Detrás del negacionismo hay un modelo represivo y colonial

Por Claudio Leveroni

Estos tiempos preelectorales por los que estamos atravesando dejan ver como nunca en los 40 años de democracia que llevamos un rebrote preocupante de totalitarismo. Reaparece desde un espacio negacionista de nuestra historia reciente y de lo que representó en lo económico, social y cultural, la última dictadura cívico militar.

Lejos de generar rechazo hay una mansa aceptación de un sector numeroso de nuestra sociedad que minimiza y a la vez coquetea con ese riesgoso límite que refiere al cuidado de la vida en democracia. Dos de los tres candidatos presidenciales con mayores posibilidades de llegar a Casa Rosada, están parados en ese peligro lugar con acciones concretas.

La candidata a la presidencia de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, envió una misiva a las Fuerzas Armadas en la que promete darle una “salida justa para los militares que fueron condenados por delitos de lesa humanidad”. En paralelo a esa carta Bullrich coloca como slogan y cabeza de su campaña electoral “exterminar al kirchnerismo”.

Por el lado de Javier Milei el discurso negacionista lo despliega su candidata a Vice, Victoria Villaruel. La diputada de 48 años es nieta e hija de militares. Su padre, un teniente coronel, nunca estuvo en el radar judicial. Su tío, Ernesto Villarruel, sí. En 2015, un juez lo procesó por el presunto delito de privación ilegal de la libertad en el centro clandestino de detención El Vesubio. Finalmente, el magistrado decidió no avanzar contra él al considerar que no estaba en condiciones de salud para afrontar un proceso.

Villaruel milita la reivindicación de la dictadura desde hace tiempo, ese fue su trampolín para llegar a la política. Creó el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), lo utiliza para realizar charlas presenciales y virtuales. Desde ese lugar comenzó a reiterar conceptos ya conocidos por los defensores del proceso cívico militar. Define que en los años 70 hubo una guerra de baja intensidad en el país.

La vice de Milei no habla de dictadura, prefiere nombrar un gobierno de facto que tuvo guiño para hacer lo que hizo cuando se le ordenó aniquilar la subversión. Señala que el ERP y Montoneros en los años setenta fueron agrupaciones que nacieron y se nutrieron de ateos, indigenismo (así lo nombra) y marxismo.

Como se pudo apreciar en el debate de vicepresidentes de esta semana Victoria Villaruel controla sus emociones al contrario de lo que hace su candidato presidencial. No se trata solo de una postura física, de imagen. No parece exagerado imaginar que detrás de Villaruel existen intereses mucho más consistentes que los que tiene el propio Milei.

En ese debate Agustín Rossi encontró definiciones para ella. Lo hizo con la idea de mostrarle con la mayor crudeza posible al televidente ante quien se estaba. La emparentó con Astiz, y la definió como una infiltrada en la democracia.

Hay un clima violento que se multiplica en los discursos de ambas fuerzas electorales de derecha que intentan llegar a la presidencia. El resultado que deje la elección presidencial terminará siendo un guiño de aceptación de la sociedad a esa violencia, o puede ser una barrera que le ponga límites.

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