revelando como operó la CIA con el Plan Cóndor. A partir de ahí se supo que en la década de los 70, la empresa suiza Crypto AG vendió miles de sofisticadas máquinas encriptadas instaladas en México, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, Venezuela y Nicaragua. Todas pinchadas alimentando información para los servicios de inteligencia estadounidense y alemán. El uso de estos dispositivos brindó información a Gran Bretaña sobre las determinaciones militares argentinas durante la guerra en Malvinas.

El espionaje de la Central de Inteligencia de Estados Unidos continúa, siempre asociada a tareas desestabilizantes en la región. En febrero de 2009 entregó un informe al presidente Obama evaluando falta de capacidad argentina para enfrentar la crisis económica que ese año se desparramó por todo el mundo tras haberse iniciado en Estados Unidos por la burbuja inmobiliaria. Acaso, no podamos frenar ese embate perverso de la CIA, lo que si podemos hacer es exponerlo, denunciarlo, para que podamos tomar conciencia de su existencia.