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Alberto Fernández y su ley en defensa de la democracia

Por Claudio Leveroni

El discurso de Alberto Fernández en el Congreso Nacional comenzó a despejar ciertas dudas que había puertas adentro de la fuerza gobernante. El tono y contenido de la misiva verbal del primer mandatario anticipan que, en año electoral, se ha fijado como objetivo exponer judicial y penalmente a quienes son los responsables del endeudamiento nacional.

Se intuye una maniobra con sesgo histórico. En agosto de 1984 el Congreso Nacional sancionó una ley que impulsó el presidente Raúl Alfonsín para ponerle fin a más de 50 años de ciclos democráticos interrumpidos por golpes implementados por el poder militar con el guiño de las minorías más empoderadas del país. Bajo esta premisa surgió la ley en defensa de la democracia que prevé condenas de hasta 25 años de prisión a quienes se alcen en armas contra la Constitución.

Las botas finalmente aceptaron su destino y quedaron en los cuarteles. Las minorías privilegiadas no. Se movieron en las cómodas aguas del poder financiero para desestabilizar hasta quienes fueron fieles mandantes al diseño de país que proponen. El propio Alfonsín sufrió las consecuencias, le siguieron sus sucesores. La enorme deuda externa, adquirida en dictadura, encadenó determinaciones soberanas. Mantuvo al país durante más de tres décadas saltando de crisis en crisis, hasta tocar fondo en 2001.

La extraordinaria visión y coraje de Néstor Kirchner permitió una renegociación de aquel endeudamiento con quita y plazos que nunca antes se habían aplicado en el mundo. Como corolario de aquella proeza el presidente puso fin al tormento que representaron las obligadas recetas económicas tóxicas que ordenaba el FMI. Saldó la deuda con este organismo e independizó las determinaciones.

Las minorías históricamente empoderadas tejieron una nueva estrategia. Utilizaron las influencias que, desde siempre, mantienen con el Poder Judicial y sumaron la discrecionalidad mediática en la información publicada. Les llevó años, tres mandatos constitucionales, hasta ganar la batalla cultural que se reflejó en las urnas en 2015.

Los cuatro años desembozados que siguieron hundieron al país a una velocidad nunca antes registrada. Del desendeudamiento soberano se pasó a la dependencia de un endeudamiento tan grosero como procaz. El presidente Fernández apunta a una estrategia en defensa de una calidad democrática. Algo similar a aquella ley de Alfonsín de 1984. “Para que pongamos fin a las aventuras de hipotecar el país es necesario que endeudarse no sea gratis, y que dejen de circular impunes dando clases de economía en el país y en el mundo aquellos que generan esas deudas”, afirmó este lunes el presidente en el parlamento.

19 de abril de 2024

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