Por Claudio Leveroni
La crisis de época que atravesamos como sociedad que convive en un país con extraordinaria riqueza cultural muestra por estos días síntomas que no se trata solo de una cuestión ideológica. Para adentrarse en este concepto es necesario realizar algunas observaciones recogiendo ejemplos cotidianos.
La violencia verborragia que expresa el presidente Milei en cada presentación pública ya es un distintivo de gestión. No hay antecedentes de un presidente que, ejerciendo el poder, despliegue insultos de tan grueso calibre y hasta obsesivos con ciertas partes más ocultas del cuerpo. Tampoco hay antecedentes que los mismos sean festejados por personas de ámbitos tan selectos como puede ser la Bolsa de Comercio de Rosario.
Ese sello tan particular del discurso presidencial sobrevuela como un indicador de embrutecimiento dominante en la clase política que nos gobierna. También abraza a sus aliados más cercanos. Una tendencia que se despliega con llamativa facilidad hacia el ciudadano medio que aún cree que esta administración mejorará su calidad de vida. Repite consignas de contenido muy embrutecedor lanzadas en redes sociales por el numeroso grupo de troll que el gobierno tiene contratado para ese servicio.
“Todo lo que es gratis lo paga alguien que trabaja”, es una de esas frases falaces que repiquetea por estas horas en las redes con la intención de bastardear la histórica conquista de una educación universitaria gratuita. Pronto plantearán hospitales arancelados, todo debe ser económicamente rentable. Bajo este prisma las ganancias sociales que lleven a una mayor igualdad en la convivencia resultan ser una pérdida. Así lo define el propio Milei cuando grita “maldita justicia social”.
Es sabido que todos pagamos impuestos en cada producto que consumimos diariamente. Lo hacen los desocupados y quienes están ingresando al blanqueo de capitales. La dinámica de recaudación impositiva no esta solamente en el pago con fechas de vencimiento establecidas para impuestos como Ingresos Brutos o Ganancias. Diariamente aportamos al fisco con nuestro consumo.
Hay siempre detrás de estas consignas falsas, con las que se riega nuestra información cotidiana, un condimento relacionado con el odio al que piensa distinto o, lo que es más grave aún, a ese otro que es parte de la secta de pobres a la que no se quiere pertenecer. Asumen que combatir la rebeldía de los pobres es combatir la pobreza. Razonamiento impregnado por una cultura deshumanizante, alejada de valores en el reconocimiento del otro. Primero está lo mío aunque lo tuyo sea más prioritario.
Parafraseando la frasee “es la economía estúpido”, que Bill Clinton popularizó en Estados Unidos al contestarle a George Bush en 1992, hoy se podría sintetizar para explicar parte de la crisis cultural de época que vivimos con: “son los valores estúpido”.
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