La matriz energética actual de la Argentina reserva con un 8,3% del total de su generación a las tres centrales nucleares que tiene el país: Atucha l y ll, más Embalse. La producción nacional que abastece de electricidad a todo el país se completa con un 62,2% provenientes de las centrales térmicas, un 21,2% de hidráulicas y un 8,3% de las energías renovables que han crecido notablemente en los últimos años al amparo de la ley 27191 que establece “lograr una contribución de las fuentes renovables de energía hasta alcanzar el veinte por ciento (20%) del consumo de energía eléctrica nacional, al 31 de diciembre de 2025”, y del 35% para el 2030.

El 31 de mayo de 1950 el Presidente Juan Domingo Perón creó la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) con el objetivo de brindar un marco institucional al sistema tecnológico nuclear. Este primer paso marcó un hito fundamental en la historia argentina, al transformar a nuestro país en el primero del hemisferio Sur en ser capaz de incursionar en el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos.

Argentina se posicionó como potencia nuclear en la región a partir de la década del 70, cuando ya tenía en funcionamiento dos centrales atómicas y proyectadas otras seis de la cuales se concretó solo una, Atucha ll. Los riesgos de la manipulación nuclear salieron a la luz con el accidente producido en Ucrania en 1986. Desde entonces, cambió la mirada del mundo sobre la manipulación del átomo para generar energía.

En la madrugada del 26 de abril de ese año explotó el reactor número 4 de la central de Chernobyl provocando la liberación de 140 toneladas de combustible radioactivo. Ese día murieron 50 personas, con el correr de los meses las víctimas se sumarían de a miles. Fueron 180 mil en Ucrania y 120 mil en Bielosrusia. Las tierras ubicadas en los mil kilómetros cuadrados a la redonda de la planta nuclear, quedaron improductivas de por vida, y tres millones y medio de habitantes de la región padecieron anemia por déficit de hierro, malformaciones, retinas dañadas, ensanche de vesícula biliar y del estómago en los años siguientes. La central de Chernobyl dejó de funcionar ese año, para desmantelarla naciones de todo el mundo aportaron 4 mil millones de dólares, una cifra que Ucrania no era capaz de afrontar.

El accidente en Chernobyl replanteó las políticas de desarrollo nuclear en el mundo. En Argentina se detuvieron los proyectos de expansión. Solo quedó vigente Atucha ll, cuya obra se encontraba en desarrollo. La piedra fundamental de esta central ubicada en el margen derecha del Río Paraná, en la localidad de Lima (Zárate) a 100 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, se colocó en 1982. En 1994 se paralizaron las tareas hasta su reactivación en 2006. Alcanzó su primera criticidad el 3 de junio de 2014, y el 27 de ese mismo mes se sincronizó el generador al sistema interconectado nacional. La planta cuenta con una potencia de 745 Mwe.

La inversión inicial para Atucha ll preveía un costo final de 1.850 millones de dólares. Los procesos inflacionarios, las malas administraciones y los mayores costos elevaron la cifra final a más de 4.700 millones.

Atucha 1 se encuentra sobre la margen derecha del Río Paraná de las Palmas en la localidad de Lima, Provincia de Buenos Aires. Comenzó a ser construida con tecnología alemana en junio de 1968. Fue pionera en América Latina es parte del Sistema Eléctrico Nacional desde marzo de 1974. Fue reposicionada en dos ocasiones y actualmente cuenta con una potencia eléctrica bruta de 362 megavatios eléctricos y emplea como combustible uranio levemente enriquecido al 0,85%.

La Central Nuclear Embalse es la segunda planta de este tipo construida en Argentina y tiene una potencia de 683 megavatios eléctricos. Fue concebida con tecnología Canadiense. Un sistema llamado Candú (Canadian Deuterium Uranium) que funciona con tubos a presión y de metalurgia mucho más simple que la gran olla de presión con que opera el modelo alemán. Está situada en la costa sur del embalse de río Tercero en la provincia de Córdoba. Su construcción se inició el 7 de mayo de 1974. Diez años más tarde, el 20 de enero de 1984, comenzó su operación comercial y finalizó su primer ciclo operativo el 31 de diciembre de 2015. En enero de 2019, inició el segundo ciclo operativo que se extenderá por 30 años, es decir hasta 2049.

El manejo operativo y la administración de recursos que generan las tres centrales nucleares de nuestro país se mantiene en manos del Estado. Pese a los varios intentos de privatización, esta sensible área logró sortear con suerte la ola entrega a manos extranjeras. En Setiembre de 1994 Carlos Menen firmó el decreto 1540 quitándole a la Comisión Nacional de Energía Atómica, el manejo de las plantas. Se creó una Sociedad Anónima, Nucloelectrica Argentina, cuyas acciones quedan en manos del Estado a través de una sociedad cuyo capital social accionario pertenece al Ministerio de Economía 79%, CNEA 20%, EBISA 1% (empresa estatal argentina). Menem intentó vender esas acciones al sector privado. En agosto de 1996 impulsada por el Poder Ejecutivo se sancionó la ley 24.804, aún vigente, que regula la actividad nuclear en la Argentina. En su artículo 34 la ley reglamenta la venta de las centrales nucleares.

Tras el loby realizado para lograr la sanción de esta ley, con el articulado necesario para la incorporación de empresas privadas, grupos canadienses y alemanes mostraron interés por las centrales nucleares. No satisfechos con la inversión realizada por el estado para construirlas y ponerlas en marcha, exigían subsidios. En 1998 Menem les ofreció 350 millones de dólares para que se hagan cargo de finalizar las obras de Atucha ll. Además, les entregaba hasta el fin de su vida útil la concesión de las dos centrales que estaban funcionando.

La propuesta no prosperó, Menem no estaba en su mejor momento político y no logró consenso para semejante maniobra, que incluía la paralización de la formación de técnicos nucleares en nuestro país por un recorte de 20 millones de dólares destinados a financiar investigaciones científicas. Lo cierto es que la privatización de las centrales nucleares no se concretó por falta de oferentes.

En realidad, en los finales de los años noventa los grupos económicos sabían que las plantas nucleares son un peligroso negocio en extinción. Hoy son más los países que buscan la forma de cerrar las que tienen que aquellos que intentan construir nuevas. Alemania firmó un acuerdo en el año 2000 con las cuatro principales empresas energéticas de ese país en donde se establece que en un plazo máximo de 32 años se cerraran las 19 centrales que poesía el país en ese entonces. En la actualidad solo funcionan siete con fecha de cierre y desmantelamiento ya establecido.

La amenaza de repetir un Chernobyl o lo sucedido en la central de Fukushima, en Japón, tras el tsunami de 2011, no es la única preocupación que genera tener centrales nucleares. La basura que producen es extremadamente tóxica. Las barras de uranio tienen una utilidad limitada. Cuando terminan su ciclo son enfriadas en piletones de agua pesada, una tarea que dura décadas en algunos casos y miles de años en aquellas barras más activas. Esas vainas radioactivas con el correr de los años deberán ser depositadas en un basurero nuclear. Por ahora, argentina no lo necesita. Su construcción está prevista en la ley, a nadie le escapa que la implementación será sumamente polémica.

Durante los años de la última dictadura cívico-militar surgió una tenebrosa idea. Un marino, Carlos Castro Madero, que estuvo muchos años al frente de la Comisión de Energía Atómica, propuso crear un cementerio nuclear en la localidad chubutense de Gastre. El vicealmirante fue más lejos aún, aseguraba que Argentina podía pagar su deuda externa ofreciéndole al mundo parte de su territorio como basurero nuclear. El planteo, que no tuvo tiempo de consolidarse como proyecto durante aquellos años siniestros, fue reflotado por Menem en mayo de 1995. El rechazo del pueblo y la provincia fue absoluto. Una Caravana con 1600 pobladores marchó bajo la nieve desde distintas localidades cercanas para protestar contra la instalación del basurero nuclear. En abril de 1997 la Comisión Nacional de Energía Atómica abandono la idea definitivamente.

Perón inaugura en 1950 la CNEA