Por Claudio Leveroni

Desde el corazón de la provincia de Buenos Aires Cristina Fernández puso proa hacia un objetivo central, marcar las pautas de la campaña electoral 2023. Dejó la certeza que la tendrá como protagonista en un primer plano. Eligió una jornada emblema del peronismo para ese lanzamiento. Lo hizo sabiendo que será necesario como nunca antes la actividad militante que ayude a desplegar un mensaje: “Podemos volver a hacer esa Argentina, porque ya la hicimos”, en clara referencia a los 12 años que unieron los tres gobiernos que protagonizaron Néstor y ella misma.

Como síntesis de esa reivindicación mostró un solo gráfico en la pantalla gigante que estaba detrás de ella. Una línea de tiempo reflejando cuando hubo mejor y peor distribución de la riqueza nacional, Los tres picos, que superaron el 50% para el sector del trabajo, fue en años de gobiernos peronistas.

Esa militancia, que desbordó en entusiasmo y presencia en el Diego Maradona de La Plata, deberá tomar nota de la bajada de línea que planteó la conductora del espacio. Un primer dato revelador, que pareció fuera de agenda en un análisis previo de lo que se podía esperar de su discurso, fue el abordaje del conflicto social que representa la inseguridad.

Cristina habló de derrumbar el discurso “berreta” que lleva a un antagonismo entre garantistas y mano dura. Definió que la Policía es parte de la solución, pero también del problema, en clara referencia tanto a su accionar marginal (refirió al asesinato del pibe Lucas González en CABA, un año atrás, aunque reiteró que podía suceder en cualquier lugar) como a los acuerdos que permiten cajas propias en esa fuerza. La vicepresidenta se introduce así en la agenda temática de la oposición, asumiendo también que hay un déficit en el armado estratégico del peronismo sobre un grave conflicto que sufre la población.

Cristina sobrevoló la historia para señalar las andanzas del partido militar interrumpiendo gobiernos que defendieron intereses populares, recordó a Yrigoyen y Perón como víctimas de esa persecución. Una aventura que no terminó bien para los propios uniformados involucrados en aquellas andanzas. Hoy, ese poder dañino lo representa el partido judicial. Un presagio que apunta a los desbocados magistrados, su futuro será tan incómodo como el de los uniformados.

La vicepresidenta no habló del presidente, pero dejó en claro diferencias. Son más profundas que una cuestión de estilo. Tampoco personalizó a la oposición. Invitó a debatir políticas, proyectos y modelos de país, dejando de lado personificaciones. En ese contexto puso como ejemplos a Aerolíneas Argentina y a YPF, recordando los dolorosos fracasos que representaron haber dilapidado sus patrimonios. No habría Vaca Muerta sin una YPF defensora de los intereses nacionales en la explotación estratégica de un recurso que hoy representa, junto al litio, una de las esperanzas de la recuperación económica argentina.

El discurso en La Plata muestra a Cristina renovando propuestas con desafíos que incluyen el aggiornamento del debate dentro de su propio espacio político. El  rearmado de esa agenda incluye temas que aborda una oposición interesada en mantener la discusión en terreno superficial utilizando consignas tan simples como degradatorias de la figura de la vicepresidenta. El “Cristina chorra” les alcanza para contener a los más radicalizados en el odio, necesitarán algo más para seguir encantando a los más incautos o desprevenidos.

Estimular el pensamiento colectivo requiere de una contante acción militante. Es una batalla desigual ante el poder mediático. Los canales de opinión (mal llamado de noticias) se dividen en forma despareja. Hay mayoría opositora, aunque quedó ya demostrado que no siempre se imponen, pese al daño que hacen achatando la calidad periodística que envuelve la realidad mediática nacional.