El Brasil de Lula y un liderazgo regional que rebrota la independencia sudamericana

Por Felipe Efele

Sin más vueltas y con la frontalidad de quien está convencido de estar defendiendo una causa justa, el presidente Lula le pidió al Fondo Monetario Internacional que le quite el cuchillo de la garganta a Argentina. Así lo expresó esta semana en ocasión de la visita de una comitiva de nuestro país, encabezada por Alberto Fernández, en Brasilia.

El compromiso del presidente de Brasil para con Argentina fue más lejos aún. No se quedó solo en la retórica, explicó cómo intervino recientemente ante los BRICS y China en favor de Argentina. El BRICS es un grupo de naciones bautizadas como economías emergentes que se unieron en 2011 para fijar políticas de interés común. Participan Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica.

Lula comentó que en su reciente viaje a China estuvo primero en Shangai para reunirse con Dilma Rousseff, flamante presidenta del Banco de los BRICS, para analizar cómo ayudar a la Argentina. Rousseff le explicó que el organismo no puede ayudar a un país que no está afiliado a los BRICS.

Al día siguiente de encontrarse con Dilma, Lula se reunió con el presidente chino, Xi Jinping, en Beijing. Le explicó la importancia de motorizar un auxilio para Argentina ya que es un socio muy importante para Brasil. Xi Jinping no fue indiferente ante el pedido de Lula. Envió a su ministro de Relaciones Exteriores a Shanghai para conversar con Dilma Rousseff. Llegaron a la conclusión que, para poder ayudar a Argentina, se debe cambiar un artículo de la carta de constitución de los BRICS, y así poder crear un fondo de ayuda a países en emergencia.

Esa modificación la deben hacer los ministros de economía de cada país que integra el BRICS. La reunión ya está acordada para el 29 de este mes en China. La estrategia diseñada por Lula es superadora en relación con las salidas convencionales para países endeudados, ya que no se trata solo de prestarle dinero a Argentina. El BRICS será garante en las negociaciones de nuestro país con el FMI.

Lo que realmente se está armando detrás de la crisis Argentina, desatada tras el irresponsable endeudamiento que asumió en 2018 Mauricio Macri con el FMI, es una desafío al control geopolítico que monitorea Estados Unidos. Los países del BRICS albergan a más del 40% de la población de todo el planeta y representan casi el 25% del PBI mundial. Se trata de un peso suficiente como para poder cuestionar, con probabilidades de éxito, los procesos de manipulación que mantiene desde hace décadas Estados Unidos con lo que suele llamar el patio de atrás, es decir Latinoamérica.

Hay un dato más que resulta inquietante. China es el principal acreedor de Estados Unidos. Los es por tener bonos, letras del tesoro y títulos que representan el 20% del total de su deuda pública con extranjeros. En Washington minimizan esa posición señalando que China no hará ninguna maniobra que pueda afectar el valor del dólar porque tiene el 38% de sus reservas en esa moneda.

Desde 2015 China viene dando claras señales, y generando acciones, buscando colocar su moneda digital, el yuan, como alternativa al dólar en los comercios internacionales entre naciones. Eso es tan cierto como que Estados Unidos viene desarrollando presiones a los países endeudados con su organismo de control geopolítico, el FMI, para que rechacen inversiones Chinas.

En las últimas semanas Argentina recibió varias misiones de Estados Unidos. Primero fueron seis senadores nacionales, días más tarde arribó la vicesecretaria de Estado, Wendy Sherman, y finalmente la Generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur de los Estados Unidos. Esta última sin ningún tipo de tapujos señaló públicamente que China está expandiendo su influencia ” en América Latina y manipula a sus gobiernos mediante “prácticas de inversión depredadoras”. Todas las delegaciones norteamericanas fueron recibidas en la formalidad del caso por los dos ministros de ocasión: el de Defensa, Jorge Taiana y de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero. En esta última ocasión no tuvieron llegada al presidente ni a la vicepresidenta.

Una respuesta a esa postura se conoció esta semana. Un grupo de senadores estadounidenses presentó un proyecto para posibilitar que gobierno de los Estados Unidos investigue a la vicepresidenta Cristina Fernández, a su hijo Máximo Kirchner; al viceministro de Justicia, Juan Martín Mena; al senador Oscar Parrilli; y al procurador del Tesoro de la Nación, Carlos Alberto Zannini. “Cristina Fernández de Kirchner es una política profundamente corrupta que ha socavado el Estado de Derecho y las instituciones políticas de Argentina. Las pruebas contra ella son públicas, creíbles y están respaldadas por los tribunales argentinos”, afirmó el impulsor de este proyecto. Se trata del senador Rafael Edward Cruz que el último miércoles recibió en su despacho al senador nacional radical Alfredo Cornejo, que anda de gira por Washington buscando apoyo para su candidatura a gobernador de Mendoza.

