Por Claudio Leveroni
Es frecuente escuchar mensajes que buscan resaltar determinadas circunstancias para justificar acciones. Pensamientos claramente direccionados para que sean repetidos por el ciudadano medio desde cierta ingenuidad, aunque en muchas ocasiones esa característica también esté cargada de complicidad.
En esa dirección se instaló en este último año a la inflación como el mayor culpable del padecimiento económico-social que sufrimos los argentinos. Bajo esa premisa se construyeron los fundamentos de una acción de gobierno claramente confrontada con la sensibilidad social y la justificación del padecimiento de millones de argentinos.
En ese amplio segmento se encuentran, entre otros, los jubilados, beneficiarios de planes sociales, más de 260 mil nuevos desempleados y asalariados que vieron caer brutalmente el poder adquisitivo de sus ingresos en este primer año de gestión libertaria.
Milei se encargó de resaltar que es la inflación el mal que nos aqueja. Achicar el Estado es su mandato de origen. Asegura que los gastos que genera la estructura estatal es el motivo central de esa inflación que mide con cierta exageración. Llegó a decir, sin fundamentos serios, que marchábamos hacia una hiperinflación del 17.000%. Con el mismo tenor de pensamiento ahora asegura que estamos casi en deflación.
La inflación resulta ser un problema muy serio cuando se desborda. Los argentinos tenemos pruebas concretas de eso. La padecimos en varios momentos de las últimas décadas. Sin embargo, no ha sido la protagonista central de la peor crisis sufrida en ese mismo período, la que estalló en diciembre de 2001 dejando, en solo dos jornadas de protestas populares en todo el país, un saldo de 38 muertos, 439 heridos y 3.273 detenidos.
La inflación anual de aquel trágico 2001 fue negativa, (-1,1%). Más aún, los precios de los productos venían bajando en los dos años anteriores. En 1999 y 2000 también hubo deflación, del -1,2% en el primero y -O,9% en el segundo.
En aquella argentina dolarizada, la misma modalidad que propone en estos días Milei con un cóctel de monedas, la inflación no fue un problema. En los cuatro años anteriores a 1999, desde 1995 a 1998, los precios escalaron solo un 2,7%.
La crisis de 2001 estalló después de años de consolidación del crecimiento de la pobreza, como consecuencia de la falta de empleo y la caída del poder adquisitivo de los salarios. En 2001 la desocupación trepó hasta el 21,5% y en 2002 la pobreza fue la más alta que tuvo nuestra historia en las estadísticas oficiales, fue del 65%.
Aquel dramático panorama social y económico se revirtió en los años posteriores con mucha inversión en el gasto social, algo que se produjo en forma paralela a políticas de incentivo industrial, con crecimiento de empleo y desendeudamiento. Pero ese, es otro capítulo de nuestra historia reciente donde la crisis dio paso a la prosperidad.
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