Por Claudio Leveroni

El destino se ensaña con ciertas personas. A veces pienso que detrás de ese ensañamiento se esconde un mensaje enviado del más allá para mostrarnos vidas ejemplares. Posiblemente, ese pensamiento místico me invade como un salvoconducto para mitigar el dolor que me provocan algunas noticias como la muerte de Brain Toledo.  Un maldito lomo de burro se cruzó en su camino, desvió el recorrido de su moto y lo estampó contra una palmera provocándole la muerte.

Este pibe de 26 años nacido en un hogar humilde de Marcos Paz sorteó, a fuerza de voluntad propia, desafíos que la vida le puso desde su nacimiento. Contó alguna vez que, con ocho años, vio a su madre llorar porque no tenía nada para darle de comer a él y su hermana. Esa imagen acompañó a Brain el resto de su vida. Fortaleció sus convicciones y amalgamó valores con el correr de los años.

A los 7 años salía a jugar con una caña para arrojarla cada vez más lejos en las calles de su barrio. A los 11, la caña se transformó en una jabalina, gracias a la ayuda de un profesor, Gustavo Osorio, que descubrió su perfil de atleta y lo preparó para competir. A los 12 ya lanzaba el elemento a más de 34 metros, una distancia notable para esa edad. Un año más tarde, en el 2005, recibiría la ayuda de un Estado presente, una beca de la Secretaría de Deportes. Fue un salvoconducto que le permitió visualizar un futuro distinto para él y su familia.

Sus marcas mejoraron con cada competencia. Su entrenador se sorprendió por la extraordinaria responsabilidad de Braian en su preparación. A los 14 años fue seleccionado para representar a la Argentina en el Mundial Juevenil de la especialidad que se realizó en la ciudad Bressanono, Italia. Fue una performance espectacular. Lanzó la jabalina a 73,44 metros para quedarse con la medalla de bronce por ser la tercer mejor marca en ese mundial. La magnitud de lo logrado en esa oportunidad se puede medir al destacar que fue el segundo argentino en lograr una medalla en la historia de este tipo de torneos juveniles.

Aquel mojón en su vida deportiva lo lanzaría a logros cada vez más espectaculares. Un año más tarde del bronce en Italia fue medalla de oro en los juveniles sudamericanos y repetiría la misma consagración a los 16 años. Con los 18 años recién cumplidos arrojaría la jabalina a 89,34 metros en Mar del Plata, una distancia que le permitió clasificar para estar en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Singapur. En 2012 fue parte de la delegación argentina en los juegos olímpicos de Londres. También estuvo en los últimos juegos olímpicos realizados en 2016 en Río de Janeiro, donde quedó entre los 10 mejores del mundo.

Braian Toledo se instaló como el mejor argentino en su especialidad, logró 20 medallas de oro, 2 de plata y 3 de bronce a lo largo de su recorrido deportivo. Pero, por sobre todas las cosas, mantuvo siempre una enorme humildad, generosidad y agradecimiento a quienes lo ayudaron a fortalecer su perfil deportivo. “A los 10 años me di cuenta que éramos pobres” comentó en un reportaje hace pocas semanas. “Mi mamá fue una mujer que laburó toda su vida, pero laburaba por el plato de comida, se iba a las seis de la mañana y venía a las diez de la noche”.

Los primeros ingresos económicos que Braian tuvo los invirtió en ladrillos y cemento para transformar la casilla de madera sin agua caliente donde vivía en una casa de material. “En mi casa tenía una cama que era chica. Cuando fui creciendo tuve que bajar el colchón al piso porque no podía dormir más en la cama. A partir de ahí me quedó la costumbre. Cuando salía a competir yo bajaba el colchón al piso, los entrenadores ahí empezaron a conocer un poco más mi historia, mis compañeros también”.

Brian Toledo colaboraba regularmente en la actualidad con varios merenderos. Tenía planificado viajar a Finlandia para continuar puliendo su preparación hacia el próximo objetivo, los juegos olímpicos en Tokio. Su vida se truncó tempranamente. El destinó se ensañó con él, pero Braian nos dejó un extraordinario mensaje de superación personal, sin dejar de ser solidario ni olvidar tus orígenes.