Para que el negocio de la inseguridad sigua siendo rentable se necesita mantener vivo el temor a ser víctima de un asalto y, también, la existencia de mano de obra ocupada en la marginal tarea. A contramano de esos intereses se ubica el invertir en la recuperación social de quienes han transitado en tareas delictivas es prioritario.
Los datos relacionados a la tasa de reincidencia es una clara demostración del desinterés y fracaso en esa tarea de recuperar individuos. La reincidencia llegó a tener en el país picos del 65%, bajando al 41% según datos nacionales de 2019.
Un informe en 2022 del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (CELIV) señaló que cada año salen de las cárceles al menos 20.000 personas. En los últimos 6 años, aproximadamente, 100 mil personas privadas de su libertad cumplieron sus penas y poco se sabe acerca de lo que sucede con ellas desde el momento en que abandonan las cárceles.
Esto último se encuentra íntimamente ligado a que muy poco se invierte en la etapa posterior a la liberación de la personas que cumplieron condenas, esto pese a que los especialistas coinciden en que éste es un momento crítico donde se deben invertir recursos para disminuir la reincidencia delictiva.
El CELIV hizo una radiografía muy precisa en 2022. Estimó en cerca de 110.000 las personas privadas de libertad y, al menos, otras 30.000 con medidas de restricción. Hay más de 200 unidades carcelarias y cerca de 50.000 personas trabajan en los distintos sistemas penitenciarios. El costo de mantención mínimo de cada personal privada de su libertad es de al menos 10.000 dólares al año. Significa un costo de 1.100 millones de dólares al año. Además, hay un número significativo de fiscales, peritos, jueces y personal judicial para sancionar y ejecutar las penas.
Hay probados mecanismos de inserción social de quienes pasan por una prisión. El abogado Eduardo Oderigo, ex funcionario judicial y ex integrante del plantel superior de rugby del San Isidro Club (SIC), comenzó en marzo de 2009, una experiencia altamente demostrativa en este sentido. Se acercó a la Unidad N° 48 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), en San Martín, y solicitó permiso para enseñar rugby a los internos.
El rugby es un deporte que se construye, desde lo formativo, fortaleciendo valores solidarios indispensables para funcionar como equipo. Así, nació Los Espartanos, un plantel de rugby formado por detenidos de este penal bonaerense. La experiencia que encabezó Oderigo dejó resultados altamente positivos. En los primeros siete años de su funcionamiento hubo 400 detenidos que formaron parte de Los Espartanos. Todas las semanas se reúnen en un sector del penal para aprender a jugar o mejorar sus aptitudes para este deporte (foto que ilustra la nota).
El trabajo desarrollado por Oderigo y colaboradores que se fueron sumando con el correr de los años fue cruzando barreras cada vez más altas. Lograron permisos para salir a jugar partidos fuera del penal, y desafiando lógicas se enfrentaron a un equipo de rugby de la Policía Metropolitana (ganaron los detenidos 14-12). Más tarde, hicieron lo mismo con otro equipo compuesto por jueces y fiscales que habían sido parte del proceso judicial de los reos. Este último encuentro fue la previa de Los Pumas – All Blacks, en 2014, en el estadio único de La Plata.
En 2015 una delegación, integrada por 10 Espartanos que ya habían obtenido su libertad, viajaron a Roma y fueron recibidos por el Papa Francisco. Cada uno de estos pasos son motivaciones que le permiten al grupo mantenerse unidos, con metas que no dejan de sorprenderlos y contenerlos para reformatear el sentido de su propia existencia.
Los resultados fueron categóricos. De los 300 Espartanos que recuperaron la libertad, solo 6 reincidieron. Es decir, el 2%, cuando el promedio en la población carcelaria de la Provincia de Buenos Aires llegó a ser en algún momento superior al 60%.
«Nos dimos cuenta que había una veta para explotar. La sociedad pide más patrulleros, más cámaras y más policías. Por otro lado, los presos salen de la prisión con un resentimiento mayor. Entonces, pensamos que había que hacer algo para cambiarles la cabeza, para que cuando recuperen la libertad decidan cuidar de sus familias, trabajar y no volver al delito» , reflexionó Oderigo en una de las tantas entrevistas periodísticas en las que relata la historia que lo tiene como un protagonista. El rico anecdotario de Los Espartanos es inmenso, resaltando siempre el valor de pensar al otro como un igual y, como tal, ofrecer una mirada más comprensiva que vengativa.
0 comentarios