Brasil es el principal socio comercial de Argentina, aunque la balanza comercial viene dejando un saldo negativo para nuestro país, es decir se importa más de lo que se exporta. Durante el año pasado el intercambio tuvo 11 meses consecutivos de déficit, desde enero a noviembre y uno solo con leve saldo favorable de US$ 4 millones, que fue el de diciembre. El acumulado de todo el año pasado dejó un déficit comercial para la Argentina de US$ 2.250 millones. Es una tendencia que se extiende hacia atrás en el tiempo y está relacionada con el tamaño de la economía brasileña

La economía de Brasil es la mayor de América Latina y la segunda de toda América, solo superada por Estados Unidos. El país que preside nuevamente Lula desde enero está considerado, por los organismos financieros internacionales que monitorean la economía del planeta como la octava economía a nivel mundial. Es el principal productor del mundo en carne vacuna, soja, café, naranja y caña de azúcar, y el segundo en la producción de pollo y bananas. Sus volúmenes de producción son extraordinarios también en otras materias primas para producir alimentos como el maíz, cacao o el arroz.

Argentina es el cuarto lugar mayor proveedor de Brasil, detrás de China, Estados Unidos y Alemania; y al mismo tiempo es la tercera entre los principales compradores de Brasil, solo superada por China y Estados Unidos. Brasil es el principal destino de exportación automotriz Argentina. Hacia allí va el 63% de los vehículos fabricados en las terminales de nuestro país. Además, Brasil es el cuarto inversor en Argentina y el principal proveedor de divisas por turismo. El 32 por ciento del total de turistas que llegan al país son brasileños.

Esta sintética descripción del poder económico del gigante de Sudamérica y su íntima relación con Argentina, viene a representar también la importancia que su administración se encuentre en manos de quien observa a nuestra región como parte de una causa común. En este sentido, Lula cuenta con suficientes antecedentes de haber asumido un compromiso de unidad regional a partir del Mercosur.

En 2003, en los inicios de su primera presidencia, Lula planteó su oposición al ALCA, un proyecto de alianza de libre comercio que impulsaba con insistencia imperial Estados Unidos. Lula criticó las asimetrías existentes entre las naciones sudamericanas y la potencia del norte de América a la hora de realizar intercambios comerciales. Denunció que Estados Unidos subsidiaba a su producción agrícola y ponía barreras arancelarias que impedían el ingreso de productos sudamericanos al país, mientras exigía todo lo contrario para el ingreso de sus productos en esas naciones.

Lula endureció aún más su postura con el correr del tiempo. Denunció que el 60% de las exportaciones brasileñas tenían trabas para ingresar a EEUU. Citó al acero, el jugo de naranjas y el azúcar, productos que estaban pagando un arancel del 45% de su precio, mientras los productos de EEUU. que entran a Brasil solo pagan el 15%.

En aquellos primeros años de su mandato Lula encontró socios en sus vecinos de la región para fortalecer su oposición al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, entendiendo que se trataba de una nueva estrategia de Estados Unidos para una antigua realidad, la de seguir regenteando las soberanías de los países del continente.

La puesta en marcha del ALCA que impulsaba la administración que regenteaba George Bush significaba la unión de 34 países, 800 millones de habitantes, representando el 13% de la población mundial actual y el 23% del comercio global. Un extraordinario volumen comercial manejado desde EEUU con criterio de mercado interno, ya que le permitirá expandir con mayor facilidad por todo el continente el poder de sus 200 multinacionales que tienen su base en el país del norte representando para Estados Unidos el 40% de su PBI.

Los socios que encontró Lula en el 2003 para sostener su intransigencia a aceptar el ALCA, fueron Hugo Chávez, que gobernaba desde 1999 Venezuela, y un Néstor Kirchner recién llegado a la presidencia. Pese a ingresar a la Rosada con solo el 21% de los votos, ya que Menem no se presentó en la segunda vuelta, Kirchner asumió un compromiso frontal con la causa sudamericana.

Lula y Kirchner acordaron utilizar el Mercosur como plataforma para el fortalecimiento político y comercial de la región, y enfrentar la embestida final de Estados Unidos para imponer el ALCA. Como contrapartida, la administración Bush desplegaba acuerdos bilaterales con gobiernos sudamericanos para debilitar la fortaleza que podía surgir en cualquier intento de unidad. Realizó convenios con Chile y Colombia al tiempo que minimizaba las consecuencias de la asociación argentino – brasileña a través de sus primeros mandatarios.

Por su lado el Mercosur de Lula y Néstor Kirchner fijó su propia estrategia de crecimiento. Firmó acuerdos de asociación con Chile, Bolivia y la Comunidad Andina que nuclea Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela e inició discusiones, para el mejor acceso a los mercados, con Canadá, México y los países centroamericanos del Caribe.

Todos estos acuerdos, más las coincidencias políticas de los gobiernos de la región permitieron enfrentar en el 2005, el intento de instalar el ALCA desde la cuarta Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata. Allí Néstor Kirchner planteó que ingresar al ALCA sería aceptar la continuidad, o lo que es peor, la profundización de las asimetrías de las economías de los países que conforman América.

Ante la mirada atónita del presidente George Bush, por primera vez una cumbre de las Américas no lograba acuerdo en el documento final. Se debieron incluir dos posturas, la de Estados Unidos y sus 28 países aliados, impulsando el ALCA, y la del MERCOSUR, rechazándolo. Pocos meses después de aquel histórico momento, ya en 2006, la Venezuela de Chávez se incorporaría al Mercosur.

La Cumbre de Mar del Plata fue un extraordinario triunfo de la soberanía política de Sudamérica. Además, sirvió para corregir asimetrías que existían puertas adentro del Mercosur. Uruguay, con la presidencia de Tabaré Vázquez, fue el primero en reclamarlas. Tanto Kirchner como Lula reconocieron esas desigualdades, y hubo promesa de trabajar para una unión más equilibrada. Aquella postura de Uruguay venía acompañada de gestos de acercamiento de Montevideo con Washington. Estados Unidos jugó siempre a dividir el frente sudamericano, apostaba al quiebre del Mercosur con una clara política de seducción hacia determinados países que lo integran. Uruguay fue uno de ellos.

Como resultado de ese acercamiento Uruguay firmó acuerdos con EEUU, aunque ninguno enmarcado dentro del Libre Comercio. Néstor Kirchner tuvo la muñeca política necesaria para enmarcar aquel pacto bilateral de Uruguay con EEUU. Señaló en aquel entonces, “si entre Argentina y Brasil no podemos darle a Uruguay lo que Uruguay necesita, no está mal que ellos firmen un tratado con los Estados Unidos. No queremos Estados gendarmes. Le dije a Lula que teníamos que ser flexibles y él me respondió que estaba de acuerdo.”

Con la participación plena de Venezuela a partir del 2006, el Mercosur aceleraría la dinámica de sus políticas de fortalecimiento regional. Chávez, que en un momento crítico para nuestro país compró millones de dólares en bonos Argentinos, planteó la creación de un Banco del Sur capaz de financiar proyectos de los países asociados. También puso en marcha desde Caracas un canal de televisión para el sur.

Visionario en el valor de la energía al servicio del crecimiento regional, Chávez propuso también la construcción de un gasoducto que atraviese América del Sur desde Venezuela hasta Argentina con más de 8 mil kilómetros de largo.

Unir a todas las naciones sudamericanas bajo el mismo paraguas no es tarea sencilla. No lo es cuando el poder de Estados Unidos opera en contra de ese objetivo. Chile no acompañó aquel momento histórico del continente en el que por primera vez reunía varios gobiernos sudamericanos consensuaban un proyecto de interés común. El presidente del país trasandino, Ricardo Lagos, firmó en 2003 un acuerdo comercial bilateral con Estados Unidos, construyendo un sendero individual en las negociaciones con el país del norte.

Con la llegada de gobiernos liberales a la región, encabezados por Bolsonaro en Brasil, Piñera en Chile y Macri en nuestro país, las políticas que dieron base de sostenimiento al Mercosur fueron boicoteadas y algunos de sus miembros, como Venezuela, suspendidos. Estados Unidos fogoneó la formación del Grupo de Lima, creado en 2017 e integrado por 14 países. Su objetivo fue seguir la crisis política en Venezuela al tiempo que se reconocía a Juan Guaidó, como presidente. Tras la asunción de Alberto Fernández en la Presidencia, Argentina dejó de pertenecer a esta alianza de naciones.

El Mercosur, la organización que nació en 1991 fue la segunda unión aduanera creada en el mundo después de la Unión Europea, es una plataforma comercial de extraordinario valor para negociar en bloque con un mundo que, por estos días, enfrenta una crisis muy particular como consecuencias de guerras y la transición que impone el camino hacia el cambio de la matriz energética mundial.

Lula asumió hace tan solo cuatro meses la presidencia de Brasil. Lo hizo haciendo autocríticas por lo no realizado en la etapa anterior. Reconoció que el Banco del Sur debería estar funcionando; que se debería avanzar en crear una moneda de la región para negociar con el resto del mundo, manteniendo la circulación del billete propio en cada país. También lamentó no haber puesto en práctica el Consejo Sudamericano de Defensa y la integración regional en materia universitaria. Son algunas de las deudas que aquella ola de gobiernos progresistas que lo tuvo como uno de sus protagonistas.

La posibilidad de fortalecer una Sudamérica unida con un proyecto propio muestra en la actualidad una fortaleza extra en comparación con tiempos anteriores. Con sus particularidades, Chile y Colombia tienen ahora gobiernos con criterios progresistas. Pero, también hay condiciones preocupantes en la región. La violencia brota a medida que los resultados electorales no atienden los intereses de una derecha cada vez más violenta.  Argentina tiene su desafío en las presidenciales de este año, mientras tanto Lula asume la enorme responsabilidad de transformarse en el armador de una nueva estrategia regional que defienda los intereses de Sudamérica toda.

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