Por Claudio Leveroni
El periodismo es investigación, lo es siempre. El oficio de informar debe pasar por el tamiz de quien encuadra de manera inalterable los hechos, y los interpreta. Acto que requiere de una absoluta honestidad intelectual. Mentir, falsear información para comunicarla en dirección de los intereses de un determinado sector, no forma parte del buen periodismo.
La muerte de Jorge Lanata se instala por estas horas como un disparador que permite reflexionar sobre esos valores. Su zigzagueante historia alienta debatir las formas de aplicación que tiene un oficio que, en términos generales, nunca fue bien pago. Hubo, en todos los tiempos, algunas pocas excepciones. Fueron muy pocas.
Los mejores asalariados suelen ser los comunicadores. Aquellos que difunden lo que mandan comunicar sus mandantes. Sin aspiraciones de ejercer el periodismo aparentan hacerlo difundiendo noticias ya elaboradas y muy encuadradas en una dirección de interés para el sector corporativo que los emplea. Divulgar una noticia no es hacer periodismo, ese calificativo es merecedor para quien la produce como tal.
En determinado momento de su vida Lanata se propuso ser empresario de la comunicación. Creó medios gráficos que tuvieron enorme repercusión. Se lanzó también a producciones radiales y televisivas. En su última etapa, después del cierre financieramente traumático del diario Crítica, pasó a estar en las filas del Grupo Clarín.
Fue una decisión sorpresiva. Tiempo antes había explicado como se desplegaba este conglomerado de medios al que definió como manipulador de los deseos y consumo de la gente. Así lo expresó, un par de décadas atrás, desde su programa en Canal 26 mostrando un gráfico en el que reflejó la inmensa y variada ramificación que posee la empresa de comunicaciones.
Tiempo después, ya como empleado de ese Grupo, volvió a la pantalla chica en horario central y con un discurso diametralmente opuesto al que había sostenido. No pareció ser un proceso evolutivo, más bien surgió como un reacomodamiento de intereses propios con el sector que lo empleó. Algo ajeno a la nobleza con que se debe ejercer el periodismo.
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