Javier Milei lo viene haciendo explícito, quiere confrontar electoralmente con Cristina Fernández. Interpreta que es la manera más clara de exponerle al electorado dos modelos de país diametralmente opuestos. Lejos de mostrarse en retirada la ex presidenta recogió el guante. Lo hace con la misma intensidad y firmeza que el actual mandatario.

La jefatura del partido Justicialista se presenta como un primer escalón en el sinuoso camino de reconstrucción para esta nueva etapa. Si bien Cristina es la dirigente con mayor peso personal en el país, eso debe comenzar a canalizarlo formalmente en distintas estructuras institucionales. El PJ aparece como un primer escalón.

Darle una identidad de claro perfil opositor a la herramienta partidaria del peronismo es lo primero que dejó en claro Cristina. Colocó a los gobernadores colaboracionistas surgidos desde justicialismo como ejemplo de lo que no debe hacer la fuerza opositora creada por Perón. Sin medias tintas le puso nombre y apellido a los aliados de Mielei, el catamarqueño Jalil, el tucumano Jaldo y el salteño Sáenz.

La situación del riojano Ricardo Quintela es distinta. Se había anticipado como aspirante a la presidencia del PJ, su paso al costado debe tener la dignidad lógica de un militante histórico con mandato popular vigente. No es para nada disparatado pensar que en pocos días más acuerde bajarse de la interna programada apara el 17 de noviembre.

La situación de Kicillof y Cristina se envuelve en un dilema similar. Se trata del gobernador más importante de país que tiene naturales  aspiraciones de ser candidato presidencial en tres años. Su franja etaria le permite esperar otra ocasión si la determinación final de la ex presidenta es buscar su tercer ingreso triunfal a Casa Rosada. Eso aún es lo que falta definir